Fue la ganadora más joven del Premio Planeta, con Melocotones helados (1999), y a día de hoy sigue ostentando ese particular título. Pero fue Irlanda (1998, Planeta) su primera novela publicada, una novela debut que ya se alzó con el Premio Millepage, otorgado por los libreros franceses a la novela revelación extranjera. Para celebrar esos veinte años desde su primera publicación, Espido Freire lanza Floral, una fragancia acompañada de un relato inédito. Ambas, según la autora, cuentan historias. La idea es que el perfume complete el relato y el relato explique el perfume. Para la autora huele al recuerdo de una infancia en un jardín, a la sensación de un mundo que aún estaba en orden, cuando nos rodeaban los árboles, las flores y un mundo todavía por descubrir.
Serena, curiosa y elegante, Espido Freire cuenta con veinte años de trayectoria más bien atípica. A su escritura atrevida, dotada de cierto carácter soñador —a menudo con tintes oscuros—, se une su carácter inquieto: ha traducido libros, colabora con diversos medios tanto impresos como radiofónicos, participa en tertulias televisivas, colabora con marcas de moda e instituciones, creó una escuela literaria, es tan activa en su blog como en Instagram, ha alzado la voz en defensa de los animales y para hablar de la bulimia o la depresión, forma parte del colectivo artístico fundado por Fernando Marías Hijos de Mary Shelley, y ha escrito ensayo, poesía, literatura juvenil, relatos y novela. Por si fuera poco, acaba de estrenar sección en Zenda. En la presentación de Floral aseguraba: «Quienes me conocen, desde niña o desde algo después, sabréis que para mí no existe vida si no hay movimiento, si no hay un nuevo reto, si no hay algo que me obligue a dar unos pasos fuera de donde me siento segura. Y Floral era eso, era hacer algo que ningún escritor había hecho hasta ahora, que era unir sus historias a un perfume».
«Noviembre es un mes que siempre necesita flores y necesita luz porque si no, nos va devorando poco a poco en el camino hacia la oscuridad. Cuando hace veinte años comencé a publicar, cuando me acerqué al mundo de la literatura por primera vez, no podía imaginar que dentro de veinte años me encontraría no tanto hablando de literatura como de historias, hablando de cómo contar historias. Hablando de todas las otras maneras en las que a un lector o a un oyente, o a un curioso, o a alguien que está ahí entre la inquietud y el aburrimiento se le puede calmar, se le puede rescatar del pasado con una historia. Cuando se iba acercando mi aniversario —veinte años son muchos en este mundo tan movedizo en el que yo me muevo— la idea era hacer un regalo. Pero no sabía muy bien cuál. Y entonces apareció Magasalfa y la oportunidad de traducir ese regalo, ese universo y ese mundo a un perfume. En una fiesta apareció Agustín, y acabamos en un rinconcito, cabeza con cabeza, mientras iba saliendo música, historia, literatura… Y fue saliendo algo que para mí era muy importante: la generosidad de alguien que sabe tanto y que nunca te hace sentir que tú eres ignorante. Os habréis encontrado con maestros a lo largo de vuestra vida, maestros que os habrán enseñado asignaturas que no pensabais que os iban a gustar tanto. Es lo que ha sido Agustín para mí. Y verle trabajar, verle cómo iban las distintas notas, era ver trabajar al director de una orquesta invisible: cada nota era un instrumento. Para mí, que me dediqué a la música hace muchos años, cuando era casi una niña, era algo reconocible», asegura Espido Freire.
Agustí Vidal, perfumista responsable de lo que está dentro de la botella creada por Magasalfa, el «guía dentro del laberinto» de Espido Freire, definía Floral como «una historia de frutas, como esos melocotones que son tan caros de Espido, pero sobre todo de fresias, de orquídeas, todo engarzado en un bouquet de flores en el que destacan la fresia y el jazmín, y en el último capítulo un complejo de maderas en el que el sándalo es el más importante, y el almizcle, el olor de la piel». “No puedo imaginar un perfume que se asocie más a la feminidad que el de las flores blancas: contundente, sensual, floral, evocador e inolvidable. Si algo tenía claro para Floral era que esa esencia debía perdurar en el tiempo y la memoria, como una buena historia, como el jardín donde fuimos una vez felices”, añade la escritora.
—Con el lanzamiento de Floral quiere celebrar los 20 años transcurridos desde la publicación de su primera novela, Irlanda. ¿Cuál sería el balance vital y literario de estos años?
