Más de quinientos poemas han participado en el concurso de poesía #poemasdeamor, organizado por Zenda y patrocinado por Iberdrola, que cuenta con un jurado formado por los poetas José Manuel Caballero Bonald, Ana Merino, Raquel Lanseros, Alicia Aza y Antonio Lucas, con Miguel Munárriz como secretario, y una dotación de 3.000 euros.
Para participar había que publicar los poemas en nuestro foro Iberdrola, en El Club de los Poetas Vivos, entre el jueves 31 de enero hasta el domingo 17 de febrero de 2019 a las 23:59. Este viernes, 22 de febrero, anunciaremos los nombres del ganador, que recibirá 2.000 euros, y del finalista, que recibirá 1.000 euros.
Bajo estas líneas reproducimos los diez poemas finalistas. El orden de esta selección es aleatorio. Al resto de las poemas se puede acceder a través de nuestro foro. Gracias a todos por participar.
1 PERSEGUIR ESTE INSTANTE ES LO QUE QUEDA (Gema Serradel)
Donde termina este rumor de gente
y yo me quedo a solas conmigo,
allí donde me abraza
la ardiente soledad de las palabras
y mi yo escondido me habla receloso,
allí donde el mar termina
y yo coso mis sueños para volver a unirlos,
y mis miedos me exigen que vuelva deprisa a la orilla
hay otra vida que me empuja
a la eterna bondad de la esperanza,
a descubrir el amor escondido
entre las sábanas de un te quiero,
y a huir de todo lo que duele.
Perseguir este instante es lo que queda;
vivir siempre en el abrazo
de alguien que no ha de marcharse nunca.
2 KARBUS 2 (Andrés Díaz Díaz)
Dejá, no es nada,
todo bien…
Una vueltita a la Tierra
siete veces y media
en un segundo
y se me pasa.
No sé de donde salió
el profundo recuerdo.
No es raro
que en Florida
estén los meses grises
Como que…
Como que tuviera el corazón
repleto de alfileres
y pasaras la mano.
Nada es realmente mío.
Ya nadie pasa la lengua
por los sobres de carta.
Ya nadie…
Dejá, no pasa nada.
Todo bien…
La tristeza
siempre anda escotada
me distrae un poco…
Como a quien le gusta
arrancarse la cascarita
en las raspaduras del espíritu,
o tal vez
comerse las cutículas
cuando todos están mirando.
Dejá, no es nada,
todo bien…
No tenía intenciones
de enamorarme aquella noche.
Y aunque podríamos haberlo simulado.
Como se simula un beso,
una caricia, una selfie o un whatsapp.
Dejá… no pasa nada.
Solo quería presumir con mis amigos.
Estabas buena.
En el sentido más machista y patriarcal posible.
Yo era joven
y vos más.
Pero.
Amor: te volviste una fobia
un árbol de laurel
en el que no puedo dormir.
A veces salís en televisiones antiguas,
y volvés a pasar las manos
por una cara purulenta.
Es el recuerdo…
El recuerdo
es una de esas televisiones
¿Te acordás?
De esas con un culo gigante.
Con analogías y antenitas.
Un ping pong
entre nostos y algos.
Ya está, ya fue,
yo no tenía intenciones
de enamorarme aquella noche.
3 EL IDIOMA (diga lo primero que piense). (Juan Manuel Márquez Núñez)
Cometa.
Hilo perdido.
Derroche, aliciente.
La expresión gutural del niño.
Lo extraño.
Hablan un par de amigos.
La metáfora remonta.
El adjetivo acontece y disiente.
Tierra húmeda y arada.
Calostro.
Trasiego.
Una idea es vencida, atrapada.
El poeta despierta libre, iluso.
Onomatopeyas y tremolina.
Liquidación de momentos añorados.
Ausencia. Ausencias.
Ausente. Ausentes.
La conciencia bajo el árbol de la alameda.
