En 1912 Arthur Rackham publicó en la editorial londinense William Heineman una colección de Fábulas de Esopo seleccionadas y traducidas por V. S. Vernon Jones. Rackham ya había ilustrado en ese momento los títulos que le convirtieron en uno de los artistas gráficos más importantes del Reino Unido: Los Cuentos de los Hermanos Grimm (1900), Peter Pan (1906), Alicia en el País de las Maravillas (1907), El sueño de una noche de verano (1909) y El oro del Rin y la Valkiria (1911). Ya es un creador maduro, capaz de adentrarse siempre con éxito en el realismo romántico, la caricatura, las siluetas negras y, por supuesto, en el color, que dominaba como nadie.
Como Esopo no ha existido nunca, lo que no le ha impedido crear un género literario que ha llegado a nuestros días, no le importará que lo más atractivo del libro, más que sus textos, sean las ilustraciones de Rackham, un centenar, más de una docena de ellas en color.
El traductor inglés no debía ser un lince, porque según el Premio Nacional de Traducción Pedro Bádenas de la Peña, uno de los mayores expertos españoles en Esopo, se aparta bastante de los textos originales griegos y tampoco es demasiado fiel cuando traslada al inglés el latín de los continuadores de la escuela esópica. Para nosotros no suponía un problema: Bádenas se encargaría de traducir directamente de los originales latinos y griegos la selección de Vernon Jones. Cada fábula, además, llevaría su número de la catalogación oficial del corpus esópico y su autoría real.
El problema era Rackham. Las ilustraciones en blanco y negro eran fáciles. Logramos una edición inglesa de 1924 que mejoraba en calidad de reproducción la princeps de 1912 y escaneamos todas y cada una de ellas en alta resolución. El problema eran los dibujos en color, porque en los años veinte y treinta las industrias gráficas ni siquiera soñaban con alcanzar la calidad que ofrece la tecnología utilizada actualmente para imprimir en cuatro colores.
Durante meses hemos visitado páginas web, fondos de museos y bancos de datos fotográficos y de ilustración, intentando lograr un archivo que superara en calidad a los reproducidas en las múltiples ediciones que hemos manejado. Hemos comprado reproducciones en alta calidad, archivos digitalizados obtenidos de los originales de Rackham y, excepto en una ocasión, no hemos tenido que escanearlas de los viejos libros ingleses; muchos de los nuevos optan directamente por reproducir todo el libro en blanco y negro o caen en ese antipático truco de la fotocopia que algunos llaman impresión bajo demanda.
No creo que haya en el mundo una edición más fiel a los colores y matices de los originales de Rackham, aunque seguiremos intentando mejorarlos en las próximas ediciones, porque estamos convencidos que Papá Noel y los Reyes Magos se van a hartar a llevar como regalo nuestras Fábulas de Esopo, lo que nos va a obligar a reeditarlo durante las futuras Navidades. Arthur Rackham se merece eso y mucho más.
(Jesús Egido – Editor)
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La zorra y las uvas
[Esopo 15]
Una zorra hambrienta, al ver unos racimos colgando de una parra, quiso atraparlos y no pudo. Marchándose, dijo para sí: «Están verdes».
Así, también, algunos hombres inhábiles por su incapacidad para lograr lo que quieren echan la culpa a las circunstancias.
La oca de los huevos de oro
[Esopo 87]
Hermes, venerado exageradamente por un hombre, lo recompensó con una oca que ponía huevos de oro. Como no tuvo paciencia para sacar el provecho poco a poco y creyó que la oca por dentro era enteramente de oro, sin esperar a más, el hombre la sacrificó. Y pasó que no solo se equivocó en lo que pensaba, sino que también se quedó sin huevos, pues por dentro era toda de carne.
De igual modo, en muchas ocasiones, los ambiciosos, por su ansia de mayores beneficios, pierden incluso lo que tienen entre manos.
La comadreja y los ratones
[Esopo 79]
En una casa había muchos ratones. Una comadreja conocedora de aquello entró allí y, cazando uno tras otro, se los fue comiendo. Los ratones, al verse continuamente cazados, se metieron en sus agujeros. La comadreja, como ya no podía llegar hasta ellos, pensó que había que dar con una idea para provocarlos: se subió a una viga, se colgó de ella y se hizo la muerta. Cuando uno de los ratones la vio, dijo: «¡Eh, tú!, aunque te hagas un saco, no me acercaré yo a ti».
La fábula muestra que los prudentes, cuando tienen experiencia de la maldad de algunos, no se dejan ya engañar por sus argucias.
El perro con cencerro
[Babrio 104]
Un perro solía morder a traición. Su dueño hizo un cencerro y se lo ató al cuello, de manera que se lo oyese desde lejos. El perro, dándose aires de importancia, se fue por la plaza haciendo sonar la esquila. Mas una perra vieja le dijo: «Desgraciado, ¿de qué presumes? No es prenda de tu valor o de tu virtud lo que exhibes, sino prueba de tu maldad».
El carbonero y el batanero
[Esopo 29]
Un carbonero que tenía su trabajo en una casa, como vio que un batanero se había establecido cerca de él, se le acercó y le pidió que fuera a vivir con él. Le aseguró que tendrían mutuamente más intimidad y que, al ocupar un mismo establecimiento, vivirían de manera mucho más barata. Pero el batanero le respondió: «Para mí, al menos, esto es totalmente imposible, pues lo que yo blanquee tú lo vas a poner negro de hollín».
La fábula muestra que todo lo que es desigual es imposible de asociar.
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Ilustraciones: Arthur Rackham. Selección y traducción: Pedro Bárdenas de la Peña. Título: Fábulas de Esopo. Editorial: Reino de Cordelia. Venta: Todostuslibros y Amazon
En versiones más antiguas de la zorra y las uvas, como las primeras traducciones castellana y catalana, la enseñanza y moraleja es opuesta, y tiene a prudencia disimular el deseo de lo inalcanzable.