Nuevo curso de verano de “Escritores con la Historia”, tras el gran impacto del pasado año, en la UIMP de Santander.
España tiene quien le escribe y quien la lee. Cada vez más, con mayor interés y en creciente número, y poco a poco desprendidos de los prejuicios acunados por mantras ideológicos y sectarios de uno y otro sentido. Si algo ha emergido es la pasión por el reencuentro con nuestra propia historia y la reivindicación de nuestro pasado colectivo. Es una pulsión que ha cuajado y se nutre cada vez más de las gentes llanas, de esas gentes del común que atesoran, más que algunas pretendidas y autoproclamadas élites, sentido común, dignidad como pueblo y conciencia de raíces comunes . Esas gentes que cuando afirman “esta es mi tierra” no están proclamando ninguna posesión, sino bien al contrario, su pertenencia, su vínculo con ella y con quienes lo comparten.
España sí tiene quien le escriba. Bien visible está y bien presente lo tienen ya las editoriales. Se le escribe mucho y, en ocasiones, muy bien y por los mejores. Los que no transitan, precisamente, por la vía del panfleto, la consigna, la pedrada y el anatema convertido en verdad y dogma sino por la investigación, la documentación y el acercamiento sin antojeras a un tiempo y a sus personajes medidos por sus hechos y las escalas de valores del momento en que vivieron. Los que se esfuerzan por indagar, ahondar, comprender y explicar y no caer en maniqueísmos de buenos o malos, héroes sin tacha o criminales congénitos, sino descifrar las claves de unos seres humanos y unas colectividades en un pasaje de la historia en la que dejaron huella profunda y semilla para los siglos venideros.
El cambio de actitud y la respuesta popular son evidentes. Y lo va siendo también su penetración en el pensamiento y los segmentos que, o bien se habían anclado en urnas de cristal y aislamiento, o pregonaban como axioma una presunta mancha vergonzante, de pecado original, universal e imborrable que pesa sobre todos nosotros. Queda, sin embargo, mucho de esto último y cada vez más exacerbado. Convocar como objetivo de una manifestación feminista el conseguir calificar el 12 de octubre de 1492 no como descubrimiento de un Nuevo Mundo sino como el día trágico de un genocidio planetario es prueba de ello. Pero la réplica es cada vez más ancha, larga y contundente, cada vez más formada y asentada en razones y documentos y hechos, cada vez más acorde con lo sucedido en aquellos aconteceres, sin caer en estúpidos presentismos juzgadores de actos de hace siglos con los códigos actuales. Es el conocimiento, en suma, quien ha de aventar la que sí es, en verdad, una visión impresa, con tintes de fanática ignorancia y espurias intenciones, en blanco y negro y cuya sentencia es siempre la de hacernos reos de toda suciedad y tiniebla, sin opción a luz ni grandeza alguna.
Los españoles están dando pasos firmes y cada vez más decididos en defensa de sí mismos. En su apoyo y ayuda acuden esos instrumentos tan propicios, tan queridos, tan al lado, por más que haya quien los quiera enviar a los desvanes: los libros. También comienzan a hacerlo medios de comunicación que no olvidan sino que reverdecen lo que es misión y responsabilidad con la sociedad, contribuyendo con espléndidos trabajos periodísticos a esa tarea, como es el palpable ejemplo de Zenda.
España tiene pues quien le escriba y quien la lea. Pero no tiene quien la cuente en las pantallas. Esa es nuestra gran falla. Y esa carencia es ahora en esta nueva sociedad, visual y digitalizada, algo absolutamente necesario, urgente e imprescindible. Es necesario contar a España en los nuevos formatos de comunicación masiva, la imagen, el cine, las televisiones, las series. Para las nuevas generaciones ese es el único sendero, la fuente casi exclusiva en la que muchos beben y de la que alimentan sus imaginarios colectivos. Es una verdadera necesidad como Nación, como factor de cohesión ciudadana y de base y aliento de futuro. Que se cuente España y que se cuente en imágenes.
Algo se ha hecho, y cuando se hace con una mínima dignidad se consigue de inmediato audiencia, reconocimiento y éxito, pues hay hambre colectiva de ello. Pero en esto estamos, sin duda, en la cola entre las naciones influyentes del mundo, donde los anglosajones y la gran potencia norteamericana nos llevan más de un siglo de ventaja y la sima aumenta cada día.
Tenemos un idioma universal, cada vez más fuerte y expansivo, y somos referentes literarios mundiales, al igual que lo somos en artes plásticas. En ello somos un gigante, pero en el nuevo mundo de la imagen, donde hoy se acrisolan e imponen los imaginarios globales, somos un enano y, encima, acomplejado.
Ese es el gran reto y habrá que afrontarlo. Como cuestión de Estado y con proyección de futuro debería hacerse. Pero hay en esa senda mucha duda y una pasada, y presente, retahíla de aprovechamientos y aprovechados que escaldan. No sería malo apelar a la iniciativa personal y colectiva, al coraje intelectual, el de verdad, que nunca será el apesebrado, y al empresarial. Porque no es por altruismo por lo que las editoriales se afanan en ello sino porque han encontrado ahí un filón muy productivo. Una veta que está ahí, a la espera de que se decida a invertir y trabajar en ella y que tiene los mejores metales y piedras preciosas en sus entrañas.
Eso sí, por favor, que en el cuento no seamos siempre los tontos, los sucios, los tenebrosos, los portadores de todos los pecados y maldades, no sigamos contándonos como “los malos” de todos los malos que en el cine han sido. Que alguna vez seamos, en una ocasión al menos, aunque no sea del todo —porque ni puro, ni inmaculado ni de bondad y heroicidad absoluta hay en el universo nadie— el “bueno” y “los buenos”, aunque sea solo un poco, aunque con algunos lamparones. Pero por una vez, que un español, y lo español —alguno habrá, digo yo, a lo largo de todos estos siglos y milenios—, sea el “bueno” de la película, y salga victorioso y ganando. A lo mejor, entonces, hasta algunos volvían al cine.
Pero mientras comenzamos al menos a intentar aprobar ese suspenso que nos deja en absoluta inferioridad e indefensión es preciso seguir haciendo todo lo que en nuestra mano esté. La asociación “Escritores con la Historia”, que tengo el honor de presidir, regresa, tras el gran impacto del pasado, a los Cursos de Verano del la UIMP en Santander. De nuevo podemos avanzar que la matrícula esta desbordada y el interés es máximo. Espero que podamos responder a este nuevo reto con el apoyo de todos. La novela histórica regresa a Santander.
Diecisiete autores, diecisiete conferencias y cinco mesas redondas serán los instrumentos para dar un buen repaso a algunos de los acontecimientos más importantes y trascendentales de nuestro pasado común. En el curso cuyo título es Novela histórica: El reencuentro con España (II) participarán Antonio Pérez Henares (Director), José Calvo Poyato (Secretario), Almudena de Arteaga, Alejandro Corral, José Luis Corral, Eva Díaz Pérez, Juan Eslava Galán, Augusto Ferrer Dalmau (Pintor), Fernando García de Cortázar, Emilio Lara, Jesús Maeso, Fernando Martínez Laínez, María Elvira Roca Barea, Jesús Sánchez Adalid, Isabel San Sebastián, María Vila y Luis Zueco.
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