Barro acumulado en libros.
Oropel, discurso.
El verbo disperso entre irregularidades.
La salvación en la mentira.
Trigal de tres tristes tigres.
Fallece el dueño de un pronombre.
Huye el singular de la primera persona.
Acomodo.
Reaparece aquel amor y todo es un vertido.
Cerco de luz sobre sílabas y predicados.
La virtud ha sido olvidada.
Un preso lima con esmero un ensayo.
Solar y destrozo.
Círculo, juego, vacío.
Tantas veces camino desmochado.
Tendencia, claro, oscuro… claroscuro.
Aprendiz imberbe e impaciente.
En la tragedia plañe el coro.
Persistimos en la trinchera.
Cualquier significado es grave.
Es el idioma.
Risotto almidonado de palabras.
4 DESPUÉS DE TODO (Luis Andrés Domingo Puertas)
Quizá esta tarde quieras que, de nuevo,
regresemos desnudos y ya solos
a la conversación,
al café, los recuerdos y algunos cigarrillos entre medias.
Y es posible que afirmes, sin mirarme,
que no fue para tanto,
que nos dolió lo justo y que la herida
no volverá a sangrar, aunque haya algo
muy dentro de nosotros
que albergue algún recuerdo
borroso y precavido de aquel daño.
Que tal vez somos otros, pero quieres
que los mismos que fuimos nos reclamen
a la cama aún deshecha que ha guardado,
mezclado con el sueño,
el calor conmovido tanto tiempo.
Y harán los telediarios y las redes,
los muebles y esta mesa,
el fondo inmanejable de la historia,
la humareda
del presente imperfecto en que quizá me cuentes
la razón de las lagrimas
que anegaron relojes y cortinas,
tiempo e intimidad a salvo de las balas
que, en ocasiones, silban todavía en torno nuestro.
Querrás quitar la herrumbre de las rosas
con manos que recuerdan la frescura.
Y lo conseguirás, porque me encuentras
más seguro que nunca de que guardas
una razón de amor y algunas cicatrices
escritas en las alas y a despecho
de francotiradores que no acertarán nunca y están lejos
de este nosotros nuestro que ha sabido aguardar
sobrevolando daño y callejones.
Es posible, quizá,
que hablemos esta tarde como siempre
después de tantas cosas y el olvido
que ha recordado tanto de nosotros.
5 SALIDA DE EMERGENCIA (Félix Arnáiz Jiménez)
Yo nunca he pisado Roma.
No, al menos, a la manera en que se debe hacer,
siguiendo las normas constitucionales
que dictan las novelas y la buena poesía.
Jamás he sabido qué quiere decir
partirse en dos las bocas,
beberse las ganas de decir «te quiero»
en un vaso de culo ancho,
vender una estrella
a lomos de un coche vacío.
Yo no conozco otro amor
que el del ramo de moras negras
y el de letras de tinta china.
He oído decir, alguna vez,
que Roma es una cárcel de amor para turistas
de la que «nunca vamos a escapar».
Yo nunca he sentido el dolor
de ver perderse entre la muchedumbre
una cara conocida,
tu piel de escalera,
tu piel de ventana,
tu piel de…
Yo no podría afirmar objetivamente
que, a mis ojos, vistas
de un color gris perfecto,
un gris que entone perfectamente con el mío;
ni que quiera saber dónde estás cuando no existes,
en qué piensas si te pregunto,
quién eres si no te miro.
Y, aun así,
con la pálida inocencia de mis días te diré
que yo nunca he pisado Roma
y que tienes más poesía
que un autobús azul
en un día de lluvia.
6 CÓMO CURAR MURCIÉLAGOS (Maria Florencia Moscato)
Te llamo a las tres y media de esta, o cualquier madrugada,
para contarte que tengo ascendente en cáncer,
que no esperes nada de mí, salvo murciélagos
que todavía no perdieron del todo
el sentido para orientarse en las tormentas
y que esta vez van hacia vos, compactos
oscuros, como siempre, pero ilesos
como si no vivieran chocándose todo el tiempo
contra los cristales de la propia confusión.
