Comenzaba esta primavera cuando falleció el gran ilustrador alemán Norman Junge. Conocido en nuestro país por obras como Antípodas o Ser quinto, nuestro recuerdo viaja hoy a uno de sus álbumes más singulares, construido a partir del poema “Der Schnupfen” (“El catarro”), de su compatriota Christian Morgenstern. Se trata de un poema muy popular en Alemania, como gran parte de la obra satírica de este poeta de entresiglos, de imaginación simbolista y humorística. No es fácil traducir a Morgenstern, porque sus versos acumulan efectos sorprendentes, neologismos, aliteraciones y un gusto refinado por el juego. En la versión española de este álbum, traducida como El moco, Henriette Hubacher se decantaba por la siguiente formulación:
Un moco aguarda sentado en la terraza,
al acecho de su víctima con afán de amenaza,
precipitándose de pronto con gran agilidad
sobre un hombre llamado señor Abad.
Juan Abad responde con un “achís”,
metiéndose en la cama en un tris.
A partir de estos seis versos, la toma de decisiones de Norman Junge permitió la construcción de un álbum inolvidable. Dispuso grandes ilustraciones apaisadas, en tonos fríos (grises, azules, color piedra), donde la escenografía mostraba al narigudo señor Juan Abad paseando por una ciudad inquietante, como si se observara con una lente gran angular. El protagonista desfila frente a un edificio exento, con vago aspecto de institución oficial o palacete neoclásico. Allí el lector asiste al “asalto” del héroe por parte del otro protagonista del poema, el titular en la traducción española: un virus con aspecto de moco caricaturesco.
La sabiduría artística de Junge consistió en mezclar dos registros presentes en el poema, en la trayectoria, y en la propia biografía de Christian Morgenstern (y, por extensión, de buena parte de la tradición romántica y postromántica germana): lo inquietante y lo cómico, lo que produce risa y desasosiego. Es esta veta grotesca, capaz de conciliar lo nimio, lo ridículo (un pequeño moco verdoso y saltarín), con lo espeluznante (una ciudad abstracta y solitaria, lo inevitable de la enfermedad) lo que consigue forjar una impresión sólida, un efecto imborrable en el lector. Conviene recordar que el juguetón Morgenstern (Norman Junge seguro lo sabía) fue poeta antropófoso, escribió agudos poemas burlones recogidos en un volumen titulado Canciones del patíbulo, padeció tuberculosis desde joven, como su madre, discurrió su vida entre sanatorios y dejó el mundo apenas entrado en los cuarenta. En El moco se daban la mano la risa y el límite.
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Autor: Christian Morgenstern. llustraciones: Norman Junge. Título: El moco. Editorial: Lóguez.
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