En el prólogo de Examen de ingenios, el nuevo libro de José Manuel Caballero Bonald, el escritor ya advierte que “la perspectiva de las semblanzas no pretende ser lisonjera, tampoco desapacible, o sólo a cuenta de alguna sobrevenida mordacidad”. Los retratos están escritos “en las márgenes de la literatura” y cuanto dice está regulado por sus “particulares nociones sobre el arte de escribir”. Algunas frases del libro reflejan el espíritu con el que el autor ha escrito las semblanzas, y la libertad con que lo ha hecho, caiga quien caiga.
Azorín: «Traspasó a su escritura todo lo pulcro y adelgazante de su apariencia”. Su prosa era “lacónica, indefectiblemente utilitaria, estimable en términos de abalorios, sobria hasta la sequedad”.
Borges: “Soy de los que hubiese preferido no tratar personalmente a Borges. Encadenaba juegos de ingenio, retruécanos, maledicencias, con una delectación desazonante” (…) “La potencia de la poesía de Borges, esa síntesis verbal que también invade la singularidad de su prosa narrativa, continúa siendo para mí, salvo baches de poca monta, un acabado paradigma”.
Jorge Oteiza: “En el fondo, era un temerario levantador de piedras empeñado en manipular pesos culturales imposibles”.
Dionisio Ridruejo: “La obra literaria de Ridruejo no me atrajo más que a trechos discontinuos (…). A mí desde luego no me enseñó nada en ese sentido, pero sí me dejó el ejemplo sucinto de su decencia, de su sensibilidad nunca doblegada por las consecutivas inclemencias de la vida, de su manifiesto decoro al elegir ser perdedor” .
Octavio Paz: “Lo que verdaderamente me fascinó fue la poética de Paz, la filtración de esa poética en los entresijos de su prosa ensayística. En esas lindes de la literatura era sin paliativos un maestro”.
Camilo José Cela: “Autoritario y megalómano, sus objetivos no consistían en ser el mejor sino en ser el único”.
Blas de Otero: “Era limpio de corazón y atormentado de alma (…) Desde Juan Ramón Jiménez, desde César Vallejo, desde Neruda, desde Lorca, no ha existido en nuestro círculo idiomático un gestor de palabras poéticas tan fructuoso como Otero”.
José Hierro: Con “pinta de cabecilla tártaro, acató sin ambages a los superiores y desdeñó sin recato a los subalternos” (…) “Demasiada tosquedad para practicar un lirismo tan ensimismado, demasiado cráneo a la vista para la enfadosa reiteración de sus chascarrillos” .
Pablo García Baena: “Es un bien nacido que no ha osado nunca contradecirse”.
Carlos Fuentes: “Una parte considerable de su tiempo la empleó en transmitir a los demás su valía” .
Antonio López: “Es un modesto envanecido de su arte, un arrogante trabajador de la pintura, un artista de pueblo encaramado en el último tren a la universalidad” .
Manuel Agujetas: “Nadie como él, entre todos los cantaores que tuve oportunidad de oír, que fueron muchos, me conmovió tanto y de manera tan imborrable”.
Francisco Umbral: “Con elementos dispersos elaboró un estilo poderoso, inconfundible, digamos que antibarojiano, con mucho de él mismo, o sea, que equivalía a los aderezos de su propia vida. Todo estilo que no equivale a la propia vida se confunde con esa excusa para ineptos llamada sencillismo”.
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Autor: J. M. Caballero Bonald. Título: Examen de ingenios. Editorial: Seix Barral. Venta: Amazon, Fnac
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