El 30 de julio de 1749, durante el reinado de Fernando VI, el marqués de Ensenada ordenó el arresto, esclavización y aniquilación de toda la población gitana. Aquel episodio, conocido como la Gran Redada, quedó relegado a una esquina de la Historia de España, pero ahora Raúl Quinto lo ha rescatado para escribir una novela en la que contrapone el lujo y las intrigas que rodeaban al rey con la miseria y la muerte que se ciñó sobre el pueblo gitano.
En este making of Raúl Quinto explica el origen de Martinete del rey sombra (Jekyll & Jill).
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Escribo mis libros partiendo de una idea que reclama su espacio. Ideas hay muchas y la mayoría duermen en el olvido de los cuadernos de notas, otras se crecen hasta convertirse en proyecto, se hacen necesarias por una acumulación de imperativos estéticos y políticos, se hacen evidentes: tengo que escribir sobre eso sí o sí. Me pasa siempre igual, no escribo para contar una historia sino para indagar en mi estupefacción. Para explicar, o al menos para deshacer algún nudo de incomprensión que me atenace, aunque no encuentre ni respuestas ni solución. Podría parecer terapia, y algo habrá, pero es más que nada literatura. Al final se trata de compartir asombros, sí, y de la dopamina que segrega mi cerebro cuando estoy solo delante del ordenador y escribo las palabras que buscaba pero no sabía que estaban ahí. Soy adicto a ese misterio. Pero para tener mi dosis necesito una idea que se convierta en proyecto, necesito un camino. Este es, más o menos, el camino de Martinete del rey sombra, mi último libro. La idea llegó una mañana de enero de 2017 en el instituto donde trabajaba por entonces, donde me topo con un ejemplar de la revista Andalucía en la Historia, publicación que recibíamos puntualmente en mi departamento, con un dossier con el título Gitanos, la historia olvidada. Soy profesor de Historia, y de la historia gitana en general sé poco, por eso me interesa. La leo y hay algo que me llama poderosamente la atención: la Gran Redada, un proyecto fallido de exterminio contra la población gitana española en el siglo XVIII. Inmediatamente me pregunto por qué no aparece nada de eso en los manuales que he manejado como profesor de Historia. Quiero saber más. Quiero saberlo todo.
Sé que debo escribir sobre esto.
Poco a poco la idea va cogiendo forma de proyecto. Anoto varias ideas, apunto algunas referencias bibliográficas. Hay otras obsesiones previas, otros proyectos que avanzan más rápido, coagulan y se hacen libro, mientras de fondo sigue un lento rastreo de fuentes y de preguntas. Nadie con quien hablo del tema parece conocer lo que sucedió con la Gran Redada. A un amigo gitano, universitario, durante una cena en Madrid, le pregunto por esa historia y nunca la ha oído nombrar. Es imperativo que escriba sobre eso. Pero antes de escribir debo investigar, debo saber, documentarme, ya sea para un poema o para un ensayo, esta es la parte que más disfruto. No. Lo que más disfruto es el misterio. Voy leyendo cosas. Veo con claridad que hay cinco personajes que se me antojan cruciales: están los gitanos, claro, saber por lo que pasaron; y están los que ordenaron la redada y sus por qués, el marqués de la Ensenada, el rey Fernando VI, el obispo Gaspar Vázquez Tablada y el papa Benedicto XIV. Pronto me encuentro con un callejón sin salida con el obispo: apenas hay fuentes sobre él y su vida, mi intención es fabular lo menos posible. El papa, por su parte, está muy lejos del nudo, tengo claro que su función en la trama también habrá de ser lateral. Por contra, al leer las biografías de José Luis Gómez Urdáñez sobre el marqués y el rey descubro una fuente inagotable de claves políticas y humanas. El material reclama su espacio, el contraste con lo que voy sabiendo de la redada le da un cuerpo y un sentido mucho más afilado al proyecto. Sobre los gitanos hay poca cosa, de la Gran Redada apenas nada, procuro leérmelo casi todo, quiero bucear en las raíces, en el tópico de su origen misterioso, indago en varios libros, en algunas tesis y artículos de especialistas, consigo libros descatalogados sobre folclore romaní europeo, los pocos libros que hay sobre la redada son inencontrables. El clásico de Gómez Alfaro lo tengo que pedir de segunda mano en Iberlibro. Hay uno más reciente en la editorial de la Universidad de Almería, descatalogado. Consigo que Miguel Gallego, el director de la editorial, me saque un ejemplar de los almacenes. Me llama la atención que se haya publicado en mi ciudad, el autor es Manuel Martínez Martínez. Tiene varios blogs donde ha ido subiendo mucha información sobre la redada y otras historias de los roma españoles. Mi cuaderno de notas está lleno de cosas extraídas de ahí. Tengo que conocerlo, pero estalla la pandemia del COVID19. Ya sabéis qué es esto. Se ralentiza todo. Estamos en mayo de 2020 y ya tengo clara la estructura del nuevo libro, los capítulos, los equilibrios, lo que quiero contar. Contacto con Manuel Martínez y responde con amabilidad, bien, lo asalto con decenas de preguntas y dudas, lo que me aporta es una mina de oro. Busca en sus archivos, me da el nombre, el dato, lo real.
