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«Érase una vez…» el cine de animación en color en España

«Érase una vez…» el cine de animación en color en España

Con el advenimiento del cinematógrafo, se veía cumplido uno de los anhelos del ser humano: lograr captar las imágenes en movimiento, pudiendo reproducirlas las veces que se quisiera, superando el carácter efímero del existir. Un milagro cuya base científica se explicaba a través del denominado como fenómeno Phi —ilusión óptica originada en el cerebro que provoca la percepción de movimiento en una sucesión de imágenes estáticas reproducidas a una velocidad determinada—.

Las primeras filmaciones tenían una naturaleza documental, pues antes que la ficción interesaba recoger lo que estaba sucediendo. Así, los hermanos August y Louis Lumière salieron a la calle con su cámara y su trípode y giraron la manivela al compás de salidas de obreros de fábricas, llegadas de trenes o el oleaje del mar. No obstante, no tardaron en filmarse tramas o escenas de argumento y, con ello, las historias creadas e incluso imaginarias. Georges Méliès representa ese aspecto mágico o soñado del cine, pero otros contribuyeron a hacer realidad lo imposible. Entre otras cuestiones, se logró dar vida a lo inanimado mediante diferentes trucajes, siendo el principal el denominado como stop motion. Uno de los pioneros en este sentido fue el español Segundo de Chomón —con joyas como La Maison ensorcelée (“La casa embrujada”, 1907) o Hôtel électrique (“El hotel eléctrico”, 1908)—, quien a su vez contribuyó con muchos otros trucajes o avances técnicos —fue iniciador, por ejemplo, del travelling— con los que el séptimo arte comenzaba a describir su propio lenguaje.

En el ámbito anglófono destacaron pioneros como los británicos Arthur Melbourne Cooper o James Stuart Blackton; este último se considera el primero en realizar una película de dibujos animados. El título inaugurador en cuestión fue Humorous Phases of Funny Faces (“Fases humorísticas de caras divertidas”, 1906). En ella la mano del propio autor dibujaba sobre pizarra una serie de personajes que mágicamente “cobraban vida”.

"En nuestro país serían Garbancito de la Mancha y Cenicienta los protagonistas de las dos películas inauguradoras de este género"

Tuvieron que pasar más de treinta años para que llegase el primer largometraje de dibujos animados y en color. La película en cuestión fue Snow White and the Seven Dwarfs (“Blancanieves y los siete enanitos”, 1937). Producida por Walt Disney, rompió el tabú de que una película de dibujos animados pudiese resultar tediosa para el público por encima de una duración de cortometraje. La calidad del argumento y de la factura técnica, la inclusión de partes musicales, romance y comedia fueron los ingredientes que posibilitaron su éxito. Y por encima de todo ello, la gran capacidad de Disney para imaginar, cohesionar y materializar cada uno de estos elementos.

Dos años después, Dave y Max Fleischer realizaron el segundo largometraje de animación en color, titulado Gulliver’s Travels (“Los viajes de Gulliver”, 1939).

Si Blancanieves y Gulliver fueron los personajes escogidos para protagonizar las dos primeras películas de animación internacionales, en nuestro país serían Garbancito de la Mancha y Cenicienta los protagonistas de las dos películas inauguradoras de este género. La primera, seis años después de Gulliver’s Travels. Los encargados de llevar a la pantalla dicho hito de la técnica cinematográfica española —y europea, pues está considerada también la primera película de este tipo realizada en el continente— fueron José María Blay y Arturo Moreno, con su productora Balet y Blay. Titulada como su protagonista, Garbancito de la Mancha se llevó a cabo en Barcelona, por lo que la cultura catalana será fundamental para su temática. En concreto, el nombre del personaje protagonista nos remite a Patufet (“Garbancito”), personaje popular de dicha región española. Inevitablemente, la otra parte de su nombre nos conducirá al protagonista de la obra inmortal de Miguel de Cervantes Don Quijote de la Mancha. Ideado por Julián Pemartín para su cuento homónimo publicado en 1943, fue adaptado al celuloide dos años después de su creación. Los productores planeaban poder exportar su producto fuera de España, por lo que buscaron el favor del régimen franquista basándose en un relato del citado autor, quien además de escritor ocasional era procurador de las Cortes. El film fue declarado de Interés Nacional y obtuvo el premio del Sindicato Español del Espectáculo. También contó con la banda sonora del afamado compositor de zarzuelas y revistas Jacinto Guerrero —El huésped del sevillano (1926), ¡Cinco minutos nada menos! (1944)—.

