Si puedes encontrarte con el triunfo y el desastre
y tratar a esos dos impostores exactamente igual
Si puedes hacer un montón con todas tus ganancias
y arriesgarlo a un golpe de azar,
y perder, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir nunca una palabra acerca de tu pérdida;
Si puedes llenar el minuto inolvidable
con un recorrido de sesenta valiosos segundos.
Tuya es la Tierra y todo lo que contiene,
y —lo que es más— ¡serás un Hombre, hijo mío!
(Ruyard Kipling)
Cuba, ajedrez, emigración, Fidel
“A finales de 1947, España era, pese a los ocho años trascurridos desde el final de la guerra, un país convulso. Las consecuencias de la guerra produjeron un colapso económico que acabaron con nuestros ahorros. Ya no quedaban tampoco más propiedades que vender. Por ello, mis dos hermanas tomaron un curso intensivo y empezaron a trabajar como secretarias para ayudar a la familia a sobrevivir, mientras mi padre y mi hermano lo hacían en La Habana. Fue un proceso largo y penoso, dice Eugenio con amargura, un proceso de más de tres años para reunirnos allá. El Atlántico nos partía en dos mitades. Las dificultades económicas de los años treinta y cuarenta son muy difíciles de comprender para aquellos que hayan nacido después de 1950”, afirma Salomón convencido de lo complejo de una situación que al lector actual le queda desdibujada en la neblina de más de 70 años de distancia que lo separan del momento actual.
El 2 de Noviembre de 1947, el mercante Magallanes de la Compañía Trasmediterránea se encontraba amarrado en el puerto de Cádiz dispuesto a zarpar esa noche rumbo a Cuba con más de dos centenares de pasajeros abordo. Eugenio Salomón era uno de ellos.
Algunos zarpaban entonando aquel estribillo demasiadas veces cantado «Para La Habana me voy, madre, a comer plátanos fritos, que los pobres de aquí son esclavos de los ricos».
Tras 21 días de travesía, incluyendo una parada de un día en Nueva York, el Magallanes lleno de historias de emigrantes de Espana a Cuba atraca en el Muelle de La Habana, a un par de cuadras de la hermosa e histórica plaza de la Catedral.”
El Magallanes gozaba de una merecida fama entre sus compañeros de travesía superando incluso a la de su gemelo el Marqués de Comillas por las vicisitudes que le tocó vivir. Ya su construcción marcó un hito en la historia de la Compañía y en la Marina Mercante española. La ceremonia de su botadura se realizó el 1 de mayo de 1926 y estuvo amadrinada por la reina Victoria Eugenia. El 8 de agosto de 1928, un mes y 21 días antes de la venida al mundo de nuestro protagonista, hizo las pruebas de mar y fue entregado a sus armadores y el 2 de octubre siguiente inició su viaje inaugural. Su primera escala la realizó en el Puerto de Tenerife el día 17 de julio de 1930, procedente de Cádiz en viaje a La Habana. Primero había hecho la línea Mediterráneo-La Habana-Nueva York, y meses después, ante la necesidad de una reducción en el itinerario pasó a desempeñar la línea de Barcelona-Venezuela-Colombia con escalas en Cádiz, Santa Cruz de Tenerife, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, La Guaira, Puerto Cabello, Curazao y Cartagena de Indias. Con seis viajes al año, el Magallanes se mantuvo en la línea Barcelona-Nueva York hasta 1933, alternando con escalas en Tarragona, Valencia, Alicante y Málaga y desde Santa Cruz de Tenerife continuaba en demanda a Santiago de Cuba y el resto del itinerario. La vida marinera del trasatlántico Magallanes transcurrió sin novedad hasta 1936.
