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En busca de la sexualidad perdida del románico

En busca de la sexualidad perdida del románico

Los capitales, las portadas y los canecillos de las iglesias románicas están llenos de vulvas, penes erectos y coitos. Son imágenes sexuales que causan estupor entre los feligreses, pero que delatan una sexualidad mucho más abierta de lo que solemos imaginar en nuestros antepasados.

En este making of Isabel Mellén da las claves de su ensayo El sexo en los tiempos del románico (Crítica).

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Muchas cosas no encajaban con el arte románico. Por más que leía bibliografía sobre las iglesias de este período, sobre el sentido de sus intrincadas iconografías y sobre su supuesta utilización para adoctrinar a las masas de fieles utilizando sus imágenes al modo de una “Biblia en piedra”, a la hora de explicarlas en mis propias palabras sentía que no me creía nada de todo aquello. Cuando las miraba, las imágenes de los templos románicos me devolvían escenas de la vida cotidiana, mujeres de la nobleza pariendo o caballeros pertrechados para la guerra. Sin embargo, leía en los artículos tanto académicos como divulgativos que ellas eran unas adúlteras o unas pecadoras y ellos se convertían en una metáfora de Cristo como líder de un ejército espiritual. Pero estas interpretaciones no eran evidentes en las esculturas y pinturas. Así que empecé a preguntarme quién había creado esos templos y para qué y, sobre todo, el papel que las mujeres tenían en todo ello, puesto que ellas eran muchas veces las protagonistas del mensaje en imágenes. De ahí nació mi primer libro en solitario, dedicado a desmontar muchas de las ideas preconcebidas de este estilo artístico: Tierra de damas: Las mujeres que construyeron el románico en el País Vasco. Y tras demostrar que muchos de los templos de esta etapa habían nacido como iglesias privadas, pertenecientes a la nobleza y gestionadas por las damas de este grupo social, la siguiente pregunta se conformaba de forma natural en mi cabeza: ¿entonces, por qué se muestran desnudas, pariendo y manteniendo relaciones sexuales en sus iglesias? Así nació la idea de El sexo en tiempos del románico, planteándome preguntas que en el campo del románico muy pocas personas se habían hecho.

"El análisis de las interpretaciones actuales en torno a este arte del Medievo me llevó a determinar que habían sido estudiadas únicamente desde una óptica masculina"

Hacer preguntas nuevas no es una tarea sencilla. Como filósofa, soy consciente de la importancia de la pregunta para encontrar una respuesta, y como historiadora del arte, estoy prevenida de la fuerza que tienen algunos mitos historiográficos y lo difícil que es a veces salirse del camino marcado por los estudiosos del pasado. Sin embargo, mi formación filosófica me anima siempre a la crítica, a analizar la metodología y a buscar los prejuicios o las ideas infundadas que siempre permean (inevitablemente) todos los discursos. Así, tras años de derribar mitos del románico a golpe de analizar los datos de los siglos medievales, de recurrir a fuentes coetáneas que nunca habían sido tenidas en cuenta o a releer las ya conocidas con otros ojos y desde otro método distinto, aprendí a no dar nada por supuesto. Y sobre todo, aprendí a no dejar a ningún colectivo social fuera del relato de la historia. En esto último, los estudios de género y la historia de las mujeres han sido mis grandes aliados.

"El tabú sexual comenzaba su andadura en el siglo XI, aunque permearía todas las capas de la sociedad casi mil años más tarde, en nuestra contemporaneidad"

Con todo este bagaje, al que se suma también una tesis doctoral en la que analicé desde la filosofía cómo se construye el significado en las imágenes, me interrogué sobre las representaciones sexuales del románico y para ello empecé por preguntar a nuestro pasado más reciente. El análisis de las interpretaciones actuales en torno a este arte del Medievo me llevó a determinar que habían sido estudiadas únicamente desde una óptica masculina y con una mirada que o bien las censuraba y las consideraba pecaminosas o bien las contemplaba con los ojos de la pornografía y del deseo masculino actual. Sin embargo, ninguna de estas miradas se correspondía con la realidad social de los siglos XI al XIII, sino que nos hablaban de nuestra contemporaneidad. Por ello, había que dejar a un lado las tesis tradicionales para bucear entre cartularios, fueros, poesía popular, documentos de donación, literatura del amor cortés, tratados médicos y textos teológicos para dar cuenta de la amplísima sexualidad del románico. Una sexualidad mucho menos categorizada que la actual y, por lo tanto, menos problematizada y más libre. Pero también una sexualidad que estaba en el punto de mira de una élite religiosa que, desde Roma, ansiaba controlar el sexo para controlar el poder político. En las imágenes de la época son perceptibles estas dos visiones contrapuestas. Sin embargo, la primera era mayoritaria mientras que la segunda tardaría siglos en materializarse plenamente y convertirse en hegemónica. El tabú sexual comenzaba su andadura en el siglo XI, aunque permearía todas las capas de la sociedad casi mil años más tarde, en nuestra contemporaneidad.

Si bien el trabajo de investigación que hay detrás de este libro obedece a casi una década de estudios en torno al románico y a la mentalidad que esconde detrás, la escritura ha sido cuestión del último año y medio. Y, la verdad, no ha sido una tarea sencilla. Este segundo libro en solitario ha coincidido con el nacimiento de mi segundo hijo, así como el primero nació a la vez que el primogénito. Traer una criatura al mundo no es cosa fácil, como ya sabían las mujeres medievales, y tener que hacer un trabajo intelectual mientras se cambian pañales, se da el pecho, las hormonas están a mil por hora, no se duerme ni se descansa y además se tienen que afrontar (y sobrevivir a) las innumerables enfermedades infantiles que los niños traen de la escuela es una tarea abrumadora. La conciliación, ese ser mitológico, ha roto días de concentración por la mitad y ha convertido la escritura de este libro en una carrera de obstáculos. Pero, pese a todo, consiguió convertirse en realidad en la fecha señalada en el calendario. Y no hubiera sido posible sin las personas que contribuyeron a darme tiempo quitándoselo del suyo y a las que me cuidaron cuando el agotamiento y las enfermedades me tuvieron postrada en cama. Son pocas, pero necesarias. Y detrás de la escritura de un libro siempre están ellas, las personas que cuidan para que otras escribamos.

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Autora: Isabel Mellén. Título: El sexo en tiempos del románico. Editorial: Crítica. Venta: Todostuslibros.

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