"Fue precisamente en Cataluña donde se produciría el segundo largometraje de dibujos animados más importante en color, cinco años después: Érase una vez..."

Así Garbancito se convirtió en la excepción que confirmaba la regla, pues las condiciones en que el cine de animación tuvo lugar en España fueron mucho más difíciles que aquellas con las que contaban en territorio estadounidense. Para empezar, en los años treinta América poseía una gran infraestructura, al ser centro de la industria cinematográfica. En segundo lugar, hacía tan solo seis años que había concluido la guerra civil en nuestro país y la posguerra unida a una dictadura imposibilitaban sacar adelante muchos de los proyectos creativos que se buscaban materializar. Puede considerarse por tanto un “milagro” que la productora Balet y Blay lograra erigirse como la primera en sacar adelante un largometraje de animación, a pesar de la ausencia de recursos necesarios para llevarlo a cabo —de hecho, hubo que importar celuloide desde Suiza y posteriormente exportar el material filmado para revelarlo, al carecer España de laboratorios de color—. Fue precisamente en Cataluña donde se produciría el segundo largometraje de dibujos animados más importante en color, cinco años después: Érase una vez… (1950).

Por entonces, algunos “aventureros” ya habían intentado dar los primeros pasos de un cine animado español. En el terreno del stop motion, por ejemplo, cabe destacar El intrépido Raúl —cortometraje realizado en 1936 por Feliciano Pérez y Arturo Beringola y estrenado en 1947 bajo el título de La princesa y el dragón— o Salvador Gijón y su Trilogía del rapto en palacio (1944-1945). En este sentido, la Filmoteca Española realizó el pasado 29 de diciembre de 2022 una interesante sesión sobre este género coordinada por el experto Adrián Encinas y titulada Cuentos en stop motion, donde además de poder visualizarse algunos de estos trabajos se incluyen dos cortometrajes de Christen (Tino) Blom-Dahl —cónsul noruego instalado en Valencia que tenía como hobby la animación stop motion autodidacta en 8mm—. Del mismo modo, esta institución se ha encargado de llevar a cabo la recuperación de las dos películas de dibujos animados citadas.

"Fue en un almacén de las afueras de Nueva York donde David Bull adquirió un gran lote de películas al peso en 2018; al inventariarlas, descubrió unos nitratos rotulados con el título de la película"

En el caso de Garbancito de la Mancha, la película llevaba muchos años perdida, conservándose sólo en algunas copias que carecían del sistema de color original empleado —en España la Filmoteca de Catalunya sólo poseía un fotograma en el sistema original, mientras que el British Film Institute de Londres conservaba dos rollos en 35mm de los diez de los que estaba constituida originalmente la película—. Algo que parece incomprensible, pues, en palabras de Josetxo Cerdán —director de la Filmoteca en el momento en que tuvo lugar la recuperación del film—, la película alcanzó gran popularidad en la época, al generar lo que actualmente denominamos merchandising: “álbumes de cromos, figuritas… es decir, toda una serie de elementos que se comercializan alrededor del éxito de la película”. El que se convirtiera en un gran acontecimiento fílmico hizo que trascendiera las propias fronteras ibéricas, llegando hasta Estados Unidos.

