El presente volumen recoge seis textos teatrales breves, inéditos hasta la fecha y en edición bilingüe, firmados unos por Fernando Arrabal y otros por José Moreno Arenas. Además, el libro cuenta con un prólogo de Rafael Ruiz Álvarez y Mario de la Torre-Espina, y otros textos de Pollux Hernúñez, Adelardo Méndez Moya, Javier Villuendas y Andrés Cárdenas. La edición también presenta obra gráfica de Nacho del Cerro Arrabal y Antonio Contreras.
En Zenda ofrecemos una de las piezas de Fernando Arrabal presentes en algunos fragmentos de Entremeses/Impromptus (Libros del Innombrable).
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Tohu-bohu
Fernando Arrabal
Para el poeta Raúl Herrero, el 24 de octubre de 2023.
Lugar:
Paraíso.
Fecha:
24 de abril de 1616.
Personajes:
Miguel de Cerbantes.
Feliciano de Silva.
Angelitos.
Música estridente y muy alta de ¿Tutti Frutti? de Little Richard. Se oyen las ruidosas órdenes que van dando (al fondo, a la derecha) los ángeles del Centro de Operaciones.
(Inmediatamente cesa la voz de Little Richard.)
Angelitos (infantiles voces riéndose con guasa).—Estamos a su eterno servicio, señor de Silva.
(Por la izquierda aparece Miguel de Cerbantes. Feliciano de Silva y Miguel de Cerbantes se contemplan asombrados. Por fin:)
Feliciano de Silva.—Dígame, por favor…, pero es usted ¿don Miguel?
Miguel de Cerbantes.—El mismo, para servirle a Dios y a usted.
Feliciano de Silva.—Me enteré anoche de que usted había subido acá. Estaba en ascuas. Deseando verle.
Miguel de Cerbantes.—Sí, exactamente ayer noche me alzaron en un periquete. Subí por la Vía Láctea. Mejor que confortable. (Mirando de pies a cabeza a Don Feliciano.) Entonces, ¿es usted don Feliciano? No puede imaginarse la alegría que me da conocerle precisamente aquí.
(Se abrazan con gran entusiasmo ¿y cariño? durante largo rato.)
Feliciano de Silva.—Sí, soy Feliciano de Silva, el antiguo regidor de Ciudad Rodrigo y el hijo del antiguo alcalde de Madrid. Yo llevo aquí, si hemos de creer a algunos sabe-lo-todo-de-ahí-abajo, desde exactamente el día de su nacimiento.
Miguel de Cerbantes.—Yo soy Miguel de Cerbantes o Cervantes, Saavedra o Cortinas, como más le guste.
Feliciano de Silva.—Si le parece, ¿vamos a tomar un blanco?
Miguel de Cerbantes.—Encantado, aunque no sé qué es.
Feliciano de Silva.—Claro, es nuevo.
(Se oyen voces del Centro de Operaciones. Caen subrepticiamente y sin ningún ruido una mesa, dos sillas, dos tazones trasparentes con un líquido perfectamente blanco con dos servilletas negras.)
Feliciano de Silva.—Se acostumbrará inmediatamente. Estos blancos son riquísimos y los puede pedir del gusto que prefiera: desde el chocolate hasta el mango. Las servilletas son utilísimas para los que llevamos barba y bigote.
(En efecto, Feliciano de Silva se pega un trago de blanco que le mancha copiosamente; inmediatamente con la servilleta negra se limpia las manchas.)
Feliciano de Silva.—Dígame, don Miguel, poco antes de ocultarse ¿escribió usted su testamento?
Miguel de Cerbantes.—Eso es lo que seguro que se dirá, pero, en realidad, solo son imprescindibles aclaraciones al segundo Parnaso.
Feliciano de Silva.—Perfectas y tan divertidas; me parto de risa siempre que me las leo.
Miguel de Cerbantes.—¿Qué le parece tan divertido?
Feliciano de Silva.—Que se lo ocurra la gracia de imaginar lo que haría si sus novelas no fueran ejemplares.
