Con este experimento voy a romper una costumbre, que es la de no escribir reseñas salvo de libros que me hayan entusiasmado. A veces un libro me gusta tanto que no puedo reprimir el deseo de hablar de él en público, esto es, de escribir sobre él, pero no soy crítico literario ni tengo ambición de serlo. Por eso no acepto reseñas de encargo, salvo que, como me sucedió durante un tiempo, el encargo consista precisamente en escribir sobre los libros que me gustan mucho.
Pero esta vez la curiosidad me lleva a hacer algo distinto: quiero reseñar Hippie, un libro que, mientras escribo esta introducción, todavía no he leído. También sospecho que se trata de un libro que no me va a gustar. Lo confieso: tengo prejuicios contra Paulo Coelho; son prejuicios porque nunca he leído una obra suya; no me gusta el personaje, no me gusta lo que dice en público, me resulta banal a la vez que arrogante… Basta. ¿No decimos a menudo que hay que separar la obra del autor, y se citan casos de grandes obras con cuyos autores muchos no querríamos ni tomarnos una caña?
Pues bien, he decidido realizar el “experimento Paulo Coelho”. Voy a leer su última obra intentando dejar de lado mis prejuicios. Más aún, buscando todas sus virtudes, como si fuese el lector de una agencia o de una editorial, cuya función es explicar a su jefe cuáles son los puntos fuertes, también los puntos débiles, del manuscrito que debe evaluar.
Lo dejo aquí por ahora. Seguiré contando cuando haya leído Hippie.
Dos días después...
El argumento de Hippie se resume con facilidad: estamos ante un relato autobiográfico que narra una época de la juventud del autor en la que viajaba en busca de experiencias espirituales y de un conocimiento no puramente racional del mundo. Una búsqueda que también lo es, claro está, de sí mismo. La primera parte cuenta algunos de estos viajes, a Perú y Bolivia, a Holanda, que ayudan a presentar al personaje central y prefiguran el eje de la segunda parte, el gran viaje al que se lanzará con Karla, una mujer a la que acaba de conocer y que lo arrastra en su deseo de llegar en un autobús, el Magic Bus (cuyo nombre podría ser un homenaje a la canción de The Who), desde Ámsterdam a Katmandú.
La historia está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente. El escritor Paulo Coelho no sólo sabe entonces lo que hacía, sentía y pensaba el joven Paulo, sino que también transmite los pensamientos, los deseos y las intenciones de los demás personajes.
Si empezamos fijándonos en el lenguaje, lo primero que salta a la vista es su cercanía al lenguaje coloquial, no sólo por los “vale” y “bueno” que usa el narrador, también por la construcción sencilla de las frases, la escasez de imágenes y la falta de ambición por conseguir un estilo original. Las emociones se transmiten más a través de explicaciones y exclamaciones que de un lenguaje sugerente.
Esta elección no tendría que ser un obstáculo a la lectura si no viniese acompañada de una torpeza a veces llamativa a la hora de describir y contar. Por supuesto, la tentación de echar la culpa al traductor (traductora en este caso) está siempre cerca cuando un escritor de tanto éxito se expresa con torpeza, pero sin excluir que la traducción a veces no favorezca la comprensión, parece evidente que en muchos casos la confusión viene del original: a veces faltan elementos para entender una frase, otras se hacen afirmaciones dudosas o poco pertinentes, a veces la torpeza se asemeja más bien a la pereza, como cuando se describe el interior de un autobús y se nos dice que estaba “lleno de gente, animales domésticos, comida, artesanía”, descripción que podría hacer cualquiera sin mucho esfuerzo (¿un autobús lleno de artesanía? ¿no puede ser algo más específico?) y sin necesidad de ser escritor. Esta pereza a la hora de describir y narrar hace que a menudo sea el lector el que tenga que completar la imagen, también la frase que no acaba de expresar lo que debiera. Ya en el epígrafe introductorio encontramos una de esas imprecisiones que salpican el texto: “Todo cuanto ocurrió es verdad”. Imagino que pretende decir algo distinto, a saber, que todo cuanto narra ha ocurrido en la realidad, esto es, que no nos encontramos ante una obra de ficción.
En casi todos los libros —también en los míos— se puede encontrar alguna torpeza y también algún error, pero tropezar una y otra vez con frases mal construidas o confusas acaba resultando irritante y hace echar de menos un mayor esfuerzo del autor y un mejor trabajo de edición.
Mi conclusión es que el valor de Hippie no se encuentra en el estilo: el lenguaje en ningún momento resulta creativo y se limita a ser un mero instrumento de comunicación, desde luego no de placer estético. Tampoco ayudan unos diálogos envarados y a veces pomposos y poco verosímiles (la verosimilitud quizá no sea exigible en todas las novelas pero sí en una historia que pretende narrar lo que sucedió al escritor y que es «todo verdad«). Por ejemplo, cuando Karla, nada más despertar en un hotel de Estambul, le dice a Paulo que se va a un bazar:
“Yo voy a ir al principal bazar de la ciudad. Supongo que en Estambul habrá algún bazar, donde gente que trabaja noche y día trata de mostrarles a los pocos turistas que hay la expresión más pura de su corazón: el arte. Evidentemente, no pretendo comprar nada (y no se debe a una cuestión económica, sino al hecho de que no me queda espacio en la mochila), pero me esforzaré, haré un gran esfuerzo para que la gente me entienda, entienda mi admiración y mi respeto por lo que hacen. Porque para mí, a pesar de toda la descripción filosófica que acabas de hacerme, el único lenguaje se llama Belleza.”
