Los contenidos literarios que se exigen en los temarios de Educación Secundaria son en muchas ocasiones imposibles de entender por los jóvenes actuales, a los que les animaría mucho más a la lectura el introducir en los temarios títulos actuales de género juvenil «con los que los adolescentes pueden sentirse identificados».
En España existen también experiencias en este sentido, ha detallado, con centros educativos que incorporan títulos actuales a sus asignaturas, pero mantienen un gran peso en ellas «y cuando, por ejemplo, los chavales se enfrentan al primer párrafo de La Regenta, no entienden nada».
«Yo creo que esa novela es una obra de arte, como puede serlo el Ulises de Joyce, pero los jóvenes no entienden ese vocabulario y existen otras novelas que tienen expresiones más coloquiales, más de ahora que sí comprenden, y eso puede ayudar», sostiene Fernández Vicente. Considera que «hay muchas cosas que se siguen haciendo de una manera porque siempre se han hecho así» y «como a nosotros nos han enseñado con unas obras determinadas son las que luego llevamos a las aulas» y «en muchas ocasiones somos nosotros mismos los que les tenemos que decir a los alumnos qué quieren decir los autores clásicos» y «al final les quitamos libertad a los chavales».
Al contrario que la idea extendida de que «los chicos de hoy no leen» ella sostiene que «sí lo hacen, aunque sea en pantallas» y «si en los libros les diéramos obras que no les supusieran un esfuerzo tremendo para comprender probablemente lograríamos despertar en ellos mucho más interés», incide la profesora de UNIR.
Además, existen «alternativas» como «una que se ha explorado en Estados Unidos» que es ofrecer en las aulas obras actuales juveniles «que incorporen los mismos temas que los clásicos», por ejemplo del Romeo y Julieta de Shakespeare, y luego es más fácil acercarse a esa obra». En esta línea, ella misma ha planteado un proyecto de investigación en el que plantea crear un proyecto de escape room literaria a partir del Ulises de Joyce, «con lo que se puede acceder a ese libro no de una forma lineal, como lo hemos hecho siempre, sino de una forma que se asemeja al uso de un ordenador, en el que puedes abrir diferentes pantallas a la vez» y «aquí se trataría de saltar de unas partes del libro a otras en función de lo que elige quien lee».
«Creo que podemos acercar a los chavales a la literatura de más formas que las clásicas, por medio de la tecnología o el cómic, por ejemplo», considera esta profesora, que sostiene que «hay que ayudar más a los chavales en esta tarea y tenemos herramientas para ello» porque «de lo contrario tendremos titulados analfabetos, que sean buenos en un campo, que sepan memorizar, pero que no sepan leer o analizar un texto», concluye.
«La heroica ciudad planchaba la oreja…»
En mis treinta y cinco años dando lengua y literatura española no puedo sino discrepar de lo que dice la especialista a quien alude el artículo. Desgraciadamente, la generación actual por lo general es incapaz de atender más de diez minutos una explicación y se pretende que el profesor les divierta. La proliferación de literatura juvenil, con su repertorio de tópicos, vocabulario no sencillo sino simplón, que instalan en el imaginario juvenil todos los elementos que combatimos en la aulas ( amor romanticoide, estereotipos sexistas, tramas inverosímiles en su estructura y ejecución, sometimiento a las estructuras de poder establecidas, respuestas individuales cuando no de matiz fascista frente a los abusos del sistema y del poder…) no ha hecho sino idiotizar al alumnado. Claro que no pueden entender La Regenta, ni tampoco Don Quijote. Pero para eso está el profesor, que actualmente y también por desgracia es menos especialista. Leer en voz alta textos, cuentos y comentarlos es más eficaz que dejarles 15 minutos para que lean lo que quieran. «Adiós, Cordera», «La resucitada» de Pardo Bazán, relatos cortos de Anderson Imbert, Merino, incluso de Maro Díez siguen siendo muy eficaces. Y hay un amplio abanico de calidad literaria en autores de prestigio y que son obras maestras, desde un policiaco a una novela de aventuras o ciencia ficción, des William Golding a Kenzaburo Oé. Sigue sorprendiendo la actualidad de Orwell O Salinger, la cantidad de alumnos y alumnas que se acercan a esos autores de manera voluntaria. Tanto daño como los caóticos planes de estudios de los distintos ministerios de todo corte y confección ha hecho en nuestra educación como esa pseudo literatura comercial y superventas llamada juvenil y mal llamada literatura. Leer en voz alta, leerles, explicar, comentar. Entender qué resolver una dificultad de comprensión abre muchas puerta a tu futuro y que quedarte con lo simple y trivial no solo te la cierra sino que te deja a merced de quienes se pueden permitir pagar una buena formación. Los profesores que ponen literatura juvenil son unos canallas, decía José Donoso, alguien a quien hoy nadie lee .