Intento morirme de un shock de todas las cosas
para inmunizarme en el futuro, (si es que hay futuros
dentro de este cóctel de cenizas al que llamo mi país)
mientras te sigo contando por teléfono
que ahora sé que esta hora, cualquiera de ellas,
puede ser amor, magia o parte de la muerte
atrapada en el reloj de arena
de alguna inteligencia artificial que se resetea al mínimo contacto.
Yo soy esa luz que se apaga al mezclarse con el aire.
Vos sos el agua que nunca tiene sustancias que la pudren.
Por eso sé que mis murciélagos pueden entrar en ella
sabiendo que no van a salir peor de lo que entraron.
7 EN LA ESTANTERÍA (María del Socorro Jaramillo Gómez)
Ya no le temo a los agujeros
de las paredes cuarteadas
por donde brotan los muertos
que gimen con urgencia su desdicha.
Ya no le temo a las tardes
vestidas de ausencia
que aprietan tu olvido
en la estantería del Amor.
Ya no le temo a la lluvia
que no cesa y se hace gorrión
en la memoria de mi noche
cuando roza el amanecer.
Ya no le temo al silencio
que ronda entre el ulula del búho
y el murmullo de la hojarasca,
ni al relámpago fulminante,
ni a los postigos donde se asoman los muertos,
ni a la travesía que roe la vida,
porque ahora viajo de tu mano…
soledad.
8 POSIBILIDADES (Daniel Rodríguez Torrente)
Podría recordarte
con la sangre del que pierde
lo que nunca ha sido suyo;
poner mi soledad frente a tu frío,
querer que hable la rabia,
abrirnos las mentiras y decirte
que sentirte junto a mí
nunca fue sentirte cerca.
Podría liberarnos
del pasado y las fronteras
con las que ata la nostalgia,
dejar que se enmascaren
tus sombras en mis sombras,
buscar en otros labios
nuestros cuerpos,
desandarnos
saber que no fui tuyo
pero fui parte de ti.
Podríamos jugar
a desvelarnos el amor
que una vez nos ofrecimos,
llegar a devorarnos
con certezas,
bebernos esa nieve
que jamás nos vio volver,
sentir que mi puñal
ha perdonado a su asesino,
tirar todos los muros,
llegar a demolerlos,
y decirte
que tal vez también te quise
al pensar en todo lo que has hecho
y a pesar de todo lo que hiciste.
9 APUNTES DE NARRATOLOGÍA (Pedro Jesús Plaza González)
(Vuela… y volarás muy alto;
corre… y correrás muy lejos)
I. Prótasis, el planteamiento
“Érase una vez…” y siempre, este épico romancero…
La historia fuimos nosotros, el discurso nuestros besos;
perdido el punto de vista, nos convertimos en ciegos.
No hubo modalización narrativa en este cuento,
cada lágrima que escribo mal la diluvió mi pecho.
Fue Amor el autor real, cuando literal, los cuerpos:
narradores, corazones, y narratarios al tiempo
de una vida perdonada, de un ciclón de sentimientos.
Unas veces homodiégesis bebimos a lápiz seco,
nos disparó la resaca por ser heterodiegéticos;
focalización interna de cicatrices y miedos:
no retuve lo de fuera por no soltar lo de dentro
y me sentí, más que nunca, solo y extraño y externo.
Ojalá pudiera ahora que te has ido, que estás lejos,
retroceder y encender la focalización cero.
Se rodaron perspectivas múltiples en blanco y negro,
no conté con las variables y caí de rimas al suelo:
la corriente de conciencia no acorazó mi cerebro.
