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Jorge Fernández Díaz, un escritor popular en la Academia Argentina de Letras

Jorge Fernández Díaz, un escritor popular en la Academia Argentina de Letras

Jorge Fernández Díaz ha sido elegido miembro de número de la Academia Argentina de Letras. La Nación nos cuenta cómo ha sido la elección del escritor y periodista.

En ese sillón donde Juan Bautista Alberdi soñaba con un gigante llamado Amapolas, allí donde Victoria Ocampo levantó la voz femenina por primera vez sobre un tema tan crucial, pronto se sentará un nuevo custodio de la lengua vernácula. Anteayer, durante su programa de radio, Jorge Fernández Díaz recibió una llamada que lo dejó sorprendido. Los miembros de la Academia Argentina de Letras (AAL) lo invitaban a integrar la institución tras una votación secreta donde su nombre resultó elegido casi por unanimidad. Tal como estipula el reglamento, el escritor y periodista luego formalizó por escrito su ingreso.

«¿Para qué quieren un periodista y un escritor popular en la Academia?», preguntó Fernández Díaz. «Justamente por eso: porque sos un periodista y escritor popular», le respondió un académico.

Vale una aclaración. El adjetivo «popular» no es peyorativo, sino que es el equivalente en castellano puro al anglicismo best seller. José Luis Moure, presidente de la AAL, confirmó a LA NACION la elección de Fernández Díaz, y advirtió: «Hay un concepto elitista y también equivocado con respecto a este tema. El éxito no se puede medir en materia de ventas, sino en función de la calidad. Góngora es exquisito, pero hoy casi ni se lee. Fernández Díaz tiene una gran obra narrativa, de excelente calidad, y un público que lo sigue con atención. Además es un periodista de fuste, muy cuidadoso con la lengua». Se cuela en la conversación el nombre del integrante de la Real Academia Española Arturo Pérez-Reverte, un perfil similar al de Fernández Díaz -además de que son grandes amigos-. Ambos periodistas experimentados, con una voz nítida sobre el presente de su país, pero sin descuidar el pasado de su nación a través de sus documentadas ficciones. A su vez, como autores de ficción poseen un amplio colectivo de ansiosos lectores, ninguno pertenece al universo de los claustros de la academia y cada uno defiende la lengua a su modo: el primero, a capa y espada; el segundo, con un puñal.

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