Flores salvajes es un cómic que nace (como quizás toda la obra del dibujante Liniers) de un regocijado cruce entre el arte y la vida. Esto se aprecia en el propio título de la obra, que remite a una canción homónima de Tom Petty y que recuerda, con gracia, la traducción imprecisa de la película clásica de Bergman (donde las fresas no eran silvestres sino salvajes). Pero, y esto es lo más importante, esa llamada del arte se inserta en el cauce humano de la vida. Las flores pasan a convertirse en niñas (las propias hijas de Liniers, destinatarias de la obra —“Para Matilda, Clementina y Emma. Vosotras sois un tipo de flor salvaje”—), y las niñas de carne y hueso se convierten en las heroínas de papel de esta historia. Para completar este viaje de ida y vuelta entre las artes y la vida, esta historia aparece transformada a su vez en una película de aventuras, por obra y gracia de la imaginación de sus protagonistas.
Quien guía esas apariciones es el componente coral y performativo del juego infantil (“¿puedo decirlo yo?”), que conduce el devenir de la historia inventada por las protagonistas y por su dibujante. Es la imaginación quien, partiendo de elementos de la realidad y de su conocimiento de los patrones del género literario (“Ya llevamos muchísimos días en esta selva… Así que vamos a tener que construir una cabaña o buscar una cueva”), crea los símbolos sobre los que se desarrolla la peripecia. De ahí que Liniers guste de presentar ilusiones de falsa escala (gorilas que son minúsculos, niñas que son gigantes, flores altas como arbustos, jardines que son selvas…) o de alternar puntos de vista objetivos y subjetivos, ubicados en uno o en otro lado del acontecimiento. En el encadenamiento de la peripecia siempre está latente la sensación de que existe “otro lugar”, pero la pasión, el deseo de apurar las posibilidades, es superior a esta y permite un disfrute integral de la aventura.
La conciencia deposita sus energías en las enseñanzas del juego. “Solo la realidad puede matar a un dragón”, se lee de dos maneras diferentes en dos viñetas distanciadas entre sí, de las del cómic. Lo que quiere decir es que lo real y lo imaginario son reinos distintos y que el arte es una forma de cruzar, de entrar y salir de esa frontera. Una vida más plena es la que tiene raíces en estos y los sobrevuela, la que escapa de los límites y peligros de ambos. La imaginación silvestre de los niños está entre ellos.
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Autor: Ricardo Liniers. Traductor: Salvador Benedit. Título: Flores salvajes. Editorial: Impedimenta. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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