A menudo narrador de mitos y de sucesos
y jamás protagonista de cuanto estaba ocurriendo
y, sin embargo, testigo de rescates y destierros:
ni olímpico ni omnisciente, ni decantado ni neutro.
La temporalización fue un mes breve y eterno,
el cronotopo exigido tu habitación y mis sueños:
eslabones en pedazos… mi alma esposada en tu lecho.
II. Epítasis, el nudo
Cedí el orden temporal a cambio de tus senderos
de hogar y de refugio, de tempestad y de invierno.
Náufrago en lo no lineal y horizonte ahogado, océano
de mis finales cerrados y tus principios abiertos;
carroña de anacronía de tantos relatos y hechos
nacidos in medias res, después in medias res muertos.
Analepsis y prolepsis, o Círculos del Infierno:
la coherencia no florece si te arrebatan el Cielo.
Ahora el mundo está vacío, pero el vacío está lleno
de tus pupilas totales y mis iris incompletos.
La velocidad y el ritmo colisionaron a tempo:
sempre mi manchi tantissimo… joder, ven; te echo de menos.
Hoy vivo a cámara lenta, ayer te amé a fuego lento;
por favor, rompe la escena, haz una pausa en el juego,
una elipsis, un resumen: huye a mis brazos de nuevo.
Suave espacialización la cortina de tu pelo,
perseguían en las sombras las arañas de mis dedos
las caricias y la brisa que respiraba tu aliento.
Me las di de personaje plano, en el fondo era esférico,
si bien con muchos detalles tremendamente imperfecto;
unas veces colectivo y otras distante y pequeño,
episódico episodio de dolor y de despecho.
Siempre… siempre secundario al borde de los espejos,
en persecución y busca del corazón compañero.
III. Catástrofe, el desenlace
Y así voy, poeta hundido en literatura inmerso:
sin ti, sin tu dormitorio, sin tu antes y sin tus huesos;
falto de vida —la tuya—, de alegría y de consuelo.
Quizá este sea el final de nuestro romance y cuento;
nunca fui protagonista… fui secundario, fui viento.
Tú sí… y tu ovillo de estrellas, risas, viajes, universos.
Siento ser antagonista, luchar contra tu deseo;
ya pocas cosas importan pero, con todo, te quiero…
te he querido y te querré; dicho y escrito lo dejo:
que no sepulte el olvido lo que no entierra un desierto.
Por la realidad te fuiste. Por las ficciones me quedo.
10 ELEGÍA POR UNA CIUDAD SIN VERANO (Roberto Rayo)
La ciudad grita con su voz de sirena antiaérea
anunciando que ha sobrevivido al estío
y que el otoño que se queda a vivir
ha elegido mal su lugar de residencia.
En la estación hay maletas a medio hacer
almas desbocadas entre las ruinas
buscando refugio para esperar al frío
y largas cicatrices sobre la piel de tierra.
Nada ha reabierto sus viejas heridas
desde que tus ojos ya no arrancan las horas
de las agujas del reloj del andén cuatro:
solo el cadáver del arcángel que te hizo renacer.
Los veranos que te traían aquí han desaparecido
como la casa de la esquina de tu calle y la mía
Como polvo entre los dedos de los árboles
de manos que brotan a veces en los adoquines.
Y si entre el humo y la niebla tú volvieras
tal vez los veranos serían de nuevo eternos
y si el trueno de hierro amenazase lluvia
correríamos cantando hacia la boca del metro.
Las bombas quedarían quietas en el aire
como grises colibríes a un palmo de la cabeza
como manzanas maduras deseando caer
mientras durase un beso.
Pero ahora que aquí los veranos han muerto
bajo el agua helada de incendios de silencio
que rompen los hermanos con sus melodías de odio
y la sangre con la que pintaron sus banderas.
Ahora que el amor yace enterrado
en un túmulo de asfalto y cartuchos usados
y las flores se arrancan de cartillas de racionamiento
llévate para siempre libre y lejos el verano.
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