Fernando Benítez fue uno de los pilares del periodismo cultural mexicano. Su aguda intuición y una apertura cosmopolita que el furor nacionalista en México había hecho prácticamente desparecer, hicieron posible que fueran conocidos no solo los creadores del vasto Territorio de La Mancha, que hasta los años 40 del siglo XX formaban un archipiélago aislado de países hispanoparlantes que hablando una misma lengua se desconocían unos a otros y apenas encontraban difusión más allá de sus fronteras, sino que introdujo a artistas de primerísima línea de todo el mundo y de todas las disciplinas, propiciando el surgimiento de una modernidad tan activa como formidable. Como director del suplemento México en la cultura y más tarde La cultura en México, Benítez abrió la puertas a jóvenes como José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Jorge Ibargüengoitia o Carlos Monsiváis, y publicó obras literarias de autores hasta entonces poco conocidos o en ciernes como Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz o Carlos Fuentes, por citar a un puñado de las decenas de ilustres nombres que figuraron en las páginas de esos excepcionales suplementos semanales. Pero don Fernando (1912-2000) no solo fue ese magnífico editor cuyo excelente oficio cultivó y cautivó a miles de lectores mexicanos, sino que era un apasionado historiador y un brillante escritor que dejó obras tan fascinantes y memorables como La ruta de Hernán Cortés, El rey viejo, Los demonios en el convento: sexo y religión en la Nueva España o su monumental e imprescindible Los indios de México, de cuyo corpus, dividido originalmente en cinco volúmenes, la Fundación Ildefonso Vázquez Santos (FIVS), que resguarda el legado de Benítez, en colaboración con editorial Era, acaba de reeditar tres títulos que abordan el misticismo de los pueblos indígenas: Los hongos alucinantes (1964), En la tierra mágica del peyote (1968) e Historia de un chamán cora (1973). Se trata de tres obras emblemáticas que abrieron paso a una nueva forma de entender el pensamiento mágico autóctono y sirvieron de auténticas guías iniciáticas para todos aquellos que querían internarse por las sendas de la psiquedelia. Los hongos alucinantes aborda uno de los temas más atrayentes y controvertidos que investigó Benítez a partir de su participación en las ceremonias rituales que presidía la célebre María Sabina en Oaxaca y ofrece el vívido testimonio de la propia experiencia del autor con los hongos. En la tierra mágica del peyote es una crónica sobre cómo los huicholes (indígenas de la Sierra Madre Occidental), al repetir en su peregrinación mística al desierto de San Luis Potosí la cacería sagrada emprendida por los dioses en el tiempo imaginario, aspiran a hacerse contemporáneos de esas deidades. Por su parte, en Historia de un chamán cora, Benítez cuenta, con toda la rica textura de su lenguaje, la historia de un hombre que vive sin contradicción entre la realidad y la magia en Nayarit, en clara sintonía con el Carlos Castaneda de Las enseñanzas de don Juan, Una realidad aparte o Viaje a Ixtlán. Asimismo, la FIVS prepara la publicación de otros materiales inéditos de Benítez, entre ellos la vasta obra epistolar que forma parte medular del archivo que desde hace trece años fue adquirido por esa institución con sede en Monterrey, Nuevo León, y que ostenta los derechos de alrededor de 30 obras suyas, por lo que tienen proyectada la reedición de Los indios de México en al menos dos versiones, una de lujo en pasta gruesa con forro de piel, y otra de bolsillo, al tiempo que tratarán de poner al alcance de las escuelas todas estas reediciones con el fin de acercar a niños y jóvenes al pensamiento de Fernando Benítez y su pasión por el mundo indígena mexicano. Una labor encomiable.