Fue en un almacén de las afueras de Nueva York donde David Bull —un coleccionista especializado en cine de animación— adquirió un gran lote de películas al peso en 2018; al inventariarlas descubrió unos nitratos rotulados con el título de la película. En total, ocho de los diez rollos originales con el sistema de color DufayChrome empleado para su producción. Bull declaró: “Sé que Blancanieves es la primera película animada de Estados Unidos y lo importante que es para nosotros, así que imaginé que Garbancito de la Mancha probablemente sería igual de importante para España. Sentí el peso de su importancia y significado, tanto cultural como histórico”. La Filmoteca adquirió los rollos por algo más de 5.000 euros y acometió en 2020 una copia digital basándose en los colores originales conservados del sistema DufayChrome. Éste poseía numerosas ventajas respecto de otros empleados en films animados anteriores, pues se valía —en palabras de la directora del Centro de Conservación y Restauración de la Filmoteca, Marian del Egido—, de una “malla con los tres colores primarios ya impresos en el propio soporte de la película”, la cual permitía “grabar la película y proyectarla” viéndose en color, abaratando costes y tiempo frente al sistema empleado por Disney.

Tras el éxito en taquilla de Garbancito, Blay y Moreno se embarcaron en otro largometraje animado, Alegres vacaciones (1948), donde la influencia de The Three Caballeros (“Los tres caballeros”, 1944) de Disney es más que palpable, sobre todo al intercalar imágenes reales con animadas.

"No obstante, llegó la noticia de que Walt Disney acababa de registrar el título de la Cenicienta para su nuevo film y que no estaba dispuesto a negociar ningún tipo de trato"

Ante el auge que las películas de dibujos empezaban a tener en España, Estela Films decidió dedicar toda su infraestructura a producir un nuevo film animado que permitiera consolidar el formato del cine animado en nuestro país. Para el estreno de la productora, Josep Benet y Jordi Tusell tomaron como base cinematográfica el popular cuento de hadas de la Cenicienta, que pasaría a la posteridad literaria gracias a las versiones que harían de él Charles Perrault (1697) y los hermanos Grimm (1812). La ambientación de corte renacentista corrió a cargo del historiador del arte Alejandro Cirici-Pellicer, director así mismo de la producción. Por su parte, la animación fue responsabilidad del gran José Escobar, conocido por ser el padre de Zipi y Zape, Carpanta, Toby o Petra, criada para todo. Ésta será la única película de animación que dirigirá —o, mejor dicho, que codirigirá junto a Cirici—. Él mismo en solitario se encargó de realizar 173 planos del filme sobre un total de 557. Escobar había sido animador desde los años treinta del pasado siglo, teniendo incluso la oportunidad de emigrar a EEUU para trabajar en la Paramount. Por último, el compositor y director de orquesta Rafael Ferrer diseñó la partitura.

Tras iniciarse el proyecto, todo parecía indicar que la película acabaría siendo otro gran éxito de la animación española; no obstante, llegó la noticia de que Walt Disney acababa de registrar el título de la Cenicienta para su nuevo film y que no estaba dispuesto a negociar ningún tipo de trato. Ante este varapalo, Estela Films decidió cambiar el nombre de la cinta por otro sugerido por unos niños de primaria: Érase una vez… Aún así, Escobar no abandonó la idea de utilizar el título de La Cenicienta, decidiendo enmarcar —en una especie de desafío— la ilustración del cartel de la película en una orla que contenía el nombre del cuento popular escrito en 14 idiomas. Además, también optó por recrear artesanalmente distintas técnicas de animación ideadas por la empresa de Disney, como el rotoscopio o la cámara multiplano. Finalmente, Érase una vez… pudo estrenarse en España un día antes que la película americana, obteniendo una considerable aceptación y siendo premiada en la Bienal de Venecia.

