Babelia entrevista a Juan Luis Cebrián, el fundador y primer director de El País, que acaba de publicar sus memorias en la editorial Debate con el título de Primera página.
Cuando en 1988 Juan Luis Cebrián dejó la dirección de este periódico para convertirse en consejero delegado de su empresa editora —PRISA—, tenía 44 años. Había sido, con 31, el primer director de un diario que desde su aparición, el 4 de mayo de 1976, se convirtió en emblema de la transición española. En una sala contigua a su despacho de la Gran Vía madrileña habla de Primera página(Debate), las memorias que acaba de publicar.
PREGUNTA. Sorprende lo joven que llegó a dirigirlo todo.
RESPUESTA. Era el más joven de las reuniones hasta que empecé a ser el más viejo. Pero no soy yo, es un tema generacional. Yo tenía 31 años; el líder de la oposición, Felipe González, 33; el Rey, 37. La generación del 68 vivió transformaciones importantes: sacudidas en la cultura dominante de la izquierda (la invasión soviética de Checoslovaquia, la socialdemocracia nórdica), la liberación sexual, las transformaciones en la Iglesia católica después del Concilio Vaticano II…P. La religión está muy presente en sus memorias. Cuenta pocas intimidades, pero relata el acoso sexual por parte de un sacerdote. ¿Era importante contarlo?
R. Sí, pero no tanto por ese incidente, que no me marcó demasiado, sino porque la pederastia en los colegios era algo extendido aunque no lo supiéramos entonces. La influencia de la Iglesia es importante en mi generación. Los templos pasaron de ser el símbolo del poder franquista a refugio de la oposición con fenómenos como el de los curas obreros. Fue crucial que el cardenal Tarancón renunciara a apoyar a un partido demócrata cristiano. La Iglesia fue más neutral entonces que en el siglo XXI, con Rouco y las manifestaciones de obispos.
P. ¿Hubo muchas renuncias en la Transición?
R. Muchísimas. Por las dos partes. Empezando por renunciar a exigir responsabilidades. No fue casual, fue pactado porque había mucho miedo. Quizá no a una guerra civil, pero sí a una intervención del Ejército. También por parte de los franquistas: a esa exigencia de responsabilidades. El miedo funcionó como motor de consenso. Se amnistió a los asesinos de Carrero Blanco y se amnistiaron los crímenes del franquismo. Eso fue la Transición: un acuerdo entre españoles que miraban al futuro y renunciaban a hacer las cuentas del pasado.
P. Los nietos de la guerra quieren revisar ese acuerdo.
R. Me parece bien que se revise todo. Lo que no se puede revisar son los hechos de la historia; su interpretación, sí. La guerra la perdieron los demócratas y los españoles de la posguerra convivimos con eso toda nuestra infancia y juventud. Siempre he pensado: si esto nos toca a los hijos de los vencedores, qué no les habrá tocado a los hijos de los vencidos.
«Hay una derechización general de los comportamientos, incluso en sectores de la izquierda. Para mí lo importante es la democracia»
P. ¿Qué le parece la Ley de Memoria Histórica?
R. Para la memoria histórica no existen leyes. Los enterramientos en las tapias de los cementerios son ilegales. Cualquier alcalde podía haber ido a un juez y levantarlos. Me parece normal eliminar símbolos franquistas. El primero fue una inmensa imagen del yugo y las flechas que había en la calle de Alcalá. La apeó Adolfo Suárez. No necesitas leyes sino voluntad política. Voluntad y tacto.
P. Dejó la dirección de EL PAÍS hace 28 años. ¿Echa de menos la redacción?
R. Eso se echa de menos siempre, aun siendo director. Un director de periódico es, obviamente, un periodista, pero también una especie de embajador, de relaciones públicas.
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Título: Primera página. Autor: Juan Luis Cebrián. Editorial: Debate. Venta: Amazon y FNAC.
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