El 18 de julio, día del Alzamiento Nacional, se encontraba en La Coruña y quedó en la zona ocupada. El día 22 su capitán, Manuel Morales Muñoz, ordenó zarpar con destino a Méjico, para aprovisionarse de material y pertrechos, regresando en septiembre. A su recalada en Cabo San Vicente fueron a esperarle el crucero Miguel de Cervantes y varios destructores, consiguiendo llegar al mediterráneo con su escolta. Seguidamente hizo dos viajes al Mar Negro y en el segundo, al zarpar el 11 de junio de 1937, abordó primero al destructor Alcalá Galiano y al alcanzar el paso de los Dardanelos, el 25 de junio embistió y echó a pique el mercante italiano Capo Pino. A instancia de los armadores italianos se consiguió el embargo del trasatlántico español por las autoridades turcas para responder de los daños del accidente. De esta forma el Magallanes quedó internado en aguas extranjeras hasta el final de la guerra. El entonces presidente de la compañía, José Bertrán y Musito, negoció la indemnización ante las autoridades turcas y regresó a España en diciembre de 1939 bajo mando militar, siendo su comandante el capitán de fragata Francisco Núñez Rodríguez. Tras su arribada a Cádiz fue sometido a una modernización de sus instalaciones, quedando con capacidad para 607 pasajeros repartidos en las tres clases tradicionales y una tripulación de 180 hombres. En las bodegas podía cargar 2100 toneladas y a continuación fue destinado a la línea de Centroamérica. De este barco y de su gemelo el Marqués de Comillas, González Echegaray escribió:
«El esfuerzo en los días difíciles de la última guerra mundial nunca será suficientemente recompensado; eran los dos únicos trasatlánticos neutrales que cruzaban el Atlántico Norte, en plena efervescencia de la guerra submarina y su labor de evacuación de refugiados europeos, de salvamento de náufragos de los dos bandos en pleno océano… superó con creces cuanto podía esperarse de estos dos veteranos».
Como recuerda Eugenio fue precisamente durante esa efervescencia de la guerra submarina cuando su padre y hermano cruzaban el Atlántico en medio de nuestra angustia familiar en Madrid. Con la vuelta de la paz, el Magallanes continuó en el servicio americano hasta octubre de 1953, en que fue amarrado en Bilbao a la espera de una modernización que nunca llegó. Se proyectó sustituir las turbinas por motores diésel y al final se renunció a toda iniciativa. En 1957 fue vendido a Desguaces y Salvamentos del Nervión y desmantelado un año después en Santurce.
“Estábamos en Cádiz, continúa Salomón, la «tacita de plata», hermosa ciudad que sin yo saberlo tanto se parecía a La Habana, recuerda Eugenio. Mi madre seguro que revolvió cielos y tierras hasta que encontró una amiga que estuviera en Cádiz a darme un abrazo en su nombre y esta buena señora con un hijo poco más joven que yo, me paseo por toda la ciudad en un coche de caballos y cuando nos dimos un último abrazo de despedida, creo que sentí el cariño de mi madre al ver lagrimas brotando de los ojos de su amiga.
“Quiero recordar, apunta Eugenio, que en total (incluyendo una parada en New York) estuvimos 21 días de viaje, y quedamos atrapados en una terrible tormenta a la altura de Terranova que nos hizo temer lo peor. Durante la travesía entablé amistad con una preciosa chiquilla de dieciséis años valenciana muy agradable y cada vez que oigo la canción «quizás, quizás, quizás», es rejuvenecedor!
“El Magallanes estaba ya cerca del Morro de La Habana y las bandas de «flying fish » daban saltos tan largos que parecían volar. Veinte años más tarde y por muchos años consecutivos cada mes de Febrero tenía que volar a Barbados (desde Nueva York) a negociar nuestras compras anuales de las más famosas mieles de caña comestibles del mundo: » Barbados’ Fancy Molasses». La negociación siempre tenía lugar en el más prestigioso club de Bridgetown y la comida de ritual era la sopa de tortuga y el manjar exquisito de Barbados: Flying Fish…
“Cuando atracamos en el muelle de La Habana. mi padre y mi hermano estaban a recibirme. Nos dirigimos hacia el piso que habían alquilado recientemente junto al Cementerio Chino allá por la calle 26 en el Nuevo Vedado, un piso pequeño y de lo más humilde. Pero ese trayecto no lo hicimos directamente sino que caminé con mi maleta (y las piezas de Alekhine!) desde el Muelle hasta la casa de la que era en aquel entonces la novia de mi hermano, Marisa, unas pocas cuadras más arriba en el corazón de La Habana Vieja
“Recuerdo con una sonrisa a flor de labios que cuando Marisa (una chica guapísima) me vio y me dio un abrazo le dijo a mi hermano (refiriéndose a mi):» Esta como platanito para sinsonte»
Yo no conocía la frase ni sabía lo que era un sinsonte —ese pajarito tan cubano—,pero la frase perdura en mi memoria siete décadas después.
“El mismo día de mi llegada a La Habana, al atardecer del 23 de Noviembre de aquel 1947, mi hermano, su jefe y yo nos fuimos a tomar unos refrescos en Los Aires Libres en la esquina de 12 y 23, allá por el Vedado. Recuerdo que por recomendación de mi hermano pedí un «Batido de Vainilla», algo desconocido en aquel entonces en España y uno de mis refrescos favoritos aun hoy en dia! Con nosotros estaba el congresista Ángel Fernández Varela, viejo profesor de Belén, el antiguo colegio de los Jesuitas en La Habana donde yo daría clases pocos meses después.