UNA HISTORIA DE ADULTERIO
En 1951 la nota roja mexicana relataba el caso de una mujer, considerada «la mejor vestida de Mexico», que tras ser acusada de adulterio acababa con sus lujosas ropas en la oscura cárcel de Lecumberri. La dama se llamaba Suzanne Avramow, y había sido denunciada por su marido, el ingeniero Paul Antebi, director y fundador de uno de los laboratorios franceses más importantes del mundo, quien creó toda una puesta en escena para encontrarla con las manos en la masa y divorciarse de ella, según cuenta la escritora Guadalupe Loaeza, quien se inspiró en esta historia para su más reciente novela La amante del Río Nilo (Planeta). Según cuenta Lupita, autora de poco más de una treintena de obras entre las que destacan Las niñas bien, Las reinas de Polanco o Las yeguas desbocadas, Avramow, a quien conoció muy bien, llegó a México en 1941 para casarse con Anteby, con quien tuvo dos hijos. «Y él, que era muy bueno en los negocios, no quería compartir su patrimonio con ella. Entonces, se pone de acuerdo con su mejor amigo, Roberto Gilly, y le dice ‘exhíbela, paséala por todos lados, llévala a cabarets, a restaurantes, porque me quiero divorciar’. Lo que nunca se imaginó Anteby es que Suzy y Roberto realmente se enamoraron y se casaron. Y sus hijos, muchos años después, también se enamoraron y se unieron en matrimonio”. A partir de esta trama de celos y venganza, una historia que escandalizó a la sociedad mexicana de los años 50 del siglo pasado acaparando las primeras planas de la prensa nacional y desatando un linchamiento público pocas veces visto, Loaeza reconstruye el México de ese periodo, un México muy permisivo y corrupto, donde no logra encajar muy bien Avramov, una judía turca que había estudiado en el Liceo Americano de Bulgaria, que hablaba cuatro idiomas y era una enamorada del amor que Loaeza ha tratado de presentar con sus claroscuros, pues era una superviviente de la guerra que arrastraba cicatrices, enfrentando incluso una confusión de identidad, lo que le hacía sentir un hueco por dentro y hacía que su vida fuera como un caleidoscopio. Loaeza ha confesado que escribió esta novela porque tenía una deuda con Suzy, a quien siempre vio como a una mujer mal comprendida a la que ha querido ahora reivindicar. Lupita siempre ha tenido muy buen ojo para este tipo de personajes, y en esta novela vuelve a mostrar que sabe retratarlos con su prosa inteligente y perspicaz.
LA OTRA SEMANA DE NOVELA NEGRA
La semilla sembrada por Paco Ignacio Taibo II está dando sus frutos. Si ya en España, donde con grandísimo éxito logró convertir en todo un clásico del mundo literario universal la Semana Negra de Gijón, cuyo primer hijo fue el festival Getafe Negro, ahora llega a México la Semana de Novela Negra F.G Haghenbeck, cuya segunda edición se llevará a cabo del 16 al 21 de octubre en diversas sedes de Querétaro bajo el lema «Hurgar en el misterio», con la participación de más de 30 escritores provenientes de España, Argentina, Estados Unidos y México. Entre sus actividades, los organizadores realizarán seis eventos en universidades como la Autónoma de Querétaro, la Anáhuac y la Tecnológica de Corregidora, y entregarán los premios Internacional de Novela Negra Una vuelta de tuerca y el Filiberto a la mejor obra del género negro y policial publicada en 2022. Asimismo, para los amantes del género, se han preparado dos talleres gratuitos de narrativa gráfica y cuento cuyo objetivo es adentrar al público participante en el mundo de la creación de historias negras. Entre los escritores que participarán destacan Élmer Mendoza, Diego Enrique Osorno, Carlos René Padilla, Gabriel Velázquez Toledo, Vicente Alfonso, Diana Pérez, Jaime Zúñiga Burgos, J.J Mason, Tania Tinajero, José Salvador Ruiz, Nylsa Martínez, Dolores Reyes, Manya Loría, Elíer Lizárraga, José Juan Aboytia, Luis Arturo Salmerón y Jorge Alberto Gudiño. Larga vida.
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