La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México) ha concedido a Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, el Premio Mérito Editorial, un galardón que otorga cada año a un editor, de cualquier parte del mundo, en reconocimiento a su trayectoria editorial. Bajo este homenaje se encuentran: Antoine Gallimard, Inge Feltrinelli, Jorge Herralde, Beatriz de Moura, Christian Borgois, Jaume Valcorba, Manuel Borrás o Roberto Calasso, una alegría y una gran responsabilidad que Juan Casamayor comparte con Encarni (Encarnación Molina) y todo su equipo como una gran familia, porque la editorial Páginas de Espuma es eso: la familia del cuento.
Desde que en 1999 publicara su primer libro Escritos de Luis Buñuel han pasado 18 años en los que con muchas dificultades y con una disciplina germana apostó por un género, el cuento, que muchos, por entonces, consideraban menor. Con su entusiasmo y tenacidad ha conseguido el reconocimiento, a nivel mundial, de un género que ya se encuentra, no sólo en los catálogos de los intrépidos e independientes pequeños editores, sino, incluso entre las grandes firmas. Se puede vivir del cuento y Juan Casamayor lo está demostrando.
– ¿Qué ha supuesto este premio para ti y para Páginas de Espuma?
– Es algo muy grande para la editorial, nos hemos metido en un umbral de alegría, nervios, felicidad, mucha responsabilidad… Ojalá todas las responsabilidades fueran como esta. No trabajamos por premios, el día a día de esta editorial es muy exigente. A medida que se ha ido consolidando el catálogo, el trabajo se ha ido duplicando y, en realidad, no pensamos en premios. Nunca pensé en un premio como el de la FIL de Guadalajara que se otorga a una trayectoria y, como nos ha comunicado Andrés Neuman, esto supone una “plenitud de la editorial”. Le pasó lo mismo a Adriana Hidalgo, son dos décadas de cambio de la edición.
– ¿Cuál fue el sentimiento más a flor de piel cuando te comunicaron el premio?
– Realmente Insomnio. Estaba leyendo con el móvil en silencio y cuando me fui a acostar vi llamadas desde México, como no eran de mi distribuidor, me asusté. Cuando hablé con Marisol Shulz me quedé con la boca abierta, así como que ni entraba ni salía oxígeno. Se me cruzaron muchas cosas por la cabeza, pero básicamente “confusión”. No fue una alegría inmediata, sí alegría, pero con confusión, pensando en el trabajo… uff, un cúmulo de sensaciones. Luego vas definiendo: alegría, responsabilidad… desde luego sabes que no es un premio individual, es un premio a todo el equipo de trabajo de Páginas de Espuma. Aunque el premio sea nominal, un editor solo no hace editorial, siempre tiene que apoyarse y confiar en su equipo y en sus autores que algunos, incluso, han crecido con la editorial y otros le han dado gran empuje. Es difícil en estos momentos no reconocer eso, sería hipócrita y canallesco.
– Es un premio que han recibido Herralde, Feltrinelli, Gallimard, Borrás, Valcorba….
– Es un peso pesadísimo y lo que retrata, no es solo la historia imprescindible de la edición casi en todo el mundo, sino una forma de ver la cultura a través de la palabra escrita, que es lo que han hecho estos editores. No por ello me voy a quitar mérito a la editorial pero lo que sí ha hecho la FIL, muy lista, es que está retratando un panorama de hace veinte años en una época donde está sucediendo un cambio de paradigma del libro. La eclosión de editoriales no solo es un fenómeno en España sino en Latinoamérica, al mismo tiempo que ha habido una concentración cada vez más fuerte de los dos grandes grupos. Lo que da visibilidad a los autores es este trabajo, como puede simbolizar Páginas de espuma, más allá de que, por primera vez, se premie a una editorial especializada en cuento que mantiene un compromiso latinoamericano muy profundo. Esto se ha valorado y ha influido en la decisión del Jurado.
– Eres un editor, pequeño, independiente e intrépido porque apostaste por un género, el cuento, que muchos consideraban menor y gracias a tu tesón otras editoriales lo han incluido en sus catálogos.
