Inicio > Poesía > En el jardín de Ana Rossetti

En el jardín de Ana Rossetti

En el jardín de Ana Rossetti

Estás en un jardín barroco. Allí hay un cenador en el que llueven palabras. Se define ante ti un cuerpo invisible que te abraza. Y huele a alhelíes y a campo de lavanda. Te besa: “Hay buganvillas en tu boca”.

Os hacéis agua y discurrís como un torrente; rápidos que van perdiendo urgencia hasta convertirse en una laguna, anhelo de Narcisos. Os miráis en el reflejo y tan solo la alegría.

Estás en un jardín barroco. Tus manos, mojadas. Tu pecho enrevesado que aún suspira. Has amado a aquella presencia que ya no está, pero está, que no te tocó, pero te roza. Y quieres guardar todo ese tacto, convertirlo en un pliegue más del epitelio.

"Alcanzas, ya sin esperanza, otro volumen más: La ordenación, de Ana Rossetti"

Por eso corres a casa —el jardín secreto todavía se atisba en las ventanas— y buscas en todas las páginas de toda tu biblioteca aquello que has sentido. Pero no está: porque ha sido sagrado y nadie lo cuenta como ha sido; porque ha sido físico y en ninguno de tus libros el aroma de la piel es tan exacto.

Alcanzas, ya sin esperanza, otro volumen más: La ordenación, de Ana Rossetti. Lees algunos versos sueltos: “cuerpo entreabierto, carne desgranada”, “Despiadada belleza, me aniquilas”, “pues me abandono en ti, pues de mí me extravío”…

Dejas el libro.

Sonríes.

Comprendes que has amado.

Comprendes que has sido amado.

Toda mi piel nombrándote

La poesía de Ana Rossetti (San Fernando, Cádiz, 1950) somete al lector a un intenso ejercicio de contención. Sus versos son corpóreos, físicos, y ante cada poema cabe cerrar el libro para celebrar la vida que en ellos habita.

Su primer libro, Los devaneos de Erato, aparece en 1980. “Desde este primer libro se evidencia la vena que vertebrará toda la poesía de la primera etapa de Ana Rossetti: su acendrado erotismo”, explica Eugenio Ramón Luján.

"La autora coloca a la mujer en el centro. La hace dueña del Deseo, la enfrenta al calor de un vientre ante el que hay que rendirse para dar espacio al placer"

Y es cierto: Los devaneos de Erato está impregnado del salitre de los amantes. También de aquellos que descubren su cuerpo. Sustantivos como espalda, beso, boca, mano, sexo… Están definidos como en transparencias en un libro con sabor a mitología y las fragancias de las decenas de flores que sirven como parapeto de la verdad carnal, una verdad que no se esconde, pero sí se refugia en imágenes de vigor vegetal.

La autora coloca a la mujer en el centro. La hace dueña del Deseo, la enfrenta al calor de un vientre ante el que hay que rendirse para dar espacio al placer. Por eso se trata de un libro importante, que resignifica la ‘poesía erótica’ de la época: pone nombre propio a la protagonista del texto, que como voz poética soberana asume el poder de su cuerpo, la posibilidad del disfrute en primera persona, sin nadie que actúe como acreedor.

"La autora coloca a la mujer en el centro. La hace dueña del Deseo, la enfrenta al calor de un vientre ante el que hay que rendirse para dar espacio al placer"

Son palabras de Ariadna Pérez: “La poesía de Rossetti explora los límites del cuerpo femenino, aquellos límites que habían sido impuestos por la sociedad patriarcal en la que surge la lírica amorosa tradicional (…) Rossetti, entonces, describe la relación con el cuerpo masculino invirtiendo los roles socialmente aceptados (…) le da a la mujer la capacidad de decidir no sólo sobre su propio cuerpo, sino también sobre el cuerpo masculino: es la mujer quien maneja su deseo en relación al del hombre y quien, muchas veces, conduce el deseo masculino hacia su cuerpo”. Así surgen poemas como EL JARDÍN DE TUS DELICIAS:

Flores, pedazos de tu cuerpo;
me reclamo su savia.
Aprieto entre mis labios
la lacerante verga del gladiolo.
Cosería limones a tu torso,
sus durísimas puntas en mis dedos
como altos pezones de muchacha.
Ya conoce mi lengua las más suaves estrías de tu oreja,
y es una caracola.
Ella sabe a tu leche adolescente,
y huele a tus muslos.
En mis muslos contengo los pétalos mojados
de las flores. Son flores pedazos de tu cuerpo.

El cuerpo masculino erotizado que Rossetti siembra en las páginas de sus poemarios es un ingente prisma de significados: la lectora se siente una con la voz poética; el lector se mira en un espejo y disfruta de una perspectiva única, más inteligente y rica.

Ese romper con la estética y la predominante tendencia de los poetas venecianos es lo que colocó a Rossetti entre las escritoras más relevantes de España con tan solo la aparición de su primer libro. Un espacio que la autora ha defendido casi sin quererlo, con el discurrir de cada una de sus nuevas entregas, que solo han hecho demostrar que su talento literario es inimitable, inmenso.

