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Entre la realidad y el deseo

Entre la realidad y el deseo

“Nada del otro mundo” le parece a la joven Yvonne su pretendiente, Sam. Por eso tiene claro, al comienzo de este breve pero intenso cuento de Iris Murdoch (traducido por primera vez al castellano por la escritora Pilar Adón, que lo acompaña de un sugerente posfacio), que no quiere casarse con él y que no lo hará: “¿Puedo por favor vivir mi vida como me dé la gana? Es lo único que tengo. Y ya os he dicho que no veo en él nada especial, y si no lo veo no me puedo casar”, sentencia. Simpatizamos al momento con esa joven rebelde y soñadora, presionada para casarse en una sociedad en la que ese parece el destino ineludible, incuestionable y deseable de cualquier mujer. Así que nos preguntamos: ¿qué significaba para una chica de veinticuatro años como Yvonne, de familia humilde, en el Dublín de finales de los años cincuenta poder vivir su vida como le diera la gana?

Yvonne se convierte en nuestra heroína, protagonista de este viaje iniciático en el que, como todo héroe, hará frente a diversas aventuras en una búsqueda anhelante de algo del otro mundo, que terminarán por revelarle su destino final.

"Lo que se presenta ante ella de manera tan plena, lleno de hermosas promesas y posibilidades, irá poco a poco, de manera sutil, casi imperceptible, estrechándose y canalizando a esa Yvonne altiva"

La acción se inicia en la modesta tienda papelería de la madre de Yvonne, donde la joven espera la llegada de Sam, el silencioso, apocado pero decidido enamorado con el que planea dar un paseo por Dublín una tarde noche de verano. Sentada junto a su madre y su tío, balanceándose en la silla al ritmo de sus sueños alimentados por lecturas de novelas, vía de escape que su madre lamenta (“se pasa las horas ahí encerrada, en ese cuartucho oscuro, tumbada boca abajo con la nariz metida en sus novelas”), Yvonne no parece ser consciente del significado que ese día tendrá en su vida.

La conversación de los tres nos permite adivinar que la estrechez espacial de la humilde vivienda (“este sitio es una caja de cerillas”), se corresponde con la estrechez vital que irá cercando a la joven, empujándola a la implacable seguridad de un futuro convencional y que queda reflejado en el pequeño, pero significativo detalle, de la selección de las tarjetas de Navidad. Yvonne no quiere irse sin esperar la llegada del vendedor que ofrece las tradicionales felicitaciones navideñas a pesar de que todavía es verano (esa manera de atraparnos adelantándose al futuro que tiene lo convencional). Su ilusión es elegir unas diferentes. “Tú siempre eliges las más sosas”, le dice a su madre, quien le contesta de manera premonitoria y contundente: “Elijo las que se venden”.

"Comprendemos a la joven Yvonne, incluso nos identificamos con su anhelo, y la acompañamos en su búsqueda insaciable de algo diferente, algo del otro mundo"

Nada más salir de la vivienda, la pareja se encuentra “frente a un perfecto crepúsculo estival, perfumado y cálido. Yvonne echó la cabeza hacia atrás y avanzó sola, altiva sobre sus zapatos de tacón alto”. Lo que se presenta ante ella de manera tan plena, lleno de hermosas promesas y posibilidades, irá poco a poco, de manera sutil, casi imperceptible, estrechándose y canalizando a esa Yvonne altiva, sometiéndola hasta doblegar aquella intrépida decisión inicial de la misma manera que el joven y soñador poeta, admirador repentino de Yvonne (un alter ego masculino que clama al verla: “¡Creía que todas las flores se estaban secando ya, pero aquí tenemos una rosa en todo su esplendor!”), acaba detenido por arrancar flores para regalárselas, un delito “por daños con premeditación y alevosía”, como le indica el policía que lo arresta, tan implacable con los sueños del poeta como la madre de Yvonne con los de su hija.

Si en la conversación previa en la tienda la joven había rechazado la posibilidad planteada por su tío de pasar la tarde yendo a ver cómo zarpa el barco del correo —“hay muchas más cosas que hacer en la ciudad”, asevera—, se ve ahora arrastrada hasta el muelle por un Sam entusiasmado con la sencilla idea de verlo zarpar, pero, al contrario que Yvonne, sin ningún deseo de marcharse, satisfecho con su vida y sus modestas aspiraciones, incluso sorprendido cuando ella asegura: “Algún día me iré en él”.

"Un relato fascinante, lleno de significados y resonancias que se van desplegando y descubriendo poco a poco con la fertilidad característica de una gran escritora como Iris Murdoch"

Asistimos, a partir de ese momento, a una serie de experiencias que resultan un juego de opuestos en la pareja. Comprendemos a la joven Yvonne, incluso nos identificamos con su anhelo, y la acompañamos en su búsqueda insaciable de algo diferente, “algo del otro mundo”, mientras Sam permanece obediente junto a ella, una sombra que aguarda tranquila su oportunidad, que actúa en silencio pero con determinación en momentos críticos (como en la escena del pub, con ese descenso al lado oscuro que atrae a Yvonne y de donde Sam, trasunto de Orfeo, la saca a trompicones: “Pero Sam la agarró de la mano, tiró de ella y la sacó inmediatamente del bar”), podemos decir que con la misma seguridad y sentido de la realidad que muestra la madre de Yvonne en la selección de las tarjetas navideñas.

La entrada en el parque, ese reverso del jardín del Edén con ese reverso del árbol prohibido (un árbol del conocimiento caído ante el que por fin Sam se descubre: “sé que es triste. Pero ven conmigo y ya verás cómo nos convertiremos en un par de pájaros subidos a las ramas”) y la decisión final de Yvonne, que revela a su regreso, terminan de construir un relato fascinante, lleno de significados y resonancias que se van desplegando y descubriendo poco a poco con la fertilidad característica de una gran escritora como Iris Murdoch. Una lectura que atrapa y nos enriquece.

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Autora: Iris Murdoch. Título: Algo del otro mundo. Traducción: Pilar Adón. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros.

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