Acto III: Cómo vengarse de Gérard de Villefort
El procurador real es el responsable del encierro de Edmundo Dantés en el castillo de If por un tiempo indefinido. En este caso el ajuste de cuentas es especialmente complejo y necesita otras construcciones, como el palacete familiar de los Villefort o la casa de campo en Auteuil, cuya compra el Conde firma ante notario en la pequeña sala que ya conocemos. En ese mismo lugar, Montecristo hace esperar al Mayor Cavalcanti, minutos antes de recibir al supuesto hijo de éste, Andrea, que en realidad se llama Benedetto y es el vástago ilegítimo de Gérard de Villefort, que éste cree muerto. Para introducirlo en la burguesía parisina y usarlo como arma arrojadiza contra el procurador, el Conde lo hace pasar por el hijo de un adinerado general italiano. En vez de contar explícitamente esta historia, Dumas deja que el lector la descubra a medida que los personajes entran en la casa. Solo la utilización de un curioso dispositivo permite despejar toda duda sobre el rol que juega cada uno.
El salón azul
Montecristo lleva a Andrea a la pequeña sala en donde se encuentra el Mayor Cavalcanti y los deja a solas. El Conde pasa al contiguo salón azul, acciona un mecanismo que desplaza un cuadro y se acerca a una pequeña abertura practicada en el muro. Desde allí puede observar cuanto sucede al otro lado, como esos caricaturales lienzos en que los ojos del personaje representado se sustituyen por los de quien está detrás. Así es como constata el pacto entre dos desconocidos que deciden seguir la corriente al excéntrico rico que los ha reunido, con el único objetivo de aprovecharse de su fortuna, sin indagar en las oscuras razones que guían sus movimientos. El ingenio arquitectónico permite al plan de venganza seguir adelante, pero no es suficiente para controlar todo lo que sucede dentro y fuera de la mansión. Lo que el Conde no sabe es que Andrea Cavalcanti es extorsionado por Caderousse, un antiguo compañero de galeras que le amenaza con difundir su oscuro pasado si no le da una parte de la asignación que recibe de Montecristo. Andrea recurre a la arquitectura y utiliza la casa de los Campos Elíseos para deshacerse de él, preparándole una emboscada.
La habitación de Montecristo
Andrea describe a Caderousse cada detalle de la lujosa morada, incluso dibujando en una servilleta un plano propio de un arquitecto, en palabras de Dumas. Supuestamente quiere facilitarle el robo de los objetos personales del Conde, guardados en el gabinete de baño contiguo a su habitación, en el primer piso, y le aconseja el mejor momento para entrar: cuando el Conde parta, junto con sus sirvientes, a su casa de campo en Auteuil. Pero, en realidad, lo que quiere es sorprenderle y asesinarle.
Tras dirigir los pasos de Caderousse, Andrea Cavalcanti completa su traición previniendo al Conde del robo que ha sido programado, a través de una carta anónima en la que detalla el lugar de la casa que será objeto del ataque. El Conde desconfía de esa extraña misiva que podría esconder una emboscada y decide servirse de la especial configuración de su mansión para contrarrestar la incertidumbre. Acompañado por su fiel criado Alí, se adelanta al intruso y accede a su habitación por una escalera de servicio que ni siquiera Cavalcanti conoce.
Caderousse entra al gabinete contiguo por la ventana, pero el Conde no pierde detalle gracias a una trampilla que, practicada en el muro y disimulada por una especie de celosía, le permite ver todo desde el otro lado. Así es como reconoce a Caderousse, el infame hostelero de su padre en Marsella, e idea su próximo movimiento. La peculiar arquitectura de la casa, con su escalera secreta y su mirilla indiscreta, le permite al Conde darle la vuelta a la situación. Aportando un giro improvisado, decide disfrazarse como el abate Busoni, de la misma manera en que se apareció por primera vez a Caderousse, años antes, cuando buscaba información para preparar su venganza. Y así, tras salir de su aventajada posición, acaba disuadiéndole y perdonándole. El Conde/abate le da una segunda oportunidad y deja que se vaya, para que sea la providencia, que tanto le gusta invocar, la que juzgue a ese pobre infeliz.
Nada más saltar la verja de los Campos Elíseos, ayudado por una pequeña escala, Caderousse recibe una puñalada mortal de manos de Andrea Cavalcanti, que esperaba impaciente al otro lado. El Conde, que observa todo desde la ventana de su habitación, sale a socorrerlo para llevarlo al interior de su casa. Aunque ya es demasiado tarde para salvarle la vida, Montecristo obtiene una confesión firmada en la que Caderousse delata a su asesino: Andrea Cavalcanti. Más adelante, ese papel permite arrestar al joven protegido del Conde y, durante su juicio, desvelar públicamente que es el hijo ilegítimo de Gérard de Villefort, destruyendo el honor y la carrera de éste.
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