Castilla Ediciones, empresa dedicada a dar a conocer con preferencia los libros creados por autores castellanos, novelistas, investigadores y cronistas especie selecta abundante por estas tierras, acaba de sacarse de la manga una colección dedicada a los nuevos poetas castellanos, que necesitan un trampolín de lanzamiento (que no puede ser otro que un libro con sus mejores trabajos).
Yo también pensé, en los tiempos de la mili, que los soldados de mi regimiento llevaban en la mochila un libro de poesía, al igual que los soldados de Napoleón llevaban el bastón de mariscal. Un caso de modestia y humildad. Luego supe que los míos llevaban un libro de poesía para decirles cosas bonitas en las cartas a sus novias. Pero me consta que algunos recibieron el virus de la poesía y se les quedó en el espíritu, leyendo desde entonces, junto a novelas y artículos de prensa, toda la poesía que les sale al encuentro. Que no es mucha, porque los editores los hay de dos clases: los que quieren ganar dinero lanzando novelas; y los que en plan de neoromanticismo quieren ganar y hacer ganar con una patrulla de poetas un poco más de sensibilidad, de armonía, de buen gusto, de ser mejor sin apenas sentirlo, de usar la poesía como filtro del carácter.
He aquí los autores que participan en esta primera antología, es decir, los doce apóstoles de la poesía: Jorge Alonso Curiel, Luis Alonso, Belén Artuñedo, Fermín Herrero, María Jesús Jabato, Luis Marigómez, Pedro Ojeda, Esperanza Ortega, Amparo Paniagua Muñoz, María Ángeles Pérez López, Emily Roberts y Raúl Vacas. Doce escritores que han encontrado en la poesía su medio de expresión.
Estamos en tiempo de opiniones encontradas y enconadas, de políticos espontáneos e incompetentes, surgidos como espárragos al sol del caballón partidista, y de pronto llega un editor y reúne en un libro a un puñado de poetas para que alivien nuestros pesares.
No es extraño. Los tiempos son otros, pero la intolerancia es la misma. Causas parecidas fueron las que provocaron la salida a la palestra de los poetas del llamado Siglo de Oro, escritores de la talla de Lope de Vega, Calderón, Cervantes, Villamediana y Quevedo dispuestos a demostrar, a la caterva de lectores y espectadores, que hay un mundo que no es chatarra.
Bienvenida sea esta antología poética, pues es bien sabido que los poetas son los únicos seres capaces de tocar con suaves cuidados el polvo enamorado del que habló Quevedo.
La Colección de Poesía de Castilla Ediciones que dirigen Ana Isabel Martín Ferreira y Gloria Rivas Muriel ya está en los escaparates de las librerías de aquí, dispuesta a entrar en liza con los malandrines escritores de prosa. Y lo mejor del caso es que ya anuncia la aparición del segundo volumen. Le deseamos larga vida.
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A mí se me ocurre otra idea mejor, confrontar en un mismo libro a Jorge Alonso Curiel, Luis Alonso, Belén Artuñedo, Fermín Herrero, María Jesús Jabato, Luis Marigómez, Pedro Ojeda, Esperanza Ortega, Amparo Paniagua Muñoz, María Ángeles Pérez López, Emily Roberts y Raúl Vacas, CONTRA Lope, Góngora, Calderón, Quevedo, Villamediana. Y así hasta el opaco editor vería la diferencia entre ser poeta y ser un cantamañanas. Además publicaría un libro con la mitad, al menos, de poesía y no un vodrio de niñatos con enchufe en el mundo literario.