«Soy completamente abstemio porque no bebo nada entre copa y copa» es una cita de Francis Scott Fitzgerald de las muchas que, atribuidas a genios y artistas, pueden encontrarse en Excelentísimos borrachos, el diccionario escrito por Carlos Janín que explica la relación del alcohol con las artes.
Editado por Reino de Cordelia, el diccionario lo conforman medio millar de entradas, un millar de ilustraciones, algo más de 500 páginas y una bibliografía que también supera el medio millar de títulos, pero son estas una cifras que no abruman en absoluto en una edición a dos tintas y a doble columna por página, que no solo le otorgan a la obra un aire académico sino que suponen un acicate para su consulta y lectura.
«Es un diccionario caótico y desmesurado en el que el único orden es el alfabético, que es un orden artificial; lo he hecho como se hacen las colecciones de sellos, encuentro cosas y las voy poniendo en una página», ha dicho el autor a EFE con humor y sin olvidar una advertencia:
«El uso del alcohol tiene una parte festiva y jocosa pero su abuso puede llevar también a la destrucción o a una muerte precoz», como sucede a muchos de los «excelentísimos» reseñados en este diccionario en el que, como ha apuntado su autor, sobresale una época, el siglo XIX, como la cumbre del alcoholismo, sobre todo en la denominada belle époque, en la que, para reconocerse como artista, era frecuente adjudicarse el papel de bohemio y bebedor.
Janín ha señalado entre sus «ilustres» preferidos al escritor Edgar Allan Poe y al «divertidísimo» Alfred Jarry, de los que ha dicho que «no son borrachos por vicio sino artistas de la borrachera», además de al pintor francés Toulouse-Lautrec, del que ha recordado que incluso concibió «espectáculos borrachiles».
«Son muchos los que hicieron de la borrachera una obra de arte; por ejemplo Malcolm Lowry hizo que toda su obra girara en torno al alcohol, podría decirse que sus páginas destilan alcohol; su vida fue beber y beber y su obra parece puro alcohol», ha señalado el autor al recordar el tremendo final de otros artistas como el escritor francés Guy de Maupassant, quien terminó sus días encerrado en una celda, asediado por la locura, víctima del alcohol y la sífilis.
Otros autores, como Anthony Burgess, que no sucumbieron al vicio han sido reseñados sin embargo por la calidad etílica que fueron capaces de imprimir a sus personajes.
Carlos Janín ya publicó un Diccionario del suicidio, con breves reseñas biográficas de suicidas ilustres, y ya tiene terminado aunque pendiente de publicación otro diccionario que titulará Y el hombre creó al animal, que ha definido como una especie de enciclopedia, también por lo voluminoso que le ha quedado el manuscrito, que reunirá animales literarios como Moby Dick y Rocinante, mitológicos como centauros y sirenas, o de la literatura fantástica como dragones.
El autor, que ha incluido en su diccionario la receta de un cóctel de su propia invención que lleva el nombre del poeta francés Apollinaire, ha dudado, otra vez con humor, de que su diccionario pueda leerse sin tener una copa en la otra mano, si bien ha asegurado que sus amigos abstemios han sido los primeros que se han interesado en leerlo.
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