—El balance vital es el esperado desde ser una jovencita de 23 años a una mujer de mi edad: mucho vivido, mucho sufrido, grandes alegrías y descubrimientos y una mayor comprensión de este caos siempre en movimiento. El laboral es más sencillo: he sobrevivido en un mundo complicado, he publicado en casi todos los géneros, me han acompañado los lectores… Premios, proyectos, muchísima experiencia, alguna decepción, la crisis, que arrasó con tantas cosas… He hecho lo que he querido siempre, no me ha asustado equivocarme, y no he dejado hasta ahora caminos laborales que me apetecieran por explorar. No mucha gente puede decir eso. Y tengo la impresión de que es solo el inicio.
—¿De qué habla Floral?
—Floral habla del intercambio de estos mundos. Para mí es el recuerdo de una infancia en un jardín, porque desde mi primera obra siempre escribo sobre eso. Siempre estoy hablando sobre los jardines que nos faltan, los reales y los imaginarios. Sobre ese momento en que siendo casi unas niñas nos hemos escondido dentro de un arbusto, nos hemos perdido en la raíz de un árbol o hemos subido arriba, o hemos querido escondernos de los mayores en un campo de cebada o trigo, o entre los geranios del balcón de los abuelos. La naturaleza como cómplice, como algo que forma parte de nosotros pero es más sabia y más grande. Y como yo he tenido la suerte de tener dos jardines en dos casas distintas, la de mis abuelos maternos y la de mis abuelos paternos, y de explorar entre los eucaliptos, y las camelias, y las rosas y todo aquello, mi universo está plagado de eso. Yo no podía hablar de una historia de hace veinte años sin hablar de cuando era niña, lo mismo que no puedo hablar del tiempo sin hablar de la pérdida y de cómo se recupera ese tiempo a través de las palabras. Si algo nos permite un perfume es volar a través de las emociones. Si algo nos permite una palabra es regresar al momento exacto en que fue dicha. Creo que esas dos cosas se dan en Floral, en Floral perfume y en Floral libro. Para todo lo demás me quedan los lectores, los seguidores, me quedan aquellos que se acercan a través de las letras o de la imagen, o del perfume, o de aquellos caminos curiosos del azar que como dentro de un laberinto hacen que nos encontremos dentro de las flores, dentro de las historias, o dentro de las palabras.
—Además de una potente carrera literaria, tiene una marcada presencia en medios y redes sociales. ¿Qué es lo mejor y lo peor de esa repercusión mediática?
—La presencia en medios me ha acompañado desde siempre. La de las redes sociales es mucho más reciente, y la he enfocado con la misma seriedad y con el mismo interés que cualquier herramienta que pueda ayudarme en mi carrera. No tengo redes personales. Lo mejor es, quizás, la atención que reciben mis libros, y mis proyectos, y la sensación de que hay un avance. Y el cariño recibido. Lectores y seguidores son de un atento, de un amable conmigo que a veces me conmueve. Intento corresponderles en la medida en la que puedo. Lo peor, las posibilidades de ser malinterpretada o juzgada a la ligera, los titulares tendenciosos. Lo inevitable cuando te exponen o te expones.
—¿De dónde surge la idea de asociar un relato con un perfume?
—Es algo casi natural: las historias se escuchan y traen consigo toda una serie de sensaciones; era una tentación plasmarlo en un perfume, y la nariz de Agustí Vidal fue clave para interpretar qué se encontraba en mi cabeza y en mi historia. Creí que sería un regalo bonito para mis lectores.
—Entre las plantas y aromas de las líneas de Floral se esconden dos temas: los recuerdos y la identidad. Aparte de ser dos obsesiones del ser humano, ¿cree que son una constante en su obra?
—Sí. Y añadiría una tercera: el lado oscuro del ser humano. Lo no dicho, lo no contado.
—Su última novela, Llamadme Alejandra, ha sido galardonada con el premio Azorín. ¿Qué es lo siguiente que pueden esperar sus lectores?
—Hay muchas ideas en marcha: sigo con la literatura juvenil y el teatro, quizás novela, quizás ensayo… Y mi ultimísimo proyecto: una sección audivisual en Zenda, Dentro del Laberinto, donde hablo de las dudas literarias que plantean los lectores. Siempre he sido inquieta, y tengo la impresión de que eso no va a atenuarse con la edad.
Las notas de Floral
Sus notas de salida brotan con la mandarina, el exuberante frescor de la bergamota de Calabria, el jugoso elixir de frutas de ciruela y un aterciopelado melocotón. Da paso a una fragancia con corazón floral gracias a las notas de las orquídeas, fresias, el jazmín, la sofisticación de la violeta y la magnolia, que termina con notas de fondo propias del sándalo envuelto en un halo de cedro y almizcle blanco.
Fotos: Magasalfa. Portada: @nikajimenez
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