Uno de los problemas principales del libro es que cuando el autor desea transmitir la intensidad de ciertas emociones, al no contar con suficientes recursos expresivos, recurre a la grandilocuencia, y entonces lo que era una narración en tono coloquial se vuelve solemne y falsa.
Si el estilo es no sólo sencillo, salvo en esos momentos de engolamiento, sino también torpe, tendremos que buscar el valor de este libro en otros ámbitos. Pero indagando en la trama y en la estructura de la narración no vamos a encontrar nada particularmente original. Hay momentos de suspense y tensión, como cuando detienen a Paulo y a su compañera en Brasil o cuando un grupo de nazis acosa a los viajeros del Magic Bus, pero son pasajes de poco peso en el conjunto. Hippie no pretende ser una obra trepidante, llena de giros inesperados y aventuras.
¿Será entonces el punto fuerte de Hippie la construcción de personajes, una particular profundidad en la caracterización psicológica y en el análisis de las relaciones humanas? No creo que fuese el objetivo del autor, pero sí, a través de esos personajes, el de reflejar el desasosiego y las luchas de la generación que era joven a finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado.
Uno de los aciertos de Hippie es el retrato de Paulo como joven confuso, inseguro, pusilánime en ocasiones, también cobarde, pero al mismo tiempo resuelto a continuar su aprendizaje cueste lo que cueste. Aunque el personaje aparece sobrecargado por un exceso de explicaciones solemnes, ofrece una imagen interesante no sólo de sí mismo, también de una época y de una generación: Paulo no se siente feliz en el mundo en el que le ha tocado vivir, no le satisface la sociedad racional y fría de sus mayores; si muchos de sus contemporáneos se rebelaron contra esa sociedad (hay en el libro pasajes no muy profundos dedicados a mayo del 68), otros pretenden escaparse de ella y de sus normas, encontrar un refugio lleno de sentido en experiencias trascendentales, en la salvación individual a través de una sabiduría que sólo puede descubrirse en las cercanías de lo religioso. El grupo de personas que se dirige a Katmandú en un autobús desvencijado es un modelo a pequeña escala de esa parte de la juventud que no encontró el sentido en la rebelión activa contra el sistema (o lo había encontrado pero se desengañó) sino en la huida física y mental de todo lo que significaba Occidente.
Pero Coelho no sólo traza un retrato generacional, también parece interesado en transmitir parte de la sabiduría adquirida durante su viaje iniciático. Y es posible que muchos de los lectores que se acerquen a Hippie lo hagan como quien se acerca a un libro de autoayuda, no buscando calidad en la prosa ni profundidad en la caracterización de personajes ni en la estructura ni en lo que podemos resumir como valores literarios de una obra, sino las enseñanzas espirituales que salpican la narración, por las que es conocido Paulo Coelho.
Y es aquí donde la perplejidad de este lector aumenta. No voy a juzgar esas enseñanzas en sí mismas, porque mi intención es intentar descubrir qué puede aportar este libro a otros lectores, no a mí, materialista confeso. Pero incluso si aceptara que tenemos un alma, que hay algo parecido a la iluminación, que podemos acercarnos a Dios, que somos seres tocados por la divinidad, etc., no encontraría en este libro nada que no haya oído y leído ya numerosas veces, y sospecho que Coelho también las ha escrito: tenemos que alejar de nosotros los pensamientos negativos, Dios se encuentra en todas las cosas, cada uno debe seguir su camino hacia la sabiduría, la verdad está en nuestro interior y por ello debemos meditar y alejarnos del mundo, “el conocimiento es una ilusión, el éxtasis es la realidad”… Ya hemos visitado más de una vez ese punto de encuentro entre el individualismo occidental, el irracionalismo y la simplificación de distintas corrientes religiosas orientales. Sólo el resumen que hace del sufismo tiene un mínimo de enjundia y puede despertar la curiosidad de quien no sepa nada sobre él. Lo demás suena a dicho ya demasiadas veces, a mera fórmula, de manera que incluso lectores atraídos por las posibles enseñanzas que podrían recibir aquí, incluso aunque esos lectores carezcan de formación literaria o filosófica, se van a encontrar con lo que ya saben.
Por todo lo dicho, si yo fuese el lector de una editorial al que han encargado un informe de lectura de este libro, mi recomendación sería que no publicasen Hippie. Y si el editor me hiciese caso perdería cientos de miles de euros y yo mi empleo. Porque supongo que, como todos los libros de Paulo Coelho, también éste será un gran éxito, por razones que a mí se me escapan por completo.
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Autor: Paulo Coelho. Título: Hippie. Editorial: Planeta. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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