"La película pudo reestrenarse en la 70ª edición del Festival de San Sebastián el pasado mes de septiembre de 2022"

No obstante, la película fue quedando olvidada en el tiempo hasta desaparecer incluso su material original en color. Por aquel tiempo en España las copias de las películas eran destruidas al finalizar su distribución. Ello provocó que la Filmoteca Española conservara tan sólo una copia del film, y en blanco y negro. Cuando todo parecía perdido, algunos de los fotogramas en color aparecieron setenta años después, gracias a que fueron recortados en la época de los rollos originales que iban a ser destruidos. La finalidad era revenderlos en los colegios a los niños durante los recreos. Gracias a que algunas de estas “cerilleras” ambulantes se hicieron con dicho botín para comercializarlo, estos tesoros en forma de fotogramas llegaron a coleccionistas como Joan Gabriel Tharrats o Emilio de la Rosa, permitiendo posteriormente que durante ocho años se acometiera la recuperación de la película en color. Así lo afirma con cierto humor Luciano Berriatúa, uno de los responsables de este trabajo: “Los fotogramas de las cerilleras es un origen como de cuento. Es lo que tiene trabajar con una película de un cuento”. Junto a su mujer, Isabel Benavides, y gracias a estos fotogramas conservados, Berriatúa se encargó de “reimaginar” o “recrear” la película cromáticamente en formato digital. Al mismo tiempo que se llevaba a cabo dicho trabajo, la Filmoteca de Catalunya se encargó de restaurar la película, con Rosa Cardona a la cabeza, que describe así esta labor: “Capturamos con nuestro escáner la poca información de las copias que conservábamos en blanco y negro, muy castigadas, luego limpiamos las lesiones del paso del tiempo, estabilizamos las copias y, con Enric Giné, nos encargamos del tratamiento del sonido”.

Así, y gracias también a Félix Tussell —nieto del productor del film y propietario de los derechos del mismo— y de la distribuidora Lost & Found, la película pudo reestrenarse en la 70ª edición del Festival de San Sebastián el pasado mes de septiembre de 2022.

"Recuperando estos films prácticamente desconocidos para las nuevas generaciones, se hace justicia a la historia del cine español"

Estableciendo una comparación entre la película de Disney con Érase una vez… encontramos que la segunda se encuentra más cercana a la fuente original del cuento que la primera. En la versión de Cirici y Escobar la protagonista recibe el nombre de “condesita” y el estilo dibujístico de la cinta parece más cercano al de los estudios Fleischer que al de Disney. En este sentido podríamos decir lo mismo de Garbancito, pues ambas combinan personajes realistas con cartoons. El aire caricaturesco o cómico se encuentra todavía más presente en el film español, pudiendo decirse que Escobar introduce escenas cómicas más cercanas a los tebeos a los que él estaba más acostumbrado, pero también incluye escenas oníricas más propias del surrealismo. Además, a diferencia de Garbancito, Érase una vez sí introduce elementos propios de la cultura catalana —de Garbancito tan sólo se utiliza el nombre del personaje protagonista—, como el espunyolet o danza típica catalana que bailan la condesita y el príncipe cuando se conocen, una melodía de gran belleza y melancolía. Las referencias estéticas podrían incluso deberse en parte al imaginario de la primera etapa de Joan Miró, pues los elementos propios de obras como La masía (1921-1922) parecen reflejarse en los diferentes paisajes naturales y arquitectónicos de tipo bucólico del film. Para Esteve Riambau, director de la Filmoteca de Catalunya, si Érase una vez… resulta “una réplica al Garbancito de la Mancha”, la primera es un film “de signo ideológico absolutamente contrario”. La “variante quijotesca del cuento de Pulgarcito exaltaba los valores patrióticos de la época”, mientras que Érase una vez… “aglutinó diversos elementos catalanistas”.

Después de Érase una vez… llegaron otros proyectos que mantendrían la estela de la animación española, como Los sueños de Tay-Pi (Franz Winterstein, 1952), pero ninguno de ellos pareció superar a Érase una vez… Gracias a esta puesta en valor que ha logrado la Filmoteca, recuperando estos films prácticamente desconocidos para las nuevas generaciones —e incluso para las anteriores que, en su infancia, coincidieron en las épocas de estos films—, se hace justicia con unos films necesarios como piezas del puzle de la historia del cine español y, por ende, internacional.

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