“Al poco de comenzar a contarnos nuestro recuerdos se acercó hasta nuestra mesa un joven de casi mi misma edad que ya era conocido por ser líder estudiantil en la Universidad de La Habana, donde pronto yo iniciaría mi carrera de Ingeniero Agrónomo, Fidel Castro. Tras las presentaciones tomó asiento al lado de su antiguo profesor de Belén y comenzaron una animada charla en la que indirectamente nos vimos involucrados.
“Eran semanas después de los asesinatos del Reparto Orfila, el 15 de septiembre de 1947, bajo la Presidencia de Grau San Martin, (se produjo una matanza entre dos facciones rivales una encabezada por Mariano Salabarría, antiguo enemigo de Machado y otra liderada por Emilio Tro de ribetes troskistas). Después vendrían las elecciones (que yo cubrí haciendo encuestas de opinión de casa en casa a 25 centavos por entrevista!!!) y Prio Socarras ganó. Pero una tranquila noche de 1952, mientras se jugaba el Torneo Internacional de Ajedrez de La Habana, Batista asestó el golpe de estado que duraría 7 años, hasta 1959 en que el joven abogado Fidel Castro haría su «Entrada Triunfal» en La Habana el primero de Enero de 1959”.
De todos es conocida la afición de Fidel por el ajedrez, tal vez imbuido por las largas conversaciones mantenidas con su compañero de Revolución “Che”. Ambos pergeñaron y llevaron a cabo la organización en La Habana en 1965 del IV Torneo Internacional de Ajedrez, asi como de la Olimpiada que se jugó al año siguiente en el Hotel Habana Libre. De esta memorable Olimpiada en la que a Fischer se le dio permiso para salir de EE.UU, no así el año anterior en el que tuvo que jugar sus partidas por teletipo desde el Marshall Chess Club, Fidel Castro y el Che, durante la Olimpiada jugaron partidas simultáneas con algunos de los mejores jugadores del mundo como Fischer en el caso de Fidel, Petrosián, Najdorf, Rosetto, Stein, Polugayeswki, Korchnoi (Che).
Un recuerdo de Fischer en La Habana
Si Alekhine era el maestro admirado y adorado por Eugenio Bobby Fischer era la estrella más rutilante en un universo tachonado de ellas. Por ello y como veremos en otro capítulo de esta biografía, Cuando ya residía en Nueva York, Eugenio se trasladó hasta el Marshall Chess Club para ver jugar a Fischer por teletipo en el Memorial Capablanca de 1965. El americano tuvo que hacerlo por ese medio debido a la negativa de su gobierno a concederle permiso para ir a Cuba con lo que sus partidas se alargaban hasta 2 horas más. Eugenio nos contaba que pudo verlo meditar ante un tablero en el que enfrente había una silla vacía porque cada jugada de Bobby la realizaba el árbitro sobre el tablero al igual que la respuesta de su contrario desde La Habana, donde el hijo del campeón cubano del mismo nombre realizaba los movimientos de Fischer ante el tablero de su contrincante de turno. Esto supuso al gobierno de Fidel un gasto extra de más de 10.000 dólares, una cifra bastante elevada para la época.
Bobby había visitado Cuba por vez primera en Marzo de 1956, con el Club de Ajedrez Log Cabin y ofreció una exhibición de simultáneas en el Capablanca Chess Club en La Habana. En 1965 decidió aceptar la invitación que le cursó Cuba para tomar parte, en la cuarta edición del torneo internacional que homenajeaba al campeón del Mundo cubano. Al mismo asistieron los mejores jugadores del mundo, entre ellos los soviéticos Smyslov, Geller y el yugoslavo Ivkov. En plena “Guerra Fría” el Departamento de Estado le negó el permiso de viaje a Bobby. Sin embargo el interés por la participación de Bobby en el evento había trascendido más allá de la política y el mundo libre estaba deseoso por verle jugar ante semejantes grandes maestros. Puestos de común acuerdo, la Comisión Organizadora anunció que Bobby jugaría el campeonato a través del teletipo. Sería la primera vez en la historia que un hombre jugara todo un torneo desde larga distancia. Antes de iniciarse el evento, Fischer estuvo a punto de retirarse; pero por suerte el incidente quedó solucionado. El 25 de agosto de 1965 a las 3 de la tarde comenzó la competencia; sin embargo por dificultades tecnológicas la partida más esperada, entre Heinz Lechman de Alemania y Bobby Fischer de Estados Unidos se inició cinco horas más tarde. El Gran Maestro Lehman hizo su jugada con blancas y esta fue transmitida hasta el Marschall Chess Club de New York donde la recibió Fischer y respondió minutos más tardes. Las negras plantearon una Defensa Siciliana, Variante Najdorf. El encuentro terminó cerca de las 3 de la madrugada del día siguiente y Fischer mereció el triunfo.
