Hace unos años escribí un relato y, al terminarlo, me dije que más que un relato, había escrito el final de una historia. No sé qué neurona me llevó a pensar algo así, pero el caso es que lo vi claro, así que guardé ese texto en un cajón hasta que se me ocurriese un principio.
Este making of es, pues, una paradoja en sí mismo o, en el mejor de los casos, un camino de vuelta. Lo que sí puedo decir es que cada vez que abría el cajón donde había guardado el relato se me venía a la cabeza una idea distinta. En 2012, por ejemplo, del cajón salió un OVNI y un libro de J.J. Benítez. En 2015 saqué el año 1980 y unos meses más tarde 1981. En 2017 salió la ciudad de Alicante y en 2018 Vitoria. La última vez que abrí el cajón emergió, finalmente, el inspector Tojeira: calvo, barbudo, sombrío, parecido a Jiménez del Oso; un policía que no quería serlo; un tipo devoto de J.J. Benítez.
Rocambolesco, ¿no? Lo que se quiera. Pero lo que se trataba era de llegar a un principio sin pasar por el centro. Una vez dotada la historia de principio y final, podría, en un movimiento de pinza, acometer lo menos importante de todo: la dichosa trama. Para entonces ya había extraído el relato del cajón y lo había colgado en la corchera como un recordatorio. Curiosamente, en esa misma corchera vivía desde hacía tiempo la noticia de la muerte, en 1979, de la militante comunista Yolanda González a manos de dos miembros de Fuerza Nueva. Este crimen, como otros de la época, contó con la connivencia de algunos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Lo vi claro. El inspector Tojeira iba a verse rodeado de verdaderos hijos de puta.
Ya tenía, pues, un final, un principio y algo parecido a una trama. Solo me quedaba profundizar en la psicología del protagonista, y para ello volví a abrir el cajón. Sin embargo, lo único que encontré esta vez fue un llaverito con la figura de Alien, la criatura de Ridley Scott. Me rugió la tripa, como si mis entrañas hubiesen sido zarandeadas por un raro magnetismo. Y me dije que los hijos de puta a los que me acabo de referir no iban a ser nada comparados con los miedos interiores de Tojeira: su madre, su hermano, su infancia de posguerra. Y recordé también que, como decía Gramsci, los monstruos brotan del claroscuro, de los tiempos de cambio: lo hicieron antes y lo hacen ahora.
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Autor: Óscar Montoya. Título: De otro lugar. Editorial: Alianza de Novelas. Venta: Amazon y Fnac
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