Íbamos a vernos en otro lugar pero es difícil que las circunstancias no atrapen al director de un periódico en su redacción. Ignacio Escolar (Burgos, 1975) comanda eldiario.es desde hace cinco años, tras hacer lo mismo en Público. Como cuando le conocí hace años, me sigue pareciendo una persona extrañamente joven. Llegamos el día de su quinto aniversario pero la realidad no está para celebraciones: todos los periodistas andan a lo suyo, en mesas y ordenadores, danzando por la redacción o en la puerta del Palacio de la Prensa de Madrid, donde tienen su sede, fumando un cigarro Nobel. Esa marca creo que era.
La primera y obvia, discúlpeme: ¿cuál fue el primer libro que recuerda haber leído?
Seguramente sería alguno de Barco de vapor pero el primero que me impactó fue La historia interminable de Michael Ende, que ahora además es el libro favorito de mi hijo pequeño. Eso, y Harry Potter. De adolescente, fue Cuentos de la taberna del ciervo blanco de Arthur C. Clarke, que es un libro de cuentos excelente.
Bradbury decía aquello de que «la ciencia ficción habla más del presente que del futuro». Un poco como los periodistas, solo que ellos al menos no lo disimulan. ¿Usted es aficionado al género?
Leo mucho de todo, pero ese es mi género favorito. Ahora leo muchísimo a Neil Stephenson, y en tiempos de niño a los clásicos: a Asimov, a K. Dick, a Heinlein, aunque era muy fascista…
¡Ay, si dejásemos de leer a los buenos autores fascistas!… (Nos reímos) Menos mal que Verhoeven hizo como nosotros.
Ahora estoy leyendo bastante ciencia ficción contemporánea, aparte de Stephenson. Me ha encantado un novelista chino que ha ganado todos los premios de ciencia ficción últimamente. Se llama Liu Cixin y tiene una novela excelente, El problema de los tres cuerpos, que está ambientada en la revolución cultural maoísta. Y escrita por un chino comunista. Es bastante impresionante.
Temas de libros que creo que andan en paralelo a su biografía. Voy a la época en la que estaba en un grupo «indie», Meteosat. Libros de música.
El primero que me viene a la cabeza es Por favor, mátame. Historia oral del punk, de Legs McNeill y Gilles McCain. Ahí te cuentan toda la historia del punk y su desarrollo en Estados Unidos de una forma apasionante.
Pero… ¡usted nunca quiso ser punk!
Bueno… un poquito. Lo que pasa es que nos daba más por el techno-pop pero nuestra actitud era punk.
Hablo de memoria: ¿Meteosat no sale en Pequeño circo: una historia oral del indie de Nando Cruz, no?
Creo que no, pero porque Nando cuenta una historia previa, que es Granada, Gijón, Madrid… mucho antes de Meteosat, que es la última ola. Piensa que todo esto empieza en el noventa y poco y nosotros llegamos al final de la década. Sería para la segunda parte, si es que la hace.
Otro tema de su biografía. Libros sobre periodismo que le importen, tanto porque le gustasen y/o porque le hayan marcado.
Como influencia, sin duda, Indro Montanelli. Tiene dos libros Historia de los griegos e Historia de Roma que son una colección de reportajes que hacía en su periódico: publicaba cada semana una historia de la Roma y de la Grecia clásica. Están recopilados en estos libros muy periodísticos porque son autoconclusivos: por ejemplo, en uno te cuenta a Claudio en un solo capítulo y está pensado para ser leído en una sola sentada porque se publicaba en prensa con su entradilla, sus picos de intensidad, una salida que te deja buen sabor de boca… Es decir, utiliza técnicas periodísticas para un ensayo. Montanelli con todas sus cosas, como que era muy conservador, sí que fue muy importante para mí por su manera de escribir: era tremendamente llano.
