La Operación Castigo representó un antes y un después en la concepción de guerra total que tanto defendía la Alemania nazi.
No obstante, entre 1942 y 1945 el bombardeo británico se dirigió en su mayoría contra la población civil de Alemania, “bombardeos de área”, dado que los aviones británicos no eran capaces de localizar objetivos más pequeños que una ciudad.
Hastings es capaz, una vez más, de reflejar en sus relatos históricos los dos verdaderos acicates que han movido la historia universal. Los egos, complejos, vanidades, defectos y virtudes de los hombres y mujeres que han pasado a formar parte de la historia y cómo ésta queda condicionada por sus pulsiones.
El ataque a la cuenca del Ruhr conllevaba aligerar el peso de los aviones para hacerlos más efectivos, crear bombas nunca antes usadas y diseñar un plan de ataque efectivo.
Para ejecutar la misión era necesario contar con aviadores “especiales”; así, se le encomienda a Guy Gibson el mando del Escuadrón 617 y al ingeniero Barnes Wallis el diseño de las bombas Upkeep, las cuales fueron cuestionadas hasta el último momento; de hecho, en las pruebas realizadas 15 días antes aún fallaban.
El reclutamiento que Hastings narra para escoger a los aviadores, las prácticas de vuelo bajo y todos los detalles de los días previos, el día del ataque, hacen que el autor nos imbuya en cada detalle de sus protagonistas, haciendo alarde, una vez más, de sus dotes documentales y narrativas. Recrea diálogos entre los tripulantes que bien pudieran usarse en otra película sobre la Operación Castigo.
Las presas del Sorpe y Ennepe aguantaron, la del Möhne fue volada, la presa del Eder también fue destruida después de no pocos intentos, con una pericia y valentía extrema de los pilotos.
Castigo pasa a la historia como una operación exitosa, pero Hastings deja documentada la ingente cantidad de errores estratégicos, que costaron la vida a un tercio de los tripulantes: falta de localización de las presas, desconocimiento sobre los materiales con las que estaban construidas, comandantes que dirigieran una parte de la operación, plan de vuelo para el regreso a la base de Scampton, etc.
En la operación Castigo se perdieron ocho de los diecinueve aviones con su tripulación, un coste “asumible” para el gobierno británico.
En el octavo capítulo, el autor deja constancia de las consecuencias militares y personales para los alemanes que sufrieron las inundaciones, en su mayoría presos extranjeros: unas 1500 personas perdieron la vida y los daños materiales fueron cuantiosos.
El final de este apasionante libro deja patente la inoperancia de Arthur Harris (Jefe del Comando de Bombarderos de la RAF), que además quiso atribuirse méritos ajenos en esta operación, así como muchas decisiones de sus superiores.
Menos de una cuarta parte de los hombres que atacaron las presas sobrevivieron al final de la guerra, y en el final del libro Hastings deja su reflexión personal sobre este hecho histórico, pero esa es otra historia.
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Autor: Max Hastings. Traductor: Gonzalo García. Título: Operación Castigo. Editorial: Crítica. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Que Hitler fuera un asesino no convierte a los aliados en angelitos, y mucho menos significa que los alemanes fueran culpables de forma colectiva. Recomiendo ‘Europa bajo los escombros’ de Fernando Paz sobre los bombardeos masivos contra la población civil alemana de los angloamericanos (no de los soviéticos). Asimismo, recomiendo ‘Other losses’ de James Bacque sobre los crímenes de guerra de los ‘buenos’.