Zenda reproduce a continuación el manifiesto de «Escritores con nuestra historia» contra el proyecto de reforma curricular de Enseñanza Secundaria
Ambos criterios revisionistas —el de ESO y Bachillerato— no están pensados para facilitar el aprendizaje al alumnado, no son el mero producto de una pedagogía de plastilina, inocente pero desatinada. Responden a un planteamiento ideológico que convierte la Historia es un magma, en una serie de fotogramas desconectados entre sí donde el tiempo histórico carece de sentido y, por consiguiente, los hechos no están integrados en una época concreta, sino que se enseñan descontextualizados. Esa fórmula hace que el alumnado caiga en el presentismo y juzgue el pasado con criterios del presente, lo que supone fertilizar el terreno para «la cultura de la cancelación»: la impugnación de todo hecho histórico, obra cultural o personaje considerado contrario a determinados valores identitarios actuales.
Por otra parte, acotar la enseñanza de la Historia de España en Bachillerato, limitarla a la Historia Contemporánea, es mucho más que mutilarle al alumnado el conocimiento de nuestro pasado. Supone dejar en el vacío y desenraizada toda la sociedad. Pues gran parte de lo que nos rodea pierde su significado y sentido: el santuario paleolítico de Altamira, el acueducto de Segovia, la catedral de Burgos o la Alhambra granadina; los nombres de nuestras ciudades —Barcelona, Zaragoza, Mahón— y de nuestros ríos —Ebro, Guadalquivir…—; las grandes obras pictóricas como La rendición de Breda, de Velázquez, o Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya; y las obras maestras de la literatura como El Cantar del Mío Cid o el Quijote. Eso supone borrar esa patria cultural común que nos acoge, que compartimos. Se trata de una contribución a la causa de nacionalistas y separatistas, pues se priva a los jóvenes de conocer la rica y densa historia que ha forjado nuestra actual nación, nuestras raíces compartidas, todo aquello que da sentido y cohesión a España. Ese silenciamiento de un pasado común constituye una censura intelectual y emocional, porque sólo se puede amar lo que se conoce.
La Prehistoria, la Hispania antigua, Al-Ándalus, la Reconquista, la Edad Moderna, el imperio, el borbónico siglo XVIII o el descubrimiento de América y la creación allí de una suerte de España replicada serán épocas amputadas del saber de los jóvenes. De esa manera desconocerán la evolución histórica de España y podrán ser mucho más manipulables por los discursos que, tratando de reinventar el pasado, justifiquen sus ensoñaciones políticas. El conocimiento es libertad, y el amordazamiento intelectual, totalitarismo.
La Historia es un flujo continuo de hechos acontecidos en etapas concretas, y desligar los acontecimientos y mentalidades de la época donde se desarrollaron constituye un dislate pedagógico: es como si los alumnos, con un mando a distancia, hiciesen un zapeo alocado por la Historia.
Pensamos que no debemos caer en el desánimo ni en la resignación, sino que apelamos a la conciencia colectiva para impulsar una rebelión cívica, pacífica, en la que cada cual tiene mucho que decir. Es ineludible y perentorio que esta Ley de Enseñanza sea revertida y retorne a la Educación Integral de nuestra Historia. Mientras, pese a este adoctrinamiento, habrá profesores que no dejarán de enseñar las etapas históricas extirpadas de las asignaturas, habrá escritores que publicarán novelas históricas y artículos para entretenimiento y aprendizaje de los lectores, habrá conferenciantes que hablarán de los momentos oscuros y también estelares de nuestro pasado, y seguiremos viendo algunas películas, series y documentales que fueron exitosos porque no caían en la manida Leyenda Negra. El borrado selectivo de la Historia de los centros de enseñanza no conseguirá borrarla de nuestras mentes y corazones. Ayudemos, entre todos, a apreciarla, difundirla y amarla.
El pasado común no se oculta, se enseña, y ello no sólo por puro enriquecimiento intelectual y emocional, sino para formar ciudadanos que, al igual que en tantos momentos de nuestra Historia, sepan vencer dificultades a fin de que prevalezca la voluntad de convivir en libertad en una nación democrática y heterogénea que, hoy como ayer, se llama España.
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Listado de firmantes:
Juan Eslava Galán
Carmen Posadas
Antonio Pérez Henares
Isabel San Sebastián
Jesús Sánchez Adalid
Emilio Lara
Almudena de Arteaga
José Calvo Poyato
Luz Gabás
José Ángel Mañas
Manuel Pimentel
Eva Díaz Pérez
Gonzalo Giner
Luis del Val
María Teresa Álvarez
Jesús Maeso
María Vila
Sandra Aza
Fernando Martínez Laínez
Isabel Abenia
Joaquín Leguina
Pilar de Aristegui
Julio Valdeón
Begoña Valero
Enrique Baquedano
Javier Lorenzo
Ignacio del Valle
María Pilar Queralt del Hierro
José Zoilo Hernández
Inocencio Arias
Daniel Arveras
David Porrinas
Javier Rubio Donzé
José María Álvarez
Olga Luján
David Gómez Domínguez
Ana Lena Rivera
César Cervera
Ángel Aponte Marín
Ramón Villa
Rafaela Cano
Eduardo Martínez Rico
Pablo Vega
Domingo Buesa
Tanto la historia como la geografía están heridas de muerte en una sociedad que sólo busca personas que ni sepan orientarse en el tiempo ni en el espacio, es decir, todas aquellas que sean dirigidas convenientemente según lo intereses de unos u otros.
Como geógrafo de los antiguos planes de estudios donde la historia era la asignatura troncal sólo pienso que es una auténtica vergüenza. Lo demás son cuestiones de estilo y zarandajas.
Gracias por abanderar esta reivindicación que es del todo acertada, aunque a la lista se deberían unir muchos más.
Un saludo
Manuel Cabezas Velasco, autor de «La huida del heresiarca»