Fernando Trueba ha tardado diez años en sacar adelante un film noir que ahora va a estrenar en las salas españolas, Isla perdida, una película marcada tanto en su trama como en sus personajes por una banda sonora excepcional, que el madrileño asegura haberse «currado muchísimo».
Así, Isla perdida es un thriller a ritmo de jazz que arranca con la luminosidad del verano en una isla griega, se enreda en el otoño con preguntas incómodas y llega al invierno convertido en una novela gótica. Protagonizada por Aida Folch, el colombiano Juan Pablo Urrego y Matt Dillon en los principales papeles, Isla perdida (Haunted Heart en su título internacional) ha sido rodada en inglés, español y griego, y es un noir en toda regla, ambientado en las islas griegas con el jazz como telón de fondo.
La música, el pasado como concertista de clarinete de Max, es el hilo del que tira Trueba para coser la historia. «La música de esta película está muy currada. Está la música de él, la de ella, la del pasado, las músicas de la época…». La cinta, dividida en tres partes como tres movimientos de una composición musical, explica el director madrileño, comienza en verano, cuando Álex (Folch), una aspirante a maître, llega tarde a su cita laboral con Max (Dillon), dueño y chef de un restaurante al que solo se accede en barco, y debe conformarse con trabajar de camarera. Ella nota el flechazo y, a pesar de que viene huyendo de un pasado doloroso, se lanza de cabeza a por él. Pero Max es un hombre oscuro, reservado o tímido, que solo se sincera con su amigo Chico (Urrego).
La música también es la pasión que ha unido a Trueba y Dillon, expertos ambos en música cubana y jazz, que hace años decidieron que harían juntos una película cuya banda sonora sería otro personaje más. Y llegó Isla perdida, que estará en las salas el 23 de agosto. Es la primera vez que el madrileño se alía con un creador de cómics, Rylend Grant, que además es monje budista, para escribir el guion porque, aclara Trueba, cuando conoció su trabajo se dio cuenta de que «tenía lo que yo buscaba, era alguien muy americano, y yo necesitaba que el personaje de Max tuviera ese componente». Otro elemento imprescindible de la película es Aida Folch, que ya trabajó con Trueba hace doce años, protagonizando El artista y la modelo.
«Lo que más me gusta de la película es cómo mi personaje pasa de la luz a la oscuridad, un regalo interpretativo», señala la catalana, nominada al Goya por aquel papel. Es la primera vez que Folch encara un rol cercano al terror. «A mí me encanta este cine, de relaciones personales, de amor, sensual, con misterio… Todo esto lo disfruto muchísimo, y para mí era muy importante volver a la esencia de este trabajo, que es no hacer sino mirar al otro, escucharle, creérmelo. No he tenido que hacer composición de personaje pero sí estar».
En la trama también tiene importancia un teléfono de la época (¿quién no ha tenido un Nokia?) que se mantiene días encendido y se oye incluso bajo tierra. «Lo enterramos, y funcionaba», confiesa Trueba a Efe, pionero en usar un Nokia como «elemento gótico, pero siendo real», presume.
Hitchcock, Highsmith, Irish, Goodis, el cine negro, el jazz, el pasado, las islas griegas, la hostia en Cristo… En definitiva, se acerca el último bodrio de Trueba. Aunque igual esta vez tiene suerte y le sale la obra maestra que siempre quiso hacer. (Ahora que ha fallecido Alain Delon, cabe comentar que todo aquello, y mucho más, se encuentra en A pleno sol, la obra maestra de René Clément, cambiando Grecia por Italia.)