En libros sobre periodismo, aparte de leer mucho a Chaves Nogales que cuenta unas cosas tremendas sobre la profesión en la Guerra Civil, últimamente he leído Una historia personal de Katharine Graham. Es la heredera del Washington Post en los tiempos del Watergate: una señora pija neoyorquina que le cae en herencia el Washington Post después de una historia tremenda con su padre y, sobre todo, con su marido, que se suicida. Se encuentra con un periódico importantísimo que gestiona en el momento más difícil posible: el Watergate, con el enfrentamiento contra Nixon, y cómo lo sacan adelante. Es espectacular.
En cuanto al periodismo español, tendríamos que hablar del columnismo transversal que le recorre y que ha marcado su rumbo, en mi opinión, desde Larra, pasando por su apogeo con Umbral y alrededores, hasta nuestros días. ¿A usted esto de lo que le hablo le interesa algo?
A mí me interesa como reacción. Tengo una teoría con eso que está basada en el título de una canción de los Focomelos: Todo lo que rima es verdadero. Evidentemente esto es una premisa falsa pero encierra una gran verdad: pensamos que aquello que es estético es cierto. Creo que lo hermoso y lo cierto son cosas que están reñidas y que en periodismo llevan a enormes errores. Tienes a grandes columnistas españoles, como dices, desde Larra, que cuentan grandes estupideces muy bien escritas. La columna es muchas cosas pero, para mí, la columna debería ser un género periodístico, no un género de ficción. Y muchas veces está en ese borde donde prima la ficción sobre el periodismo. Esto, en mi opinión, es un pecado original del periodismo español. Hay algunos ejemplos, como el de Julio Camba, que tiene una columna donde defiende el analfabetismo. Es preciosa, tiene ritmo, tiene estilo… Hay quien dice ahora para salvar a Camba que era irónico ¡pero tú la lees y no tiene ni pizca de ironía! Defiende que no hace falta tanta gente leída, bastaría con unos pocos, y que es mucho más inteligente el hombre bruto de campo que mucha gente que va leyendo por ahí. Rima pero, desde luego, no es verdadero.
Prefiero el columnismo anglosajón, más basado en datos, en cifras y mucho más ponderado en opinión, que el español, que está basado en adjetivos.
En España hay un importante periodismo de investigación que parecería que ha sido comido por el columnismo y, cómo no, por la tertulia televisiva.
Donde se hace la marca periodística ahora mismo es en la tertulia, más que en la firma del periódico de papel. Esto es una injusticia: los periodistas que salimos en televisión, no por salir somos mejores o peores. En España no se ha hecho mal trabajo en el periodismo de investigación. Sin tener a Robert Redford en una película, aquí hay muy buenos. Por ejemplo, me refiero al tratamiento que hizo El País de los papeles de Bárcenas, o el que hicimos en eldiario.es con los papeles de Blesa y las tarjetas black. La diferencia es que, frente a Estados Unidos, aquí no dimite nadie y parece que el periodismo no tenga éxito. El Watergate no sería igual si Nixon no se va a su casa. Y como aquí nadie se va a su casa…
Quiero hablarle de un tipo de escritura «periodística» muy actual: la que va destinada al clic con titulares llamativos. Defiendo, por otra parte, que ha existido siempre, tanto en los periódicos, como en otros formatos. Incluso, a otra escala, una anécdota que casi fue un anzuelo clickbait a Iñaki Gabilondo: cuando Federico Jiménez Losantos le increpaba en sus editoriales cada mañana sin que el periodista de la SER le hiciese caso. Cuando finalmente le nombró, el de la COPE se sintió ganador.
Sí. «Ya somos grandes, ya hablan de nosotros».
¿Cómo evitan esto en eldiario.es cuando es tan jugoso ya que dependen en parte de los clics para pagar sueldos?
¿Cuál es el problema de este sistema? Que acabas prometiendo cosas en un titular que no cumples en la pieza y el lector se detiene al poco de empezar. Para mí, las métricas son importantes lo que pasa es que no solo debes usar la métrica de clics, sino también la métrica del tiempo de lectura. En eldiario.es miramos, más que el clic, cuánto tiempo lee la gente. Hay piezas con tiempos que van de 10 segundos a 5 minutos y se pueden hacer comparativas muy interesantes. No solo es clicar. Es terminar la noticia. Una buena métrica en un libro es que la gente se lo acabe. Con el periodismo pasa lo mismo, si la gente no llega a tu último párrafo es que has hecho mal tu trabajo.