Miguel de Cerbantes.—No es nada gracioso lo que digo y quise decir: mis novelas deben ser y son ejemplares más que las novelas italianas.
Feliciano de Silva.—Lo que me hizo destriparme de risa es la jocosa comparación que hizo.
Miguel de Cerbantes.—¿A qué jocosidad se refiere?
Feliciano de Silva.—Que si sus novelas no fueran ejemplares, dijo usted y le repito su chiste, que se cortaría la mano con que las escribió… ¡el manco de Lepanto!
Miguel de Cerbantes.—En esos momentos está uno tan absorto… que los gazapos… cuando uno se va a ocultar…
Feliciano de Silva.—Dice usted ocultar por morir.
Miguel de Cerbantes.—Me parece menos fúnebre. (Un tiempo.) Pero antes dígame cómo consiguió llegar a ser el escritor más célebre y triunfal de su tiempo; traducido y publicado en la mayoría de las lenguas usuales.
Feliciano de Silva.—Fue usted el que escribió «el triunfo oculta lo que el fracaso muestra».
Miguel de Cerbantes.—Pero usted en vida no tuvo ningún fracaso: todo fueron honores y coronas.
Feliciano de Silva.—Son los ángeles de ahí (señala el fondo a la derecha) los que llevan los dos servicios de Predestinación y Destino. Se pasan el día gastando bromas entre ellos. No sé por qué decidieron que yo sería el primero de mi tiempo y luego, para mayor jolgorio, el último dentro de poco.
Miguel de Cerbantes.—No podrá ser. Yo en mi Quijote le cito a usted con entusiasmo desde la primera página.
Feliciano de Silva.—Ya la leí, ¡muchas gracias! y cita incluso mi obra de teatro La Celestina.
Miguel de Cerbantes.—Soy un hincha de las dos. Por eso a usted le cito constantemente.
Feliciano de Silva.—Usted es hincha sobre todo de su teatro. Y muy especialmente de La Confusa.
Miguel de Cerbantes.—Es cierto que es mi predilecta.
Feliciano de Silva.—Usted, poco antes de ocultarse, usted mismo, don Miguel, escribe: «Mas la que yo más estimo, y de la que más me precio, fue y es de una, llamada La Confusa…, bien puede tener lugar señalado por buena entre las mejores».
Miguel de Cerbantes.—Es una obra que en principio quise que llevara otro título.
Feliciano de Silva.—¿Un subtítulo? Como tantas veces.
Miguel de Cerbantes.—¡No! Otro título. Me hubiera gustado mucho más Tohu-bohu, pero me hubiera hecho parecer lo que no quiero hoy ser.
Feliciano de Silva.—Se refiere usted a esa obra de Hesíodo.
Miguel de Cerbantes (en éxtasis).—Del primer poeta. Escribió su prodigioso libro hace veinticuatro siglos.
Feliciano de Silva.—La Teogonía, donde dijo que al comienzo fue el caos.
Miguel de Cerbantes (enérgico).—Los traductores helenos pusieron caos por tohu-bohu, como ya había sido traducido antes.
Feliciano de Silva.—El tohu-bohu es el caos.
Miguel de Cerbantes (muy enfadado).—¡No! No es el caos. Al comienzo solo podemos preguntarnos si la creación surge del tohu-bohu o si Dios surge del tohu-bohu para la creación.
Feliciano de Silva.—Escuche, don Miguel, cómo se han puesto a cantar los angelitos de ahí.
Angelitos (cantando).—Pintor, que pintas con amor,
siempre ensalzas mi color,
pues sabes que en el cielo
estamos cerca de Dios;
siempre que pintas capillas
pintas angelitos negros
porque siempre te acordaste
de pintar al ángel en negro.
F I N
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Autores: Fernando Arrabal y José Moreno Arenas. Título: Entremeses/Impromptus. Editorial: Libros del Innombrable. Venta: Todos tus libros.
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