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Entre las ocho y las diez de la noche

Ilustración: Juan Carlos Viéitez.

Siempre que visito una ciudad intento leer una novela que transcurra en ella. Pienso que los espacios siempre deben ser contados, que una ciudad solo es en relación a alguien. A vista de pájaro, una ciudad solo es un entramado de líneas entre edificios, desde lo alto no hay diferencia entre una ciudad y un mapa. Conocer una ciudad es muy difícil: solo se puede hacer bien repitiendo el mismo camino muchas veces, consiguiendo así que la línea se vuelva surco y te sitúe en el centro. La cuestión está en que mientras tú andas y andas, mientras haces más profundo el surco entre los edificios, mientras conoces los escaparates y tus músculos se acostumbran a cada esquina, otras cosas también pasan.

De la primera vez que estuve en esta ciudad recuerdo los pájaros. En una callejuela estrecha, cuando mirabas hacia arriba, el rectángulo azul entre los edificios era atravesado de vez en cuando por golondrinas negras. Como sobre una cúpula que cubría la ciudad entera, las golondrinas se fijaban en ese cielo falso; cada cierto tiempo se debía activar un mecanismo que lo hacía girar y las hacía pasar por encima de nuestras cabezas. Enfrascada en una conversación, atrapada entre los muebles que abarrotaban las casas, el humo de las fiestas o los libros, podías acercarte a una ventana, levantar la cabeza y comprobar que fuera, un poco más arriba, algo se movía. Aunque tú no lo notases, el tiempo estaba pasando.

***

De esta visita creo que recordaré el río y la distancia exacta que lo separa de la torre de la catedral; el radio de la esfera que contiene a esta ciudad.

En un punto de la novela, Tali lleva a su hermana mayor a lo alto de la catedral. Subir allí la entusiasma; no se puede creer que su hermana nunca lo haya hecho antes, que nunca se haya acercado a las golondrinas ni haya visto la ciudad como si fuese un mapa, respirando el aire frío y seco de las alturas. Piensa en todo esto mientras suben las escaleras, pero su hermana se detiene a la mitad para decirle que está muy cansada, que prefiere dejarlo para otro momento. Tali le insiste: habla de lo espectacular que es la vista desde la ventana más alta, de lo bien que se está allí. Pero algunas veces —y quizá esto Tali todavía no lo sepa— da mucho miedo mirar el río desde la catedral.

Las calles de esta ciudad las han trazado otros, estaban aquí antes de que nosotras llegáramos. Todo eso, desde arriba, se vuelve mucho más evidente. Si quiero encontrar nuevas calles tendré que irme de aquí, tendré que leer libros distintos que me cuenten otras ciudades. De esta visita recordaré el río y la distancia exacta que lo separa de la torre de la catedral. Los ríos hacen mucha compañía en las ciudades y la razón es obvia: siempre están en movimiento, siempre están de visita.

***

De hacerse mayor, por lo que yo sé, lo más difícil es tomar conciencia de que el tiempo pasa. Cuando eres niña no has tenido margen suficiente para darte cuenta de ello y la primera vez que lo haces el tiempo ya ha pasado, se ha escurrido por la adolescencia sin que tú lo vieses, sin que nadie te avisara. Es justo en ese momento, justo antes de darte cuenta del tiempo que ha pasado, cuando creo que te haces mayor.

En la novela, Tali llora cuando se reencuentra con Gertru y yo cuando lo leo lloro porque el tiempo ha vuelto a escaparse sin que yo lo viera. Los surcos que cada una de nosotras ha trazado en este lugar son diferentes; la ciudad no es la misma para ti que para mí y para eso ha tenido que pasar tiempo, y con él muchas otras cosas que no hemos compartido. Vivimos aquí, las dos vivimos aquí, pero ya no nos vemos nunca. Tali se estaba haciendo mayor antes de esto sin darse cuenta, pero en este momento ya lo es: Gertru se ha marchado y, cuando Pablo también se va, ella ya es capaz de entender que es posible que no vuelva. Si Tali levantara la vista esa tarde, creo que vería pasar las golondrinas.

Para encontrar nuevas calles, como decía, tendré que irme a otras ciudades o leer otros libros que me las cuenten; tendré que hablar con mis amigas para que me cuenten las suyas. A través de sus ciudades quizá logre acercarme a esquivar el tiempo.

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Autora: Carmen Martín Gaite. Título: Entre visillos. Editorial: Siruela. Venta: Todos tus libros, AmazonFnac y Casa del Libro.

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