Comencé este blog hablando sobre cómo la tecnología ha ido incluyendo trucos narrativos propios de la ficción en nuestro día a día. Meses después, el asunto se nos ha ido de las manos. Insiste Berto Romero en ‘Nadie sabe nada’, de la cadena SER, en que vivimos en la sociedad del ansia. Queremos llegar a todo, vivirlo todo, tenerlo todo, y ya, ahora mismo, sin dar ni un segundo de tiempo al aburrimiento. Eso ha llevado a que el gran éxito del verano, lejos de ser una canción de Georgie Dann, sea el dichoso Pokémon Go.
¿También se cuelan los muñequitos de Nintendo en un blog sobre libros? Sí, porque esa aplicación que hace vibrar el móvil cada dos por tres absorbiendo la batería y disparando el consumo de datos no es más que un modo bastante ingenioso de introducir técnicas narrativas en los pocos ratos libres de los que disponemos, haciendo así que cada uno pueda disfrutar de su propio viaje del héroe constantemente en lugar de pensar en otras cosas.
El terreno estaba abonado. Esperar la llegada del autobús ya se había convertido en un momento tenso, todos con la mirada fija en el teléfono, esperando una notificación capaz de llenar el vacío durante uno o dos minutos. Aquí los autores del famoso juego, conscientes de que se nos ha olvidado disfrutar del aburrimiento, han dado con la solución haciendo que cada paisano desarrolle sus propias tramas narrativas mientras pasea por la calle. El juego sumerge al usuario en una búsqueda que le hace evolucionar, ofrece recompensas, enfrentamientos con otros monstruos, etc. Todo esto mezclando ficción y realidad, haciendo que el protagonista y el lector de la historia se confundan.
Aquí es donde llega la parte más inquietante. Ayer mismo, El País publicaba un artículo según el cual la ciencia ha comprobado mediante dos estudios algo bastante obvio: leer ficción refuerza nuestra empatía, la capacidad que tenemos de ponernos en el lugar de los demás. Los principales problemas derivados a corto plazo del juego de Nintendo vienen en esa dirección a un nivel muy básico, con transeúntes tropezando porque no ven venir al de enfrente, conductores siguiendo su propia aventura a través del móvil en lugar de fijarse en la evolución de los demás en la carretera, etc.
Soy de los que cree que cualquier formato capaz de ayudarnos a contar historias debe ser bienvenido, pero no deberíamos perder de vista las características que hacen que el relato sea útil desde un punto de vista social. Aunque cada vez interactuemos más con robots, necesitamos al de al lado para seguir viviendo. Pokémon Go ha llegado y se irá, pero populariza una nueva forma de contar historias que convendría aprovechar sin perder la perspectiva de los demás, esa que ofrece la buena ficción. Lo dicen hasta los de ciencias.
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