El maestro en la composición fotográfica Jordi Bru y el historiador Rafael Torres han unido fuerzas para mostrar de una forma visual cómo era la Real Armada española durante su época de esplendor: el siglo XVIII. Las composiciones, minuciosamente documentadas, permiten conocer al detalle tanto la arquitectura de los navíos como la vida de sus tripulantes, así como imaginar los pormenores de las batallas.
En este making of Jordi Bru y Rafael Torres explican el trabajo de documentación llevado a cabo para construir La Armada Real. Añadimos algunas imágenes que muestran el proceso de composición de las fotografías.
***
Como toda buena historia, este libro comienza con una llamada y una casualidad. Javier Gómez, de la editorial Desperta Ferro, me telefoneó para proponerme la presentación del nuevo libro de Jordi Bru, Soldados. Yo había coincidido con el autor en la última Feria del Libro de Madrid; él presentaba su libro, Los tercios, y yo el mío, Historia de un triunfo: La Armada española del siglo XVIII. Entonces pude comprobar la calidad de los trabajos de Bru y su pasión por revivir la historia valiéndose del lenguaje fotográfico. No dudé ni un instante en aceptar la propuesta.
En los siguientes días empecé a preparar la presentación del libro de Jordi Bru. Me informé acerca de la vida y las obras del autor. Lo que más me impresionó fue su evolución profesional, porque entonces comencé a entender y a valorar mejor la obra de Jordi. Su pasado como reportero de guerra y su presencia en zonas de conflicto me daban claves para comprender su interés por la historia militar, pero también para descifrar y penetrar en sus composiciones fotográficas. Las fotos que Jordi enviaba entonces a diversos medios de comunicación nacionales enfocaban la guerra de forma diferente a lo que era habitual en la prensa. Jordi daba prioridad a la cercanía del lado humano para explicar la guerra. Sus obras buscaban reflejar el instante que plasmara un sentimiento, una emoción vivida en medio del caos. De forma consciente, evitaba las asépticas vistas panorámicas de la guerra, desde lejos. Jordi Bru, en cambio, prefería buscar el detalle. Jordi rehuía el uso del teleobjetivo. Sus fotos eran siempre cercanas, «desde dentro» de la batalla. Con este enfoque personal sus perspectivas resultaban insólitas, con frecuencia arriesgadas, pero convincentes e inspiradoras. En aquellas dramáticas circunstancias se formó el fotógrafo de guerra, pero también una manera particular de contar y ver lo que podía ser una guerra.
Descubrí en el sucesivo desarrollo profesional de Jordi Bru algo igualmente revelador para interpretar sus composiciones fotográficas. Cuando dejó de ser reportero de guerra pasó a dedicarse a la publicidad de productos estáticos. El cambio fue sorprendente, aunque resultó asimismo inspirador y configurador de Jordi Bru como artista. Dejaba atrás un trabajo presidido por el vértigo de la acción y la importancia de captar el instante vital y efímero, y se adentraba en un mundo donde disponía de tiempo para pensar la obra. En adelante, cada foto sería el resultado de una cuidadosa puesta en escena, que exigía una previa y reflexiva composición. Fue entonces cuando su ascenso profesional cobró un nuevo ímpetu. A su innata habilidad para resumir una emoción en un instante añadió el sorprendente ingenio para componer, para distribuir los objetos y las luces con los que reforzar un sentimiento, una evocación. De alguna manera, volvía al origen: reflejar las sensaciones de una batalla, aunque ahora con otras herramientas y otro bagaje.
Con todas estas claves me fui a la presentación del autor y del libro Soldados. Y entonces vino la casualidad, que permitió que todo catalizara. Su intervención fue magnífica y provocó numerosas preguntas de un auditorio repleto. Tengo que admitir que el vibrante clima que se creó durante el debate se apoderó de mí, me arrastró y no pude evitar hacer yo también una pregunta al autor: «¿Para cuándo un libro como este, pero de la Armada?». Jordi Bru se quedó perplejo, pero fue contundente en su respuesta: «Lamentablemente, es imposible». Y me dio sus razones: apenas existen en España, ni en otros países, grupos de recreación en torno a la marina de guerra; son muy escasas las posibilidades de acceder a algunos de los pocos buques de guerra de la época que todavía navegan y, por si fuera poco, los efectos navales, cañones, máquinas, armas o uniformes solo pueden contemplarse en museos, tras una vitrina. Claramente, el esfuerzo de reunir personas, barcos y objetos para una fotografía histórica de la Armada de esa época sería titánico. Para confirmar todos estos argumentos, me añadió otro, que resultaba definitivo: la prueba de esta imposibilidad es que nadie en el mundo ha hecho un libro así. Ni ingleses, ni franceses ni estadounidenses han intentado crear fotografías históricas de su marina de guerra para periodos anteriores a la invención de la fotografía. La conclusión era irrefutable: no se puede, y por eso no se ha hecho.
