Los poemas que aquí se reproducen pertenecen a la primera parte del libro Epidemia de fuego (Premio Barcarola de Poesía, 2016), publicado en 2017 por la editorial Nausicaa.
Dicha parte se titula “Diario de un parado” y es una suerte de mirada sobre los años de la crisis, en forma de versos; aludo en ellos a diversos acontecimientos que tuvieron lugar en los tiempos más duros de la recesión. Algo así como “poesía social», modestia aparte, a pesar de que, hasta hace poco, yo no contemplaba siquiera la posibilidad de escribir nada parecido.
Hace años, para una antología de poesía de Domingo Sánchez Mesa, escribí al respecto lo siguiente:
«La función que ejerce el arte en la sociedad depende sobre todo del momento histórico en que ésta se encuentra. Es difícil que la lírica signifique ahora lo que en la época de Garcilaso porque, por ejemplo —como diría Robert Laffont—, los editores de poesía actualmente tienen el honor, ya que no el placer, de perder dinero muchas veces publicándola. Si hablamos de una función social de la poesía, desde luego en nuestros tiempos no es la misma que antaño. Aunque se puede clamar contra la injusticia, la culpa y la vergüenza a verso limpio, no creo que la poesía sea más eficaz para eso que un programa de la tele a una hora apropiada, o que la columna de un periódico.”
Pero, tras meditar mucho sobre los efectos de la gran recesión que ha vivido Europa, supongo que he cambiado de idea al respecto. Por fortuna, no me importa cambiar de opinión. Cuando se pierde la razón, lo mejor es intentar encontrarla.
Llegó un momento en que sentí la necesidad de utilizar la poesía para contar cosas que no podría haber dicho en un periódico o en una televisión. Fruto de ese impulso nació la primera parte de Epidemia de fuego, que en realidad es un libro que podría haberse titulado Crónica de los años oscuros, o Mercado de valores, pero que al final terminó siendo el «Diario de un parado».
Las otras dos partes del volumen tienen un signo algo diferente. En una de ellas cuento cómo cultivar un jardín,
y en la otra hablo del amor como una devoción, un arte marcial, una disciplina o quizá una lucha.
Y es que…, es cierto: vivimos tiempos duros, intensos, abrasadores. Una epidemia de fuego, que diría René Char.
POEMAS
ESTADOS UNIDOS ABANDONA IRAK, QUE SIGUE SUMIDO EN EL CAOS
(30-8-2010)
Yo era un marine joven
y viejos amigos me decían
‘hasta las flores
saben cuándo no es primavera’.
No tenía esperanza
y pensaba
vender mi vida
tan cara como pudiera.
—Ya sabéis que trabajo
con la hipótesis del alba, y poco más—.
He disparado
en Faluya palabras
de perdón, en llamas, que contaban
sus sílabas
en golpes de silencio.
‘Ya eres un hombre
de diecinueve años’,
me han dicho esta mañana,
un hombre
que no encontrará el amor en Nínive
ni en Babilonia.
Eres tan sólo un hombre.
Unas pocas letras
como golosinas de claridad
en un macuto de campaña,
y un para qué en la hierba.
Me queda un poco de azul libre
en los ojos,
el esto no tiene remedio de las fotografías.
Ofrezco mi negrura
como un salmo.
Voy hacia el Oeste,
allí donde la noche
carece de importancia,
y se rompen los cristales
por el fragor del amanecer tras las ventanas.
Vengo de Mesopotamia,
quiero decir, República de Irak.
Creedme.
En el bosque estepario
de los montes Zagros
la muerte habla la lengua
de la verdad,
y el gas
es un producto agrícola
de la melancolía.
MUERE LUIS GARCÍA BERLANGA
(13-11-2010)
El sexo, flor no abierta
Luis Cernuda
La belleza
hace sus trabajos en la madera de la cama.
Y las rompientes de tu falda
al subir la escalera.
Y te quejas.
Como si dejar
mi corazón
encima de la mesita
de noche
no bastase
para que empiece
el alba.
Las lecciones de las Hébridas
me han exiliado
lejos del único poema que sabría escribir.
Mujer que reflexiona
largo rato,
debajo de tus gemidos
esta aventura
que no es niebla
ni noche
ni alguna vez.
Pero el viento es dulce, y me deja contarle desventuras. Y la herida que me has
hecho puedo
trasportarla con cuidado envuelta en una hoja de col. Salgo del lupanar dando
traspiés. Todo es
exacto aquí. La realidad, el helor de tu piel, este reino extranjero de pensamientos
en voz alta,
de aires umbríos y pequeñas balas de lluvia. El charol de tus ojos. Unos trapos
con los que vestirme
y salir a la calle, hechos con el recuerdo de otra oscuridad.
—Cada amanecer me ofrece
su fotograma de luz—.
Soy un hombre capaz de comprender muchas cosas, si me esforzara,
incluso todas las necesarias
para vivir. Y, sin embargo, me entrego como un soldado, amante,
vivo, triste, en ascuas.
Soy el fantasma de la noche en Loch Linnhe, con cuatro guineas en el
cinturón y el orgullo a treinta millas
de tu lecho, ese lugar donde vive, —siempreviva— el amor.
Fuera, lejos de ti, en las ramblas, juegan unos niños. Y hay centinelas
que vigilan los trabajos del Sol.
EL PRESIDENTE BEN ALÍ HUYE DEL PAÍS
(14-1-2011)
DESPUÉS DE UN MES DE PROTESTAS POPULARES
CONTRA LA SITUACIÓN ECONÓMICA, SANGRIENTAMENTE
REPRIMIDAS POR LAS FUERZAS DE SEGURIDAD…
Y ruedan por las plazas
palabras como esmeraldas hechas
de mar, palabras que no caben
en mis manos,
que visten los andrajos
del quizás, y unos niños
de labios escarlatas
sostienen el laberinto
amurallado de las dunas,
y también lloran
por las plazas
los turistas, las hijas
de un granjero
de Oklahoma
con su bolso de escamas
de pescado y ese modo de andar
de las tías buenas sin chádor.
En Túnez, el aire se viste
de uniforme, de idea fija
encerrada en la sien
de un policía y, en pública subasta,
se adjudica la aurora
a Mohamed Ghannouchi,
primer ministro del ejército
que pone una paz incierta
en las olas de arena,
en la mirada de madera
del joven que recoge
pedacitos del mármol
de las sombras
para pagarse el bocadillo
de carne de magnolia; del muchacho
que sólo piensa en sí mismo,
en la brasa de ese grito
atrancado en su garganta.
Porque la vida en Enero
está muy cara, y la tarde
no es más que lana oscura
del desierto, y las plazas
reciben instrucciones
de un sol muerto de hambre,
igual que el chico que ayer
al fin se pegó fuego
y ardió como quien
ya no quiere nada,
salvo seguir soñando
con caballos y pan y nubes
amarillas.
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