Y en el porno es justamente al revés. (Nos reímos) Cuando se encuentra con periodistas más veteranos o jóvenes nostálgicos, ¿echa tanto de menos como ellos el papel?
No se nos puede olvidar que había cosas del papel que nos condicionaban un montón. ¿Sabes esta anécdota tan famosa? No sé si es cierta pero es muy divertida. Dice que el ancho de un cohete de esos que llevaron al hombre a la Luna estaba condicionado por el culo de dos mulas. El culo de dos mulas marcó el ancho del eje de los carros romanos y ese eje fue un estándar durante siglos. Ese mismo eje se trasladó a los ferrocarriles y condicionó el traslado por tren del cohete a la Luna. Por tanto, el culo de dos mulas influyó en el cohete a la Luna. Esto suena tan bonito que probablemente sea falso pero sí es cierta la idea de que las métricas que se crean, con el tiempo acaban siendo estándares.
Con el periodismo, ocurrió algo parecido. ¿Cuál es el canon de la pieza periodística? Las ochocientas palabras. ¿Por qué? Por el ancho de un brazo humano, que condiciona el tamaño de la página de un periódico. Pero, ¿qué tiene que ver el ancho de un brazo humano con la longitud ideal de una información? Lo que estamos descubriendo en Internet es que las ochocientas palabras son demasiado poco para algunas historias y demasiado largo para otras. Con el periodismo en papel, ocurría que escribías piezas hinchadas o demasiado cortas.
¿En Internet se lee?
Más que en papel. Publicamos una crónica especial de Alberto Arce desde Caracas que creo que eran veinte folios. Un tiempo de permanencia en página de siete minutos. A Internet le sacaron un montón de sambenitos falsos por la pervivencia del papel: «Internet está bien pero el papel es para un análisis más reposado». No es verdad. Desde hace mucho tiempo leo más análisis reposado que en el papel. Esto tiene más que ver con un discurso proteccionista hacia el papel, más basado en lo sentimental de muchos periodistas que veían que su mundo cambiaba terriblemente por Internet.
Un placer culpable: alguien que no se parezca a usted ideológicamente pero que lea habitualmente.
Suelo leer a Losantos. Como dije, todo lo que rima es verdadero. No estoy en absoluto de acuerdo con lo que dice y no me gusta nada cómo utiliza el lenguaje de bullying de guardería con motes a la gente: a mí me llama “Preescolar” y estas cosas de guardería…
No sé si sabe que han sido recopilados donde se merecen, en Forocoches, y son una muestra de literatura trash preciosa.
… Pero leyendo a Losantos aprendes dónde están las filias y fobias de una parte de la derecha española. Eso me parece muy interesante.
Para no hablar tanto de lo que no le gusta, ¿qué está leyendo que le guste?
Tengo varios abiertos: el último de Saviano, La banda de los niños, que me parece excelente; un ensayo de Edward Wilson, La conquista social de la tierra; otro de los míos de ciencia ficción, el último premio Hugo, Justicia auxiliar de Ann Leckie; y hace poco me leí, que me encantó, la biografía de Juan Luis Cebrián. Interesantísima para conocer al personaje: se retrata a si mismo con sus filias y sus fobias de manera muy notable. Creo que no es intencionado, también. Habla mucho de dinero: del dinero que tendría que haber cobrado y no cobró… se retrata. Hay pasajes en los que habla de cómo Polanco comía de su mano y era el periodista más importante de España y de cómo cuando comenzó El País tendría que haber comprado un paquete de acciones y no lo hizo… Se retrata. Un amigo común nuestro me decía hace poco: «Cebrián, si hay que definirlo en corto, es un buen periodista y un pésimo empresario».
Su faceta como autor: sus dos primeros libros son ensayos históricos (La nación inventada y El justiciero cruel). Y como coautor: ¿cómo es eso de escribir a cuatro manos… ¡con su padre, Arsenio Escolar!?
