En la localidad alemana de Weimar confluyó durante un largo periodo de tiempo una energía creativa singular que la convirtió en una gran luminaria que orientó a Europa y al mundo de manera poderosa, y cuyo resplandor todavía hoy nos asombra por su modernidad, originalidad y fuerza. Desde la presencia del gran Goethe, que vivió allí la mayor parte de su vida asentando los cimientos del enorme faro/guía, hasta la terrible llegada de los nazis al poder, que supuso el cierre de la Bauhaus, la actividad artística fluyó con alegría y generosidad en la pequeña ciudad junto al río Ilm.
La existencia de realidades invisibles al ojo humano fue y es una noción fundamental e inspiradora para los espíritus creadores, pues enlaza con la concepción de un universo vivo, interconectado, cuya visión y comprensión se alcanza en experiencias límite más perceptivas para las almas sensibles de los artistas. A principios del siglo XX el descubrimiento de los rayos X, la radioactividad y el electrón, aportaron argumentos científicos que reforzaban esa noción y que resultaron reveladores para muchos artistas del momento. En ese marco hay que entender, por ejemplo, el trabajo de Hilma af Klint (desconocida para sus contemporáneos), tal y como se explica en el magnífico libro, Hilma af Klint, visionaria, publicado por Atalanta con artículos de varios expertos y estupendas reproducciones de parte de la obra de la artista sueca, que se adentró, como una alquimista de principios del siglo XX, en la dimensión espiritual del mundo a través de la elaboración de patrones y símbolos inspirados en las formas científicas de la naturaleza, que empezaban a investigarse y desvelarse, con las que la artista reflejaba su visión de esa realidad interior totalizadora, oculta y mística.
Pero esa línea de inspiración, común a muchos artistas a los que el espiritismo y la teosofía resultaban muy atractivos, convivió también, a principios del siglo XX, con los grandes avances tecnológicos. Pocos años después de la extraordinaria visita del gran Rilke a la ciudad de Weimar y de su experiencia cuasi ascética, surgió en ella un movimiento innovador: la Bauhaus, que acogió sucesivamente las dos tendencias: una primera más espiritualista (con la figura de Joannes Itten) y una segunda más tecnológica a partir de 1923. En esta segunda, es en la que la figura de László Moholy- Nagy fue decisiva. La editorial Abada publica ahora una edición facsímil (importante para apreciar la mirada total de Moholy-Nagy, y de la Bauhaus en general, sobre las expresiones artísticas de las cuales el libro es un ejemplo en sí mismo) de la segunda edición de su libro Pintura Fotografía Cine en 1927 —la primera fue de 1925 y no contaba con algunos añadidos posteriores que sí aparecen en la de 1927—. Como señala en el prólogo Juan Calatrava, el libro “no es sólo un producto del ambiente colectivo de la Bauhaus, sino la obra que, en su conjunción de palabra e imagen, mejor condensa el particular posicionamiento de Moholy-Nagy en el amplio debate de los años 20 en torno a las relaciones entre las distintas artes y la búsqueda de nuevas formas y vías de expresión al margen de las jerarquías tradicionales”.
Lamenta Moholy-Nagy el desconocimiento técnico de las amplias posibilidades que el cine y la fotografía otorgaban a la expresión artística (“las posibilidades creativas de lo nuevo se revelan por lo general lentamente”), convencido de que el estudio basado en un conocimiento preciso de la tecnología y de sus principios científicos otorgarían a la fotografía y al cine el estatus de arte, al abandonar la función meramente reproductiva (a imitación de la pintura) y abrir un abanico de posibilidades que todavía no se habían explorado (sobre todo, la de trabajar con la luz y el movimiento) y que constituían un lenguaje nuevo propio de su tiempo con un componente productivo de experiencias y emociones diferentes en el espectador. No puede uno evitar acordarse de Walter Benjamin y su lamento por la pérdida del aura en manos de la reproductibilidad técnica, pero la vitalidad de Moholy-Nagy resulta contagiosa y sus ensayos técnicos fueron y siguen siendo interesantes, rompedores y modernos. Las dos últimas partes del libro reproducen las imágenes con las que elabora una argumentación visual de lo antes expuesto teóricamente.
Ente los experimentos de Moholy-Nagy está el Fotomontaje del que Hannah Höch, la artista alemana, fue pionera y del que ella declara: “Fotografías ya reveladas —o pedazos de ellas— convertidas en una nueva creación. Y a elección del artista queda añadirles dibujo o color como un recurso expresivo más. El fotomontaje tiene sus propias leyes y reclama ser valorado como una forma de arte independiente” (p. 107 del libro Dos mujeres con gato, escritos sobre artes que recoge y conecta varios ensayos de Höch y Lu Märten en una selección y traducción realizada por Isabel García Adánez y Andrea Pérez Fernández). Incluye este volumen textos diversos que abarcan desde la jardinería hasta el bordado y que son un reflejo del enorme vigor y libertad con la que en aquellos primeros años del siglo XX los artistas intentaron encontrar una nueva manera de expresarse en el mundo de acero que los cercaba.
Materia, tecnología y espíritu: “Todo, todo vibra al tiempo que surge la obra de arte”, señala Höch y todo confluyó en esa pequeña ciudad alemana a orillas del Ilm.
—————————————
Autor: VVAA. Título: Hilma af Klint, visionaria. Traducción: Francisco López Martín. Editorial: Atalanta. Venta: Todostuslibros.
Autor: L. Moholy-Nagy. Título: Pintura. Fotografía. Cine. Traducción: Luis Ovalle Martínez. Editorial: Abada. Venta: Todostuslibros.
Autores: Hannah Höch y Lu Märten. Título: Dos mujeres con gato, escritos sobre las artes. Traducción: Isabel García Adánez y Andrea Pérez Fernández. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todostuslibros.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: