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Forofos, de Rosa Montero

Forofos, de Rosa Montero

Además de la literatura, Rosa Montero ha cultivado con éxito todos los géneros del periodismo. Vinculada a El País desde su fundación, es aún hoy una de las columnistas más brillantes y seguidas de la prensa española. En este texto demuestra su maestría para, a partir de una anécdota deportiva, desarrollar un retrato del carácter vehemente de los españoles. Sección coordinada por Juan Carlos Laviana

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Detesto el fútbol. Hasta hace un par de semanas, por ejemplo, apenas si me sonaba el tal Fabio Capello. Ahora, claro, he sido ampliamente informada de que el señor Capello es, o bien un mago y un genio, o bien un guarro, un indigno, un traidor, un canalla y un perro, según con qué parte de las entrañas se mire. Porque eso es lo que sucede con este deporte: que no se ve con los ojos, sino con el hígado. Es pura pasión despellejada. Detesto el fútbol, pero últimamente le estoy empezando a encontrar cierto valor didáctico. Escuchando a los dolidos madridistas anti-Capello, por ejemplo, creí reconocer su tono rugiente, su sentimiento de ultraje, el escándalo airado y colectivo. Verán, eso mismo, la furibundia ciega frente al que traiciona, la pertenencia acrítica a un colectivo