En este ensayo sobre el estoicismo, una filosofía de amplitud incomparable que nos guía y nos fortalece, su autor se dedicó a estudiar la vida intelectual de la antigua Grecia, con un especial interés en la filosofía estoica.
Zenda adelanta un extracto del libro.
«El origen de toda filosofía es el maravillarse», dice Platón, y, por el hecho de que el joven Teeteto se maraville, reconoce su predisposición filosófica: una sensibilidad auténticamente helénica. La palabra ϑαυμάζειν significa originariamente «considerar con atención, perseguir con interés personal el curso de las cosas» . Pero los helenos no solo son individuos oculares, individuos que captan con agudeza una imagen externa; también quieren contemplar la esencia de las cosas . Nunca aceptan los hechos dados como algo evidente. Se «maravillan», ven problemas, quieren comprender, preguntan por el de dónde y el por qué, tras lo individual divisan lo universal, lo genérico que determina su esencia, ordenan las particularidades en un contexto general, exigen una ley universal que se extiende sobre los distintos fenómenos y los reúne en una unidad superior. No solo buscan la utilidad práctica; para ellos, la mira- da cognoscitiva, la ϑεωρία, es un fin en sí mismo . En la Hélade también existen las personalidades independientes que no se contentan con seguir creyendo y transmitiendo lo tradicional, sino que se forman su propia imagen del mundo y, en esta medida, hacen posible el progreso del común de las gentes.
Ya al comienzo del siglo VII, en Beocia, el joven Hesíodo «se maravillaba» de su mundo circundante, en particular de lo poco que la creencia en un Zeus justo, que él portaba en el corazón, concordaba con algunas historias que se contaban sobre los dioses . Entonces, una noche las Musas le mostraron el camino hacia el conocimiento: tenía que preguntar por el de dónde, tenía que liberarse del presente para elevarse hasta las oscuras fuerzas de los tiempos primigenios y, de nuevo, entonces, remontando la cadena de las generaciones de los dioses, llegar a las figuras luminosas del Olimpo hasta arribar al mundo actual con su multiplicidad y la belleza del ser, bajo el gobierno de Zeus, por orden del cual Dike cuida de la justicia sobre la tierra .
El pensamiento de Hesíodo estaba orientado ético-religiosamente, y en la madre patria esta actitud espiritual perduró durante mucho tiempo . Pero al otro lado del mar, en Jonia, donde tanto la tradición religiosa como la política se habían interrumpido, se recorrieron nuevas sendas . También aquí quería comprenderse el mundo presente . Sin embargo, el pensamiento no tomó su punto de partida del olímpico Zeus, sino de las maravillas del cielo estrellado y de las miles de extrañas curiosidades que los marineros habían visto y vivido en mar y en tierra. A partir de aquí, el mundo circundante, que estaba cotidianamente ante los ojos, también se convirtió en un problema. Y lo que la observación y la pregunta por la conexión causal ofreció entonces no había que agradecérselo a una revelación de las Musas, sino al propio logos, el cual —ese es el significado originario de la palabra— reunía las impresiones particulares del mundo externo para reelaborarlas combinándolas a partir de su propia fuerza .2 Pero el fenómeno más manifiesto que suscitó este logos fue el crecimiento, el ϕύεσϑαι, del mundo vegetal, que a partir de semillas minúsculas, según un orden fijo y con un desarrollo ininterrumpido, conducía al pleno desenvolvimiento de la esencia, a la physis . De manera auténticamente helénica se universalizó aquí lo observado y se lo utilizó como clave para la comprensión del mundo en su totalidad . Y en la medida en que en la physis no solo se reconoció el resultado de un proceso del devenir, sino también la fuerza que lo determina, se alcanzó uno de los descubrimientos del espíritu humano más ricos en consecuencias . Pues toda la ciencia occidental de la naturaleza con sus ámbitos particulares, como la medicina, se edifica sobre este concepto de «naturaleza» que abarca todo acontecer y que lo regula según leyes inquebrantables que le son inmanentes . Esta ciencia nunca podría haber surgido a partir de la forma de pensar oriental.
Logos y physis son los conceptos fundamentales del pensamiento científico de los griegos . Son también los pilares que sustentan su filosofía. Con su ayuda, los jonios superaron el pensamiento mítico y alcanzaron una nueva, racional, comprensión del mundo. Ya no derivaron genealógicamente su estado presente a partir de cualesquiera poderes originarios, sino que buscaron determinar la materia originaria unitaria que está en la raíz de todo ser e investigaron los procesos mecánicos que hacían surgir la multiplicidad de los fenómenos a partir de ella. Pitágoras, al que solo le interesaban la estructura interna y la forma de las cosas, siguió un camino propio. Preguntó por la causa de su ser así y la encontró en la relación numérica según la cual las partes de la materia se entremezclan . Para él, el número se convirtió en la esencia de los fenómenos.
Pero el espíritu jónico también fue lo suficientemente profundo para ser consciente de que el camino hacia el conocimiento del mundo externo atraviesa el propio yo . Heráclito «se investigó a sí mismo» porque el logos en tanto tal se le impuso como el problema máximamente urgente y porque le preocupaba la pregunta sobre sí y cómo estaba en condiciones de aprehender y comprender las cosas externas. Solo encontró una solución satisfactoria: suponer que el mismo logos imperaba tanto en nosotros como fuera de nosotros y que el acontecer externo seguía la misma legalidad que nuestro pensar. La experiencia fundamental de la que partía era que así como no podemos pensar el frío sin el calor, la vida sin la muerte, del mismo modo, en el mundo exterior, según el testimonio de nuestros sentidos, está presente esta coexistencia de los contrarios, pero que se protege de la destrucción en virtud de una «armonía de los opuestos», los cuales se entrelazan en una unidad en el eterno devenir del mundo y su movimiento. Esto solo podía ser obra de un principio originario omniabarcador, precisamente el del logos . (…)
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Max Pohlenz (Hänchen, 1872 – Gotinga, 1962) fue un filólogo clásico alemán que se dedicó a estudiar la vida intelectual de la antigua Grecia, con un especial interés en la filosofía estoica. Fue galardonado con la Gran Cruz al Mérito de la República Federal de Alemania y con la Gran Cruz al Mérito del Estado de Baja Sajonia. Asimismo, obtuvo el doctorado honoris causa por la Universidad de Roma en 1955.
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Autor: Max Pohlenz. Título: La Stoa: Historia de un movimiento espiritual. Traductores: Salvador Mas Torres e Iker Martínez Fernández. Prólogo: Emilio Lledó. Editorial: Taurus (colección Clásicos Radicales). Venta: Todostuslibros
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