Así, noche tras noche, Fischer enfrentó a 21 jugadores. Las partidas duraron entre 5 y 7 horas. El torneo se extendió todo un mes, hasta el 25 de septiembre y Bobby totalizó 15 puntos, producto de 12 éxitos, 6 tablas y 3 derrotas. Concluyó en 2-4º lugar exaequo. La victoria más espectacular fue la que obtuvo ante el soviético y ya por ese entonces campeón del mundo, Vassily Smyslov. Fischer pudo visitar La Habana un año después, en 1966, durante la celebración de la XVII Olimpiada Mundial de ajedrez como líder del equipo de Estados Unidos que finalizó en la segunda posición. Bobby fue el ganador de la medalla de oro entre todos los primeros tableros, ganó 14 partidas, entabló dos y solo perdió una.
Durante esta olimpiada Bobby se enfrentó a Fidel Castro en una inusual partida de ajedrez. Según cuenta el maestro mexicano Filiberto Terrazas en un artículo publicado en la revista “Jaque Mate”, Cuenta Terrazas que Fidel y él jugaban tablero por medio. Minutos más tardes a Fidel se unió Tigran Petrosian de la Unión Soviética, entonces Terrazas pidió ayuda a Fischer que se encontraba cerca. Así se estableció un juego entre 4, por un lado Fidel-Petrosián con blancas y por el otro Terrazas-Bobby. Al final las blancas resultaron las vencedoras. Fischer conversó un poco con Fidel y antes de despedirse le obsequió con su libro “Bobby Fischer’s Games of Chess” publicado en 1959.
“Aunque ni mi padre ni mi hermano jamás se quejaron ni hablaron mucho de las dificultades, si sé que desde 1943 hasta que mi hermana Ana María llego a principios de 1946, vivieron en un cuarto interior alquilado de una viuda en La Habana Vieja, con tan solo una cama grande de matrimonio.
“A finales de 1947 las perspectivas para la tan ansiada reunión familiar por fin comienzan a ser alentadoras. Mi padre vendiendo relojes, mi hermano Roberto como ayudante del Congresista Ángel Fernández Varela («El Curita»), mi hermana Ana María quien había llegado a La Habana en abril de ese año esta de taquígrafa-mecanógrafa en el Ministerio de Comercio y yo ,recién llegado, ya tengo trabajo. Ahora tan solo hace falta esperar unos meses hasta que mi hermana Mela (María del Carmen) se case y mi madre venga a reunirse con nosotros.
La mirada de Eugenio toma un cariz menos conciliador y su tono de voz adquiere un timbre más decidido cuando señala que “al escribir estos recuerdos, no puedo dejar de pensar en esa Guerra Civil que yo viví hace más de 80 años. Fuimos una de las familias privilegiadas que no tuvo ningún muerto en ella y a la vez nos convertimos en una de esos miles de familias que sufrieron por años y años las consecuencias de tan cruel guerra. En nuestro caso fueron 12 años antes de poder reunirnos, de 1936 a 1948.
“A semejanza de lo que mi padre escribió en su libro «CAMINAR Y CAVILAR» no puedo dejar de cavilar mientras camino o de pensar mientras escribo: cuando el odio ideológico sustituye el amor de la sangre.
“En nuestro caso, los Salomón Rugarcía nos criamos en una familia «de derechas» (aunque mi padre era de izquierda moderada). Por otro lado los Salomón Cazalis se criaron en una familia «de izquierdas». No fue hasta 1961, cuando pude reunirme con mi primo hermano ,Juanchu, en México y darle un abrazo a mi «tía Concha» (hermana de los famosos pelotaris-campeones del mundo- los hermanos Cazalis) para así sellar una reconciliación familiar después de 25 anos !!!
“Pero volvamos a Cuba. Mi padre con mi hermano Roberto , mi hermana Ana María y yo nos fuimos a pasar unas cortas vacaciones de Navidad a ese paraíso terrenal que se llamaba «San José del Lago» en Mayagigua, Provincia de Las Villas…Alli descubrí una bebida deliciosa que la llamaban «España en llamas» (sidra achampañada con coñac) y también descubrí por primera (y ultima!) vez en mi vida lo que es estar borracho. Recuerdo que mi hermano me llevo a mi cuarto y me metió en la ducha donde me caí mientras continuaba jugando la partida de dominó que habíamos comenzado a jugar aquella tarde: «Me doblo», que sí que estaba doblado.
“De regreso de vacaciones y en pocas semanas nos mudaríamos de un piso pobretón, encima de un garaje y lejos de la ciudad a otro piso (San Francisco 54, esquina a Vapor), bonito de lo que yo llamaría clase media acomodada en un lugar céntrico y lo más importante muy cerca de la Universidad y de la A.C.U (Agrupación Católica Universitaria) y ¡ A dos «cuadras» del Club Capablanca!
“La reunión familiar duro hasta 1952, año en que mi padre fue «reclutado» por una compañía americana para ir a Madrid como representante para abrir el mercado de España. La posición requería unos meses de entrenamiento en New York. Mi hermana Ana María decidió irse a New York con mi padre. Unos meses después, mis padres y mi hermana regresaron a Madrid.
“Mi hermano Roberto y yo, estábamos al graduarnos de la Universidad (el de médico y yo de Ingeniero); los dos decidimos quedarnos en Cuba en la creencia ciega de que Cuba era nuestro destino final.
“Cuando salí de España para Cuba, el motivo del viaje era noble y claro, lo que yo no podía ni siquiera vislumbrar es el caudal de experiencias humanas y profesionales que me esperaban «del otro lado del charco». Algunos episodios, tristes; la mayoría sorprendentemente hermosos. La Habana ruidosa donde la única regla de tráfico que se respetaba era el volumen de sonido de la bocina de tu automóvil se ha convertido hoy en un «Museo del Automóvil» con miles de coches de la década de los 50 aun por las calles. Los que aprendimos a conducir en La Habana, podemos conducir dondequiera desde Madrid o Roma hasta San Juan o la ciudad de México.
“El arte de conducir automóviles en la nieve por las calles de Brooklyn en los años sesenta, lo aprendí en la Colonia San Benigno , en Camajuani, Las Villas allá por 1953, conduciendo jeeps por los enfangados cañaverales es, como diríamos en Cuba, «igualito».
»San Colonia de San Benigno, primer trabajo profesional de Eugenio en Cuba. Plano dibujado por él en 1953.[/caption]
“Mi primer trabajo (Enero 1948, tan solo semanas después de arribar a Cuba) fue como profesor / tutor de los hermanos Fernando y Javier Zulueta, una gran experiencia que condujo a una profunda amistad con toda la familia y a la vez se convirtió en mi primer trabajo profesional 5 años más tarde como Jefe Quimico del Ingenio ZAZA y Administrador de la Colonia de Caña San Benigno, ambas propiedad de Don. Julián Zulueta. “Zulueta, fue uno de los hombres de negocios de más éxito en Cuba y yo tuve el privilegio de oír de sus labios como iba a crear su imperio de la Banca en Cuba y observar de cerca como su plan se desarrolló tal como me lo había descrito años antes. El secreto, me decía D. Julián es el organizar una cadena de subsidiarias por toda la Isla. Y en efecto no tuve que esperar más que unos meses para que me invitara a volar a Santiago de Cuba, con él y con su hijo Fernando para la inauguración de la sucursal en Santiago del «Banco Continental Cubano». “La Colonia San Benigno que administre como parte de mi primer trabajo recién graduado de Ingeniero Agrónomo en 1953 me ofreció otras lecciones. Las 13 Caballerías (174 Ha) las convertí en un centro de experimentación agrícola (efecto de fórmulas de abono en el rendimiento de azúcar y prácticas de siembra. “A finales de los años 50, fui por un par de años Profesor Agregado de Industrias Rurales en La Escuela de Ingenieros Agrónomos y Azucareros de la Universidad de La Habana, experiencia que en su tiempo me ayudó a vivir la Revolución de Cuba con una visión más clara de lo común: a diario contacto con el trabajador industrial en los Ingenios de azúcar y con el sufrido guajiro en los campos de caña y en mi propia finca, y a la vez con la juventud universitaria siempre rebelde y sonadora. Pienso que probablemente esta experiencia sirvio de ayuda para ser elegido «Chairman of the Board of Advisors of the Food Science Department» en la Universidad de Rutgers 25 años después.
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