– Eso lo has dicho muy bien, porque literariamente nadie le decía nada al cuento, todos los editores eran lectores de cuentos y hablaban maravillas del género, pero luego venían los peros con la comercialización y difusión del cuento. Yo no me voy a engañar: el gusto preferido del lector, hecho por el sector, es la novela. Sería inútil enfrentarme a eso. Pero sí hay que constatar en estos 20 años, y esto es la base de todo, que hay un buen momento creativo del cuento en español y eso facilita un crecimiento de lectores. Todo esto permite ya no solo que haya un proyecto como Páginas de Espuma o Menoscuarto, que de forma tenaz han trabajado sólo con el cuento, sino que, tú lo has dicho muy bien, sellos editoriales hayan incluido libros de cuentos en sus catálogos. Esa militancia se está haciendo y es una marca indiscutible de la editorial.
– ¿Qué te hizo pensar hace 18 años que en el cuento había un filón? ¿Por qué Páginas de espuma es una editorial de cuento?
– El cuento surge por lo que debe ser un editor: un lector. Yo soy un gran lector de cuentos. También leía muchas novelas, pero mi biblioteca de cuentos era muy buena, cuando Encarni y yo decidimos a finales de los 90 montar la editorial, vimos que no había realmente ninguna editorial que se dedicara al cuento como sí lo había en otros géneros como la poesía. Y sin embargo, sí que había un movimiento de escritores que en los 90 estaban publicando muy buenos libros de cuentos. Se sentían cuentistas. Hipólito Navarro, Eloy Tizón, Juan Bonilla. Había muy buenas antologías. Esto nos lanzó al cuento como un espacio donde creíamos que podríamos desarrollar una editorial, evidentemente, contábamos con la misma pasión de ahora aunque con un poco más de ingenuidad o falta de conocimiento pleno, aunque Encarni y yo veníamos del mundo editorial. Más allá de incrementar el catálogo lo que ha hecho la editorial es ir sumando esa experiencia. Al final el cuento ha sido la singularidad que nos ha permitido encontrar un hueco, podernos hacer más fuertes en ese espacio y hacernos una editorial de referencia en el género y, además, lo que ha sido muy importante para la editorial es que en malos momentos, como ha sido la crisis económica tan dura, que ha supuesto una contracción del consumo muy fuerte, el cuento nos ha permitido mantener unos lectores fijos. Incluso cuando las devoluciones en el 2012 fueron tremendas, el cuento nos permitió echar raíces. Teníamos entonces más de diez años y el árbol ya estaba agarrado, aún no había crecido, pero estaba.
– En tu caso, ¿la salvación a tantas devoluciones fue Latinoamérica, como aseguran otros editores? ¿Cuál fue tu secreto para salvar la situación?
– Sí, sin duda. El secreto, que no lo es tanto, fue reafirmar que nos teníamos que mantener con lo que estábamos haciendo, que es lo que sabemos a hacer. Justo en el año 2012 empezamos con un proyecto de tapa dura, de cuentos completos. Estos trabajos nos permitieron pasar sin apuros, excesivamente agobiantes. Es verdad que el agua subía, pero podíamos respirar bien. Luego es cierto que América es un espacio donde seguir desarrollando nuestro trabajo. El verano de ese año tan duro Encarni,el niño, y yo nos fuimos todo el verano al Cono Sur para reforzar Argentina, Chile y Uruguay. Eso nos hizo salvar el 2012. El siguiente año ya fue muy recuperado respecto al año anterior. Según los datos de los informes del sector, donde vendemos más libros es en Latinoamérica. Eso son cifras.
– ¿Existe en Latinoamérica más tradición de cuento que en España?
