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Fluir como el agua

Decía el poeta que «nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir», y es difícil quitarle la razón. Ahora bien: hay ríos y ríos. Por ejemplo, hay vidas que son como el Tajo —larguísimas, llenas de afluentes y marcadas por su afán aventurero—, vidas como el Manzanares, cortas y poco caudalosas —lo siento por los gatos, las quejas envíenselas a Tirso de Molina, Quevedo o su «buen amigo» Góngora, pioneros en eso de darle caña al regato capitalino—, y vidas que, como hace el Sil con el Miño, se sacrifican unas por otras, dejan que sean estas quienes lleven la fama aunque sean aquellas quienes carguen las aguas. Y lo cierto es que el líquido elemento puede ser una buena metáfora del devenir humano: en puridad, somos lo mismo, pero fluimos de formas muy distintas en función de nuestras topografías personales.

Sawako Ariyoshi (1931-1984) nos habla de existencias que fluyen en Las damas de Kimoto (Errata Naturae, 2022), una novela tan elegante y delicada como poderosa; una saga familiar contada a través de las vivencias de cuatro mujeres excepcionales —enfrentadas a la ola del cambio, obligadas por la tradición, con una oportunidad de navegar ambos mares— que conforman un mosaico íntimo de la sociedad japonesa desde el período tardo-decimonónico hasta mediados del siglo XX.

"Como única constante, la presencia del río Ki y las similitudes con las que el destino golpea a unas y otras cuando le viene en gana"

Toyono, Hana, Fumio y Hanako pertenecen a distintas generaciones, pero llevan la misma sangre. Son abuelas, madres, hijas, nietas, esposas. Donde unas tienen preguntas, las otras son respuesta. Donde unas representan dolor, las otras suponen un alivio. Inmovilismo versus transgresión. Modelos que seguir, patrones a evitar, según los zapatos de cada una. Aunque acompañamos de cerca a las cuatro, es Hana —«flor», en japonés— quien nos presta sus ojos durante la mayor parte de la novela: desde que, a finales de la era Meiji (1868-1912), su abuela Toyono le busca un candidato con el que concertar un buen matrimonio hasta que comienza la humilde convivencia con un marido que acabará siendo poderoso; desde que la joven da a luz a su primogénito y a la díscola Fumio, hasta que empieza a entender a su extraño cuñado; desde que estalla la Segunda Guerra Mundial, hasta que su nieta Hanako tiene edad para interesarse por sus raíces; funerales, bodas, embarazos, visitas al templo para cumplir un ritual ancestral, viajes, abnegación, enfermedades, vejez. Como única constante, la presencia del río Ki —palabra que no en vano significa «energía»— y las similitudes con las que el destino golpea a unas y otras cuando le viene en gana.

"Se ha llegado a hablar de Sawako Ariyoshi como la Simone de Beauvoir japonesa, y no cuesta entender el porqué: la evolución del papel de la mujer a lo largo de la historia se refleja en sus heroínas de a pie"

Ariyoshi utiliza una tercera persona sobria, neutra, construida a base de frases cortas y ágiles, con predilección por lo atmosférico y el retrato psicológico a través de los hechos, en lugar de la descripción inane de escenarios y personajes, y prescindiendo de grandes giros de guión propios de otros géneros más efectistas. Estas herramientas le bastan y le sobran para introducir la tradición sin juzgarla de forma explícita. Quizás por eso la autora se permite amabilidad con sus personajes —nadie es esencialmente malo, nadie se queda anclado en la pena, siempre hay un camino para salir adelante—, los reviste de dignidad e inteligencia, y logra que nos interesen desde muy pronto. ¿Por qué? Porque los percibimos como personas reales. Poco importa que experimentemos la desenfrenada bonanza nipona previa a la Segunda Guerra Mundial o que transitemos la debacle económica y social que sucedió a posteriori, cada una de las cuatro mujeres afronta con entereza la vida que le ha tocado en suerte. E incluso con esa clase de optimismo que solo nace después de la tormenta.

Se ha llegado a hablar de Sawako Ariyoshi como la Simone de Beauvoir japonesa, y no cuesta entender el porqué: la evolución del papel de la mujer a lo largo de la historia se refleja en sus heroínas de a pie, en las que late un feminismo silente, una lucha interior por despejar de maleza su propia senda en una sociedad tan rígida como la nipona.

Por todo eso, Las damas de Kimoto constituye también una lección de vida universal, una celebración de la sabiduría cotidiana y de los pequeños grandes cambios que moldean nuestra existencia sin que nos demos cuenta, cuando tenemos la vista ocupada en titulares de periódico y crisis varias. Vamos, igualito que cuando Jorge Manrique le canta a su difunto padre, y así, sin comerlo ni beberlo, nos entra la taquicardia: cómo se ha pasado la vida, y cómo se ha venido la muerte. ¡Tan callando!

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Autora: Sawako Ariyoshi. Traductora: Makiko Sese y Daniel Villa. Título: Las damas de Kimoto. Editorial: Errata Naturae. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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