Es una experiencia interesante que nos unió mucho. Fue por Indro Montanelli. Al leer su Historia de los griegos se nos ocurrió hacer algo parecido, aunque él creía que iba a ser un bestseller y yo le dije: «¡No exageremos!». Fue muy divertido, porque mi padre y yo nos llevamos muy pocos años: dieciocho. Tanto él como mi madre eran muy jóvenes cuando me tuvieron. Nunca habíamos trabajado juntos porque cuando decidí hacerme periodista mi padre me hizo prometer que jamás le pediría trabajo, cosa que he cumplido. Lo abordamos como colegas y fue un trabajo del que estamos muy orgullosos.
La nación inventada habla de la construcción nacional de Castilla a partir del siglo XIII. Tras leerlo es evidente que los mecanismos y procesos de construcción nacional son extrapolables a diversos países o regiones, aún con sus diferencias históricas.
Una de las tesis es que todas las naciones inventan. De hecho se llama La nación inventada porque todas lo son. No son naciones históricas elegidas por Dios, ni por nada por el estilo. Todas las naciones son construcciones culturales y todas se construyen igual: tapando cosas feas y exagerando las bonitas. Además, se buscan símbolos y líderes fundacionales. Nosotros buceamos en Castilla porque es muy interesante ya que a partir de ahí se construye España y muchos de sus mitos funcionan como base para la nación española, que es posterior y, como la catalana, es inventada. Y la romana: ¡si el mito fundacional de Roma es la loba y Rómulo y Remo! El plan inicial era hacer una historia de Castilla como Montanelli, no desmontar mitos. Pero nos encontramos con que la historia de Castilla que creíamos conocer estaba desmontadísima en la Academia. Y el libro cambió.
¿Tiene la sensación de que estamos viviendo la construcción de una nación, la catalana, mediante los mitos que ustedes describieron?
Primero, creo que Cataluña es una nación por mil motivos. Independientemente de que no haya sido un estado anteriormente, ya que es una cosa distinta. Existe un pueblo catalán con una identidad nacional compartida, aunque solamente sea ese 48% que vota a «Junts pel sí» y la CUP. Pero creo que, como todas, nace en la ficción. La construcción de una nación con bases históricas creo que está superada, es un error plantearlo así. Una de las cosas que descubres al leer la Historia castellana y española es que España era, durante la Edad Media, la península ibérica. Por lo tanto España no es una, son dos: España y Portugal. Cuando los reyes castellanos como Fernando VI hablan de la Unidad de España, de lo que hablan es de la península ibérica. Por tanto, al estudiar la Historia medieval tan España podría haber sido España con Portugal, con Cataluña, con las dos o con ninguna de las dos. Cuenta Álvarez Junco en su magnífico Mater dolorosa sobre la palabra «España» que el gentilicio «español» es francés. Si proviniese del castellano el gentilicio sería «españés». Es «spagnolo», del sur de Francia, para referirse a los que vivían al sur del Pirineo. Es decir, ¡los catalanes! (nos reímos).
Hemos llegado a ser España en el sentido geopolítico no por la «unidad en el destino» al sentido joseantoniano, sino por casualidades de bolas chocando que desembocan en esta situación: no porque exista una identidad nacional original española que explique todo lo demás.
Me alegro que cite a Álvarez Junco, también su Dioses útiles. Naciones y nacionalismo me parece esencial si queremos entender algo. ¿Cree que vamos a vivir, y esto va con maldad “dé punto uve doble punto griffithiana” (menuda adjetivación me he sacado de la manga), al nacimiento de una nación?
Soy partidario de que no suceda y ojalá no suceda pero cada vez veo más posibilidades de que suceda. El estado nación del XIX ya no existe, y desde luego ni España ni la supuesta Cataluña independiente lo son, pero que tenemos un Estado a medio construir es evidente. El problema creo que es que en España nunca se construyó una identidad nacional, esa que poco tiene que ver con lo de que como somos herederos de Numancia ya somos españoles. Esta es la barbaridad en la que cayeron determinadas élites políticas en el XIX. Fíjate que el mito fundacional español es el 2 de mayo, una reacción del pueblo embrutecido contra una parte de las élites afrancesadas y al Rey porque hay un ejército en Madrid montándola en los bares, como ya ha contado Pérez-Reverte. Y tiene razón en esto.