– Comercialmente hay una contradicción en Latinoamérica. Por un lado, hay un uso y costumbre de que la novela es lo que más se vende. Los grandes grupos españoles son los que han definido ese gusto. Pero, por cualquier país que pases de Latinoamérica los grandes nombres literarios son además grandes cuentistas. Tienen esa tradición y cuentan con un apego lector que en España hemos tenido que ir haciendo. En América estaba ya de siempre aunque los intereses comerciales de las editoriales iban hacia otro lado. Pero la verdad es que el trabajo del cuento está hecho y nosotros en Latinoamérica vendemos mucho y disfrutan nuestros autores de un movimiento extraordinario. No nos podemos quejar.
– ¿Hay autores de cuento y autores de novela, o los autores de cuento luego evolucionan y se convierten en novelistas?
– Yo creo que hay buenos y malos escritores, y dentro de los malos escritores algunos escriben malas novelas y malos cuentos, y los buenos escriben bien cualquier género. Sí es cierto que hay escritores que son mejores cuentistas que novelistas y al revés. Lo que no funciona bajo ningún término es que ni el cuento lleva a la novela ni la novela al cuento. No funciona. Son dos géneros tan autónomos que no tienen pasarelas entre sí. Ser un buen cuentista no te da ninguna garantía, en absoluto, para llevarte a la novela. Y tener gran capacidad narradora en una novela no es posible encapsularlo en un pequeño cuento. No es incompatible ser un buen cuentista o un buen novelista. Hay buenos ejemplos de ello, pero no hay que entrar en el planteamiento de qué fue primero el huevo o la gallina.
– Como editor de este género, ¿qué buscas en un cuento para querer editarlo?
-Lo que trabajo son libros de cuentos, no libros con cuentos, esto implica un doble nivel de lectura. Por un lado, desde un punto de vista autónomo –y es lo que más me gusta de la tarea del editor- cuando te has leído bien el manuscrito, lo has trabajado y quedas con el autor para abrir un periodo de debate, comentarios, de sugerencias, de diálogo en torno a la lectura y la escritura, es maravilloso, porque luego la promoción, la difusión, la prensa, son acciones que hay que realizar porque si no la editorial no funciona, pero la relación con el autor es realmente mi salsa como editor. Cuando me conmueve una lectura y me lleva a compartirla con otros y creo, además, que se ajusta, o mejor dicho que complementa nuestro catálogo, y además como editor, como lector y como técnico de la edición puedo ayudar a dar una serie de sugerencias que ayudan a ese manuscrito a ver la luz, estoy convencido de que hay que editar ese libro. Se hacen dos niveles de trabajo: Cada cuento tiene su autonomía y hay que trabajarlo, pero luego hay otro nivel y es que todos los cuentos conviven dentro de un volumen y quieras que no, cuando tú lees un cuento y luego otro, vas enriqueciendo cierta mirada de lectura en un libro de cuentos con los textos precedentes y la expectativa de lo que va a venir, que sabes que son historias parecidas o sutilmente diferentes porque proceden de una misma voz, o tienen una temática común. Hay un trabajo también de ordenación del trabajo, de qué manera se unen los relatos… es un trabajo muy apasionante.
– ¿Con cuál de tus autores, te ha costado más encontrar la sinergia?
– Uff, qué difícil. Te voy a contar el caso de una autora, que nos adoramos, que es Clara Obligado. En esta editorial nos gusta mucho aventurarnos con los límites del género y Clara, de una forma muy pionera, escribió un libro de textos totalmente autónomos que se pueden leer de forma unitaria como cuentos pero que cuando los une, se establecen una serie de hilos, de puertas secretas de tal manera que cuando terminas el libro tienes la sensación de haber leído una novela. Armar esos libros es un trabajo de precisión casi de ingeniería, de orfebre o relojero. En esos casos sabemos que estamos ante una construcción muy grande. Por ejemplo, me pasó con la escritora aragonesa Patricia Esteban Erlés que hicimos un libro de cuentos que era una casa de muñecas: diez habitaciones de una casa de muñecas y en cada una de ellas convivían 10 microcuentos. Partimos con 300 microcuentos y queríamos llegar a 100, tuvimos que encontrar los cien, no solo que nos gustaran, sino que encajaran en la estructura que queríamos hacer, fue un trabajo tremendo.