Incienso es tu carne

Así como pasé descalzo a la Mezquita Azul, así como guardé silencio ante el canto gregoriano en Silos, entro en Devocionario (1985) y callo. Es un libro especial, profundamente íntimo, una historia de amor/pasión que surge de la sangre de las propias llagas de Cristo.

Dice Rodríguez Lázaro: “En este poemario lo profano y lo sagrado se entremezclan constantemente para dar lugar a una expresión del deseo femenino sorprendente, intensa y original. No solo se trata del deseo sexual de una niña que aproximadamente a la edad de ocho años se prepara para la Primera Comunión, sino que además dicho deseo naciente y no obstante rotundamente afirmado surge de la lectura y de la visión de ese objeto religioso que es el devocionario”.

"Devocionario no es un poemario erótico, provocador y trasgresor. Al menos no es solo eso: hay denuncia, reflexión, resituación"

Este juego de resignificación del sentido crea en el lector una extrañeza controlada, un deseo místico invertido. Allí Teresa de Ávila se convierte en sombra cóncava y antonimia: la Santa, admirada por Rossetti, está en estos versos. Y toda una iconografía religiosa que la autora cree que no se ha sabido leer correctamente.

Porque Devocionario no es un poemario erótico, provocador y trasgresor. Al menos no es solo eso: hay denuncia, reflexión, resituación. Pero para ello hay que investigar, ir más allá del texto y comprender los íconos que sirven como título, los versos de salmos que se convierten en versos de poema.

Aunque en alguna entrevista la autora haya reconocido “arrepentirse” de su publicación, este título es, junto al posterior Punto umbrío (1995), uno de sus libros más importantes debido a poemas como INVENCIÓN DE LA SANTA CRUZ:

Sí, sobre este madero, el alongado cuerpo
desprovisto, por fin
del intenso heliotropo, casi lirio,
se alzaría.
Camelias carmesíes bajo los pies heridos,
el sudario de lino
dilatándose en torno a las breves caderas
flotando en el cobalto de la tarde.
Escánciase la muerte
por el vientre de pétalo, lame el cuello,
sofoca las agudas biznagas del olivo
que aún en el pelo quedan.
Cual surgida de un ánfora la carne resplandece.
Agostada la seda membrana de la boca,
jadeos anegando la garganta
de minúsculas perlas,
temblorosas linternas bajo violetas párpados,
consúmase en su muerte la hermosura.
Que no puedan cálices recamados
ofrecer a mi sed tu sangre milagrosa,
que no retenga tu rostro mi pañuelo,
que tu cuerpo no vea
desprovisto al fin del heliotropo,
que el transido costado no me abata de amor…
Pues demasiado sé que estás muerto,
que estás muerto.
Qué derramado múrice por sus manos,
de qué liso marfil se eligieron los muslos,
decidme, sus últimas palabras cuáles fueron.
A la santa madera interpelo incesante,
salmodiando vanamente conjuro:
que te hayas muerto.
Que sombra de patíbulos
alfombren los umbrales de la casa de Aries.
Que cada primavera
apaciente mortajas de alhelíes.
Que si estos largos clavos,
taladrando redomas de amaranto,
poseyeron tus manos y tus pies
yo los tome ―vacíense mis besos,
mis caricias se tiñan―.
Que, femeninamente,
ricos nudos de orfebre los enlacen
y me hagan una diadema.

Mi amarga sed también requiere agua

Silencio poético. Algunos poemas sueltos, plaquettes, recopliaciones. Y silencio. Rossetti dedica su producción literaria al teatro, la literatura infantil e incluso la ópera. Su voz poética va destilándose, muta en otras voces que se concretan en Punto Umbrío, un poemario que ve la luz en 1995, diez años después de Devocionario.

"Un ejercicio de recuerdo a solas con el que volver a ese jardín, algo más franciscano ahora, y encontrarse con aquel reflejo, algo más cansado y antiguo, beatífico y en paz"

No solo el placer de la carne: el dolor, el tiempo, el recuerdo, el carpe diem, el amor, la esperanza, el propio milagro poético… también son terreno fértil para Ana. En Punto umbrío la poesía tiende a la prosa con versículos que desafían la métrica y juegan con el ritmo desde concepciones inéditas hasta el momento en la bibliografía de la autora.

Poemas sin nombre que reflexionan desde una madurez distinta, granados de imágenes sinceras escritas desde un “corazón agazapado” y “en espera de su ejecución”. Un ejercicio de recuerdo a solas con el que volver a ese jardín —algo más franciscano ahora— y encontrarse con aquel reflejo, algo más cansado y antiguo, beatífico y en paz, que diga:

Algún día hoy no habrá ocurrido:
pálido dibujo, inasible sensación en el imán de la memoria.
Porque nada es intacto en su pureza, nada es perdurable en su
continuidad, ninguna fuerza puede conservar, siempre, la inten-
sidad de su tensión.
Hasta cuándo el hilo tembloroso del momento podrá sostener
esta angustia antes de precipitarla, de disolverla, de que la engu-
lla, insaciable, el olvido.
Porque, mientras tanto, sólo sé que vivo en un presente de inmó-
vil desconsuelo.

4.3/5 (26 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios