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Espido Freire y Antonio Lorente rememoran 20 historias de amor de la literatura

Espido Freire y Antonio Lorente rememoran 20 historias de amor de la literatura

El adulterio no solo es el tema por excelencia de la novela realista —Madame Bovary (1857), Ana Karenina (1877), La regenta (1884-85)—: es el argumento preponderante en cuanta literatura ha inspirado el amor. Si las pusiéramos así, una detrás de otra, todas las historias de parejas, el montante total de los amores adulterinos sería muy superior al de los llamados puros por no deberse a una fidelidad anterior. Cabe, por tanto, estimar si aquello que unió a la reina Ginebra y Lanzarote en el mítico Camelot es más romántico que aquella inspiración, más poderosa que la vida, que magnetizó a Romeo y a Julieta en la Verona renacentista hasta que la muerte les separó. Porque también está escrito que solo la Parca separa a quienes se han amado mucho.

Desde la perspectiva de nuestro tiempo y en la edad adulta, Espido Freire defiende que Lanzarote y Ginebra son más románticos. “Su adulterio tiene mucha más miga. Al fin y al cabo, lo de Romeo y Julieta no deja de ser una relación entre dos niños de 14 y 15 años y no tienen con qué compararlo. Ginebra, sin embargo, está casada con Arturo, y Lanzarote está casado con Elaine. Ella es una reina, él un caballero. Por lo tanto, los dos corren un riesgo personal y social mucho mayor, y lo asumen”.

"Ambas parejas cuentan entre las 20, de entre las más celebradas de toda la historia de la literatura, traídas a las páginas de Grandes amores"

Ambas parejas cuentan entre las 20, de entre las más celebradas de toda la historia de la literatura, traídas a las páginas de Grandes amores (Edelvides), un álbum, más que un libro, ya que cuenta con otra veintena de espléndidas ilustraciones —a modo de carteles cinematográficos—, obra de Antonio Lorente. No es una obra dirigida exclusivamente a los jóvenes lectores, como podría deducirse, dada la dedicación de Edelvives a los libros de texto y educativos. “Es un libro para los jóvenes lectores, pero no solo para ellos. No va dirigido a ninguna edad determinada”, explica Lorente, uno de los ilustradores habituales de la editorial. “Yo vengo de los clásicos, de ilustrar grandes clásicos, y la gente que se acerca en las ferias para que les firme los álbumes son de todas las edades. No solo niños. Creo que Grandes amores, al ser un álbum muy didáctico, es un libro para todos los públicos”. Y Espido añade, recordando a su compañero en esta aventura editorial: “Es un libro que los niños pueden leer. Pero los padres no les van a dejar que lo hagan solos: las páginas son satinadas y las van a pasar con guantes”.

“Al final es un álbum y van a querer conservarlo”, añade Lorente, que mezcla en su trabajo técnicas tan clásicas como el óleo con los procedimientos digitales.

"Su visión romántica de la esclavitud y la injuria constante a quienes la sufrieron ha acabado por cancelar Lo que el viento se llevó"

“No llegamos al amor de manera inocente, como una blanca página en la que trazar nuestro romance, ni siquiera la primera vez”, reza en su primera línea el texto. Y no lo hacemos, no llegamos inmaculados, ignorantes de lo que es el sentimiento, entre otras cosas, por todas esas historias de amor que obran en el imaginario colectivo. Don Juan Tenorio y doña Inés de Ulloa, de Don Juan Tenorio (José Zorrilla, 1844); Marguerite Gautier y Armand Duval (Alejandro Dumas —hijo—, 1848) o la Therese Belivet y la Carol Aird de Carol (Patricia Highsmith, 1951) son algunas de ellas… “Los textos, muchos de ellos, desmontan la idealización de esa relación amorosa”, continúa Espido Freire. “Por ejemplo, la relación entre Escarlata y Rhett sufre unos vapuleos por mi parte importantes. Son historias que pueden ser entendidas en un sentido o en otro. Ahora bien, aunque tengan una intención didáctica, carecen de todo afán aleccionador. Lo que buscan es contextualizar amores que tuvieron sentido en un momento determinado, pero que ahora leemos de otra forma”.

Verbigracia, los reproches que vienen haciéndose a Lo que el viento se llevó de un tiempo a esta parte, tanto a la novela que Margaret Mitchell publicó en 1936 como a la adaptación a la pantalla que Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood estrenaron tres años más tarde. Sin ir más lejos, el lector que también sea aficionado al cine habrá observado que en las últimas listas sobre las mejores películas de la historia ha dejado de aparecer, lo que no sucedía desde que hay registros. Su visión romántica de la esclavitud y la injuria constante a quienes la sufrieron ha acabado por cancelar Lo que el viento se llevó.

"Hablamos de veinte parejas de la ficción literaria inolvidables. Pero de parejas de personas, no necesariamente de hombre y mujer"

“La cuestión está en qué deseamos hacer con determinadas obras que no encajan en nuestra mentalidad actual. Lo que yo defiendo, y creo que Antonio en ese sentido rema conmigo, es estudiarlas, contextualizarlas y explicarlas. Hace unos años me encontré con un dilema parecido en una adaptación de El conde Lucanor. Se trataba de incluir o no un cuento, uno de los ejemplos que es «El mozo que cascó mujer brava», una historia de maltrato. ¿No es una excusa perfecta para exponer a los nuevos públicos, a las nuevas generaciones, cómo se abordaba eso en la antigüedad y cómo lo hemos solucionado?… No surgimos de una manera espontánea, sino que somos el resultado de una sociedad y de unas elecciones. Por lo tanto, excluir o eliminar la esclavitud como si no hubiera existido en Estados Unidos nos lleva lo que ahora estamos intentando reivindicar en España: que hubo quienes en el siglo XIX defendieron la abolición de la esclavitud, y que muy recientemente han sido redescubiertos. Por ejemplo, Carolina Coronado, que fue una abolicionista muy importante. Porque en España también hubo esclavitud hasta bien entrado el siglo XIX”.

Hablamos de veinte parejas de la ficción literaria inolvidables. Pero de parejas de personas, no necesariamente de hombre y mujer, heterosexuales, también parejas lésbicas y homosexuales.

“No son ninguna concesión a la nueva sensibilidad de nuestros días. Son una muestra de amor más y tienen cabida como cualquier otra”, comenta Lorente. De hecho, yo diría que incluso hay pocas. Pero las que se ha elegido me gustan mucho”. Amén de Carol Aird y Therese Belivet, en estas páginas también se da noticia de la relación entre Gustav Aschenbach y el joven Tadzio, los protagonistas de La muerte en Venecia (Thomas Mann, 1912).

"Definido por la crítica como un creador de universos, en esta ocasión Lorente ha dispuesto su trabajo a modo de carteles cinematográficos"

Definido por la crítica como un “creador de universos”, en esta ocasión Lorente ha dispuesto su trabajo a modo de carteles cinematográficos. De todos los amores traídos, desde la espera de Penélope —también puesta en tela de juicio— hasta los Fermina Daza y Florentino Ariza de El amor en los tiempos del cólera (1985) hay adaptación cinematográfica. Pero Lorente, presto a ilustrar los textos de Espido Freire, ha sabido buscar un motivo propio, ajeno a esa imagen del cartel de la película, que en muchos casos ya forma parte de la memoria colectiva, como algunas de estas historias de amor.

Y por supuesto, Daisy Buchanan y el Gran Gatsby de la novela homónima, dada a la estampa por el gran Francis Scott Fitzgerald en 1925. El del “camarada” —que llama Gatsby a todo el mundo— fue un amor perdido y encontrado, encontrado y perdido, por la flapper más frívola de toda la Edad del Jazz. Y, ya prácticamente a cien años vista de su primera edición, se impone como una referencia obligada siempre que se hable de literatura y de amor.

Cuestionada sobre los posibles paralelismos entre Zelda Fitzgerald —la esposa del escritor y compañera de sus borracheras, desde los hoteles de Manhattan hasta los palacetes de la Costa Azul— y Daisy Buchanan, Espido Freire responde: “Tenemos varias teorías. Algunas nos dicen que se inspiró en una relación anterior que tuvo con una reina de la belleza, una socialite. Entrar en esto, por sí solo, nos llevaría varias horas… Pero la mirada de Fitzgerald a un mundo nuevo aparece en El Gran Gatsby y en muchas de sus obras. Lamentablemente, su vida fue corta. La locura, el alcohol y las malas decisiones nos privaron de un gran talento”.

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