Lo que pasa es que la conclusión a la que llegan las élites es que el pueblo es más nacional cuanto más embrutecido esté. Se llega, por tanto, a que no hay que educar el espíritu nacional…
Y a un pueblo que grita: «¡Vivan las caenas!»
Exacto. El espíritu nacional francés se construye desde la educación pública francesa y en España la educación la subcontratamos a la Iglesia, que se dedica a educar cristianos, no españoles. Y así tenemos muy buenos cristianos vascos, muy buenos cristianos catalanes, muy buenos cristianos andaluces… pero no tenemos españoles. Una cosa que no se hizo en el siglo XIX y ahora cuando te planteas, como el ministro Wert, «españolizar», llegas muy, muy tarde. El momento de crear nación ya fue y en España ese tren, como muchos, lo dejamos pasar.
Esto que usted desarrolla desemboca en los más españoles de los españoles del XXI, como Rajoy o Wert, que pueden llegar a ser los destructores de España.
Mariano Rajoy puede pasar a la Historia como el último presidente de una España unida y primero de una España vicaria, con su soberanía cedida a Alemania. Volvemos a los datos: cuando Rajoy llega al Gobierno, el independentismo era una cosa de «frikis» que no llegaba al 20%. Gracias al recurso al Estatut que presentó en la oposición y gracias a su gestión en el Gobierno, lo ha convertido en una opción casi mayoritaria o, al menos, en la minoría más grande porque el resto de minorías no están de acuerdo entre ellas. Dimos una encuesta en eldiario.es donde se veía que casi el 35% de los catalanes sobre censo son independentistas. Eso es mérito, en gran medida, del Gobierno de Rajoy.
En su segundo ensayo, El justiciero cruel, sobre Pedro I, hablan sobre el desarrollo de las dos Españas. Me gustaría regresar a la capacidad desvertebradora y malvada que ha tenido la religión en este país.
En la guerra (n. del e.: mediados del siglo XIV) de Pedro I contra su hermano, Enrique de las Mercedes, al que llamaban así porque cuando ganaba repartía abundantes mercedes, es el primer acto de antijudaísmo de España. Es el precedente a la expulsión de los judíos en el siglo XV porque cuando Enrique de las Mercedes va contra su hermano, siendo él un hijo bastardo, para quitarle legitimidad a este último lo que dice es que, en realidad, él es hijo «del judío de la corte». Utiliza la impopularidad de los judíos, que cobraban los impuestos a los funcionarios, para encender todo. De hecho, los primeros pogromos se producen durante la guerra y, a partir de ahí, un siglo después los judíos estarán expulsados. En mi opinión, ahí está el origen de todo: en pirómanos que prefieren quemar el monte antes de compartirlo con otros.
Lo leí cuando se publicó y me divirtió mucho, que creo que es lo que usted trataba de conseguir. ¿Tiene intención de volver a escribir relato negro como hizo con 31 noches?
Esa novelita corta fue un experimento de verano, un año que aún estaba en Público pero ya no de director, sino de columnista, viviendo mucho mejor. Me pidieron un formato para el cuadernillo de verano y propuse hacer treinta y un capítulos de una serie de ficción jugando con la trampa de que el narrador es un periodista y van a pensar que soy yo. Quedó medianamente decente y decidí ampliarlo hasta que alcanzó las ciento y muchas páginas y lo publicamos. Lo sorprendente es que ha sido traducida al italiano y muy probablemente lo será al alemán. Incluso hay posibilidad de una película que, probablemente, no se haga nunca.
Es una coincidencia estupenda entrevistarle para Zenda en el día del quinto aniversario de su proyecto, eldiario.es. Aparte de haber sobrevivido físicamente (nos reímos), ¿de qué está más orgulloso?
De que tengamos a veintiún mil doscientos socios que nos paguen por un periódico que podrían leer gratis. Es un compromiso muy alto con nosotros, que tiene un gran valor para mí.
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