Fue entonces cuando el azar de la presentación, la pregunta y la respuesta empezaron a entrelazarse y a obrar el efecto catalizador. Pasé toda la noche dándole vueltas a los pros y contras de las razones aludidas por Jordi. Para mi completa sorpresa, a primera hora de la mañana del día siguiente me llamó para decirme que le había pasado lo mismo: había estado valorando si realmente era imposible o si es que, simplemente, nadie lo había intentado. No hace falta añadir que ambos nos retroalimentamos y llegamos a la única respuesta posible, la más imprudente: «¿Por qué no, por qué no intentarlo?». El resultado de aquella llamada, de la ventura de cruzarme con Jordi Bru, de nuestro temerario ímpetu y del apoyo paciente y comprensivo de la editorial Desperta Ferro, con Alberto Pérez como valedor continuo, lo tiene el lector en sus manos.
Para llevar a la práctica nuestro arriesgado sueño optamos por centrar el trabajo en el siglo XVIII, el periodo que supone la auténtica Edad de Oro de la Armada española. Estamos convencidos de que lo fue porque gobierno y sociedad trabajaron durante cuatro generaciones con la firme y constante voluntad de dotarse de una marina de guerra capaz de operar en todos los mares del mundo. El motor de este persistente esfuerzo colectivo fue la rivalidad europea. Con el incremento de la actividad comercial global y la posesión de territorios ultramarinos, los europeos necesitaban proteger y mantener conectados mercados y comunicaciones y compitieron como nunca por tener los medios militares más eficaces para lograrlo. Se produjo una auténtica carrera armamentística entre los Estados europeos durante todo el siglo XVIII que impulsó una mejora tecnológica continua. Los buques de guerra especializados empezaron a construirse de forma masiva y estandarizada, para reducir los costes de producción y facilitar la provisión y reabastecimiento. En esta frenética carrera por dominar el mar estuvo de forma destacada la Real Armada. El hecho de que España entrara en esta competencia internacional es en sí ya todo un logro, pero es aún más sobresaliente que participara intensamente en el desafío, que llegara a ser un protagonista indiscutible y que, finalmente, alcanzara a disponer, a finales de siglo, de la segunda marina de guerra más importante del mundo. La magnitud del desafío y la respuesta de la Real Armada da idea de la trascendencia del esfuerzo realizado por los sucesivos gobiernos y sociedades españolas del siglo XVIII. Su éxito se puede valorar en el hecho de que fue precisamente durante esa centuria cuando el imperio español alcanzó el máximo histórico de extensión geográfica. Si la Monarquía Hispánica fue más global que nunca fue porque contó con la Real Armada, creada por la sociedad española del siglo XVIII.
Para nosotros es un auténtico orgullo que la primera marina de guerra que se puede volver a ver en fotografías, que se «trae a la vida» antes de que se inventara la fotografía, sea precisamente la española. Su logro ha sido posible gracias a la colaboración de cientos de personas que, con su generosidad, nos han ayudado a componer las escenas, a menudo a sufrir en ellas, con el único fin de creer en este proyecto de hacer visible la Armada, de volver a hacerla «Real». De alguna manera, y como ocurrió con la construcción de la Armada en el siglo XVIII, si este sueño se ha hecho realidad ha sido gracias a la voluntad y entrega de todos aquellos que han colaborado en cada una de estas fotografías y cuya lista incompleta está al final del libro. Vaya, pues, nuestro agradecimiento más sincero a todos. Y como se decía en el siglo XVIII al iniciar una singladura: buen viento y buena mar.
—————————————
Autores: Jordi Bru y Rafael Torres. Título: La armada real. Editorial: Desperta Ferro. Venta: Todos tus libros.
Maravilloso libro y maravilloso el comentario de su génesis y su creación.