Todas las generaciones reclaman su traducción actualizada de la Eneida, pero lo que ha hecho Luis T. Bonmatí con el clásico de Virgilio es toda una proeza: conjugar la fidelidad al original latino (a partir de la edición crítica de Roger Aubrey Baskerville Mynors) con un lenguaje lo más natural posible basado en el endecasílabo, que otorga al texto una sonoridad que facilita la lectura. Las notas y aclaraciones, pero sobre todo las ilustraciones de Federico del Barrio, convierten este libro en un indispensable en toda biblioteca que se precie.
En Zenda reproducimos el arranque y algunas ilustraciones de esta nueva edición de la Eneida (Reino de Cordelia), de Publio Virgilio Marón.
***
Yo canto las hazañas de aquel héroe
que el Destino llevó a salir de Troya
y arribar el primero al litoral
de Italia y de Lavinia, la princesa
5 hija del rey Latino, tras de ser
de su patria expulsado por la fuerza
suprema de los dioses y la furia
inacabable y bárbara de Juno.
Solo después de ser zarandeado
10 por mar, por tierra y superar innúmeros
aprietos y batallas, implantó
sus dioses en el Lacio, fundó una urbe,
dio comienzo a la estirpe de latinos
y a los primeros reyes de Alba Longa
15 que darían origen luego a Roma.
Recuérdame su historia, Musa, y dime
qué espíritu ofendido o por qué, herida,
la reina de los dioses obligó
a un hombre tan piadoso a padecer
20 un sinfín de desgracias y fatigas.
¿Cómo pueden los dioses odiar tanto?
Existió antiguamente una ciudad
fundada desde Tiro por fenicios:
Cartago. Establecida frente a Italia
25 y lejos de la boca del río Tíber,
era rica en recursos, se encontraba
lista para la guerra y se decía
que Juno la antepuso incluso a Samos:
guardaba allí sus armas y su carro,
30 y ansiaba, con permiso del Destino.
convertirla en cabeza de las otras.
La diosa, sin embargo, se enteró
de que algunos, expertos en la guerra,
llegando desde Troya, con el tiempo
35 destruirían los muros de Cartago
y arrasarían Libia, tal y como
ya anunciaran las Parcas. Pero Juno,
otra hija de Saturno, recordando
y temiendo la antigua guerra, que ella
40 levantó contra Troya para dar
satisfacción a sus amados griegos,
todavía alentaba en su interior
las causas de su ira y las heridas
abiertas de su afrenta. Su memoria
45 infinita guardaba vivamente
la decisión de Paris, que ofendió
su belleza al obviarla, la ciudad
que tanto odiaba de este, Troya, el rapto
del troyano Ganímedes, amado
50 por su esposo. Le fue creciendo así
más y más el enojo en sus entrañas:
zarandeó por todo el mar a aquellos
fugitivos de Troya y del furor
de Aquiles, alejándolos de Italia
55 y haciéndolos vagar año tras año,
en manos de los Hados, por los mares.
¡Tan enormes obstáculos opuso
Juno a la fundación de los romanos!
Todavía a la vista de Sicilia,
60 los troyanos largaron el velamen
e, ilusionados, fueron mar adentro
hendiendo las espumas de la mar
sus espolones. Juno, al divisarlos,
eternamente herida y rencorosa,
65 se dijo:
«¿Es que tendré que renunciar
a impedir que ese rey de los troyanos
pise Italia? Parece que el Destino
se opone. ¡Sin embargo Palas pudo
quemar la escuadra entera de mis griegos
70 hundiéndolos a todos en el mar
por castigar la furia de Áyax, hijo
de Oileo! Hizo que Júpiter lanzara
sobre ellos desde el cielo fulgurantes
rayos y dispersó todos sus barcos
75 con un furioso vendaval moviendo
y agitando las aguas, arrastró
con un golpe de viento, envuelto en llamas,
a Áyax, que violó a la profetisa
Casandra, hasta clavarlo en un escollo
80 puntiagudo.
»Y yo, reina de los dioses,
siendo esposa y hermana del gran Júpiter
llevo ya batallando muchos años
contra este solo pueblo. ¿Es que no hay nadie
que me adore, me ofrezca sacrificios
85 en mi altar y dé culto?».
Obsesionada
con todo lo anterior y enardeciéndose,
se acercó Juno entonces hasta Eolia,
la patria de los vientos, un lugar
preñado de furiosas ventoleras.
90 En una inmensa cueva encarcelados,
sujetos a su mando, el rey Eolo
mantenía apresados los enérgicos
vientos y las tormentas resonantes,
que, indignados, tronaban y mugían
95 bajo el monte en su cárcel, mientras él,
en lo alto de su alcázar, cetro en mano,
amansaba sus iras, subyugándolos,
porque, de lo contrario, aventarían
la tierra, el mar y el cielo por el éter.
100 Pero el omnipotente padre Júpiter,
previniendo el desastre, los metió
en su oscura caverna, les echó
encima la gran mole de los montes
más altos, imponiéndoles un rey
105 que aceptara cumplir mediante un pacto
su mandato y supiera por igual
atirantar las riendas que aflojarlas.
Al llegar ante Eolo se humilló
Juno de esta manera a suplicarle:
110 «El padre de los dioses y monarca
de los hombres, mi esposo, te ha otorgado,
Eolo, apaciguar el oleaje
o agitarlo con vientos. Por lo cual
te pido que a ese pueblo, mi enemigo,
115 que navega las aguas del Tirreno
llevando Troya a Italia junto con
sus derrotados dioses familiares,
lo sacuda la fuerza de tus vientos:
¡dispersa, anega y hunde sus navíos,
120 y con sus cuerpos rotos siembra el mar!
»Tengo catorce ninfas hermosísimas
de las que te reservo en exclusiva
la más bella de todas, Deyopea,
para un largo y estable matrimonio,
125 en pago del favor que te he pedido:
se quedará contigo muchos años
y de niños hermosos te hará padre».
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Autor: Publio Virgilio Marón Título: Eneida. Traducción: Luis T. Bonmatí. Ilustrador: Federico del Barrio. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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