– Por lo que cuentas, es más difícil realizar un libro de cuentos que uno de novela…
– Bueno, si hablaras con un editor de novela te contaría otras cosas que a mí, probablemente se me escapan. Yo he sido lector profesional de novela para hacer informes y sé que editar una novela también es un quebradero de cabeza. No lo dudo, aunque solo sea por la extensión. Todos los géneros tienen su complicación, también tiene que ser dificilísimo editar un libro de poemas.
– ¿Por qué ahora tenemos más lectores de cuentos, por falta de tiempo, influencia de redes sociales?
– No, creo que la brevedad del cuento no tiene nada que ver con la brevedad de contenidos de las nuevas tecnologías, porque me temo que son dos brevedades totalmente opuestas, así como la brevedad del cuento se basa en la búsqueda de un lector muy cómplice que va buscando las sugerencias y las elipsis, es realmente lo que tiene el cuento. La excelencia del cuento no está tanto en lo que cuenta el escritor sino en lo que va a sugerir o en lo que no va a contar y ese sentido pleno que le vas a dar. Esto no tiene nada que ver con lo que se lee en las pantallas que es una lectura breve y superficial, asociativa. El problema del cuento es que necesita un lector exigente, que profundice bien en esa complejidad y complicidad que desde el primer momento le ofrece el escritor y además exige la habilidad de salir y entrar en diferentes universos en muy poco espacio de tiempo. Es mucho más fácil una lectura sobre la guerra civil donde aparecieran vampiros buscando el Santo Grial de 900 páginas que un cuento breve. Es verdad que las nuevas tecnologías mediante blogs, páginas especializadas, foros… han ayudado mucho a la difusión del género. Eso sí que es verdad porque si alguien quiere compartir sus cuentos, de 4 a 10 páginas es mucho más fácil hacerlo a través de una página web que una novela de 300 páginas.
-¿La especialización en el cuento es una facilidad para encontrar autores para publicar? ¿Vienen ellos a ti o los pescas por la Red?
– Nosotros ya no tenemos ningún problema en poder elegir lo que queremos editar. La demanda de escritores para entrar en la editorial cubre con creces la oferta que nosotros podemos asumir. De hecho hay muchas cosas que nos gustan o nos entusiasman y no podemos publicarlas. Tenemos una política de autor o coautor, de catálogo, que tiene prioridad frente al resto, aunque sí intentamos cada año lanzar por lo menos uno o dos escritores nuevos. A nosotros no nos pasa como a otras editoriales independientes que cuando tienen un autor con mayores ventas viene un grupo grande y se lo lleva. Al revés, a nosotros vienen de grandes editoriales (Anagrama, por ejemplo) y deciden publicar sus libros con nosotros.
– Eso es el prestigio y buen trato al autor.
– Efectivamente, eso y la labor que se hace de la lectura participada. Hay un compromiso, que también lo quieren los autores en la forma de promocionar y comercializar su libro que un gran grupo o una editorial grande, hace, pero a medias. A mí me han transmitido autores que cuando se hace una novela se moviliza todo el mundo y cuando es un libro de cuentos la rotación se para. En el fondo, para un autor tan importante es su novela como su libro de cuentos.
– Fuiste pionero, o intrépido, mejor dicho, en maridar Vino y Lectura a través del Premio Ribera del Duero. ¿Cómo surgió?
– Cuando la editorial fue creciendo vimos que ya era el momento de convocar un premio literario relativo al cuento, pero nosotros, la verdad, no teníamos la infraestructura ni el soporte económico suficiente como para desarrollarlo. Estaba haciendo las pesquisas para ver cómo podíamos resolverlo cuando a través del Instituto Cervantes se dirigió a nosotros el Consejo Regulador de Denominación de Origen Ribera del Duero que querían apoyar su promoción cultural con un premio literario en torno a un libro de cuentos inédito. Empezaron las conversaciones, en las cuales desde el principio quedó claro que habría una libertad literaria absoluta, una apuesta exclusiva por la calidad y claridad en la metodología del premio, nítida. Todo está informado con una estadística completísima. Se convoca cada dos años y ya vamos por la quinta edición. Creo que es otro factor de la importancia del género. El premio está dotado con 50.000€ que es bastante más de la dotación de otros premios.