De mayo a agosto escribo el primer borrador. Esos periodos se pueden definir como una fiebre. Yo no soy yo del todo, soy medio yo medio libro. Me organizo con la familia. El día que no escribo debo ocuparme de más tareas domésticas y cuidados de los que habitualmente hago, es importante que mi periodo de fiebre no sea un trastorno para la casa. Cuando me encierro a escribir puedo estar cinco horas seguidas, a veces se me come la madrugada. La secuencia es siempre la misma: primero ordeno las notas que tienen que ver con el capítulo (los escribo en orden), luego con esas notas creo un guion con la estructura del capítulo, y a partir de ahí me pongo frente al ordenador y voy escribiendo hasta que termino el capítulo o mi cabeza no da más de sí. Es importante la música, para este libro ha sido más variada que para otros: Lisa Germano, Coco Rosie, Tindersticks, Cocteau Twins, Arcade Fire y cosas así. Tengo la tentación de escuchar música dieciochesca, pero la idea es que el libro suene a barroco contemporáneo, que se contagie de esa atmósfera de luminosidad oscura. Mi fiebre siempre es musical. Esa primera escritura normalmente fluye, dejo que se me presenten los hallazgos sin juzgarlos demasiado. Luego me tomo un descanso, salgo del cuarto, bebo algo, estiro las piernas, me borro la cara. Son diez o quince minutos, hablo con quien haya o hago alguna tarea pendiente, todo eso lo hace mi medio yo, el resto sólo es fiebre. Vuelvo al cuarto y voy párrafo a párrafo arreglando el borrador, sobrescribo, borro, añado, fragmento, condenso, borro más. El texto va cogiendo, ahora sí, la forma que pretendo, si no lo hace no avanzo, trabajo cada frase con la misma intensidad que lo haría con un verso, me interesa el sentido, la narración, pero también el ritmo y el sonido. A veces la cabeza ya no da más de sí, otras me sorprendo bailando en medio de todos los misterios y me voy a dormir con el capítulo impreso y los ojos idos. Sea la hora que sea me cuesta dormir. Tengo suerte con mi familia, respetan mis fiebres. Las primeras semanas el archivo donde guardo el texto se llamará UNDEVEL, una palabra en caló que me gusta. No tengo título hasta que le cambio el nombre al archivo por un sintagma que aparece en el primer capítulo. Es provisional, pero Martinete del rey sombra se queda. Me parece extraño y arriesgado, pero es perfecto. O eso me digo. El último capítulo lo termino en agosto de 2020 en un apartamento de Carboneras mientras mi familia está en la playa, escribo sobre la locura de Fernando VI encima de una cama de una habitación con las paredes blancas sin ningún tipo de personalidad salvo el verano eterno. Escribo FIN al final del texto. Lo dejo tranquilo. En septiembre le doy una vuelta y corrijo algunas cosas. En noviembre se lo mando a los lectores Beta, me dicen que no es una novela, que es otra cosa. Yo no soy un novelista, lo mío tiene que ver con la fiebre y el misterio, supongo. Corrijo otra vez. Corregiré incluso sobre las pruebas de imprenta. La única manera de dejar de habitar en ese libro es empezar otro, que me asalte la idea, que se convierta en proyecto, que me devore la fiebre. Y pasó. Pero ya habrá tiempo de contar ese otro viaje.
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Autor: Raúl Quinto. Título: Martinete del rey sombra. Editorial: Jekyll & Jill. Venta: Todostuslibros.com
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