– ¿Cuál es el libro de vuestro catálogo que pondrías en una vitrina de oro?
– Hay un libro que para mí es fundamental porque además es muy fundacional de la editorial, concentra muchos elementos anímicos muy potentes que hacen que sea un libro decisivo para la editorial y es Pequeñas resistencias. Antología del nuevo cuento español que hicimos en el año 2002. De la selección se encargó Andrés Neuman y del prólogo José María Merino. Se ven a dos generaciones hermanándose y Andrés lo que hizo fue escoger a 30 escritores nacidos después de 1960 que al menos hubieran publicado un libro de cuentos antes del año 2000. Ahí se dieron cita muchos cuentistas que ahora forman parte del catálogo. Eloy Tizón, Hipólito Navarro, Care Santos, Ángel Zapata, el propio Neuman… están ahora en la editorial. Se convocó un acto que todavía la gente recuerda…
– En Páginas de Espuma no se tiene ese concepto de editor español que se lanza a Latinoamérica, vosotros ya habéis nacido con una visión global hispanohablante ¿no?
– Tenemos sede en Buenos Aires, también una sede muy importante en México… en ambos países se imprimen libros de Páginas de espuma. Es mejor imprimir en el país que se vaya a distribuir que exportarlo, esto encarece muchísimo el precio para el comprador del libro. Quien diga “yo como editor español me voy a expandir a Latinoamérica”, tiene ya un error de concepto gravísimo. Latinoamérica no es comparable a España, España es una vigésima parte de Latinoamérica, Allí hay 19 países con unas radicales diferencias y semejanzas. Y con un comportamiento de lectores, mercados, cultura y política, diferentes. Para atender bien todo el trabajo en Latinoamérica hay un tópico que es hacer el puente, pero los puentes, hay que hacerlos desde los dos puntos y se unen en el medio. Esto lo he aprendido yo de mis escritores que son de allí, pero viven aquí. Son autores que están fronterizos a todo, no son de aquí, pero ya no son tampoco de allá. Hay que estar allí, comer en sus restaurantes, palpar su cultura y realidad.
– Y a partir del 27 de noviembre y la recogida del premio en la FIL ¿qué?
– Pues nuestro ritmo de trabajo no va a cambiar, si acaso aumentará, tendremos a partir de ahora mayor responsabilidad y mayor exigencia, si cabe. Sobre todo frente a terceros que no nos conozcan, imagino que también habrá más demanda de la editorial para participar en foros y en debates y eso complicaría bastante nuestro exigente trabajo diario. Ya en los cinco años ha habido una demanda muy fuerte por parte del espacio latinoamericano hacia la editorial. Este verano hemos estado en un Congreso en Guatemala, en México… Es muy bueno, pero es muy cansado, sobre todo cuando vuelves y tienes la mesa hasta arriba de trabajo que nadie hace por ti.
– Después de este premio, seguro que vendrán muchos más, pero a mí me gustaría saber cómo te gustaría que recordaran tu labor como editor.
– Hemos sido un factor más para crear un espacio lector y no le pondría ni etiqueta. No pondría espacio lector de cuento, no. Ojalá se pudiera considerar esto: que en una época en que la lectura compite con otros muchos factores de ocio, hemos podido ser un puntal para el fomento de la lectura.
– ¿Y a Juan Casamayor?
– Más allá de mi labor profesional y germana (yo he tenido formación germana), he sido capaz de establecer lazos personales con aquellos con los que he trabajado, no solo con los autores, también con distribuidores, prensa, libreros… Ese es el mayor premio que hemos tenido. A raíz del premio hemos recibido miles de mensajes muy cariñosos y correos felicitando a la editorial. Esto te hace sentir muy querido y valorado. Este premio es de todos.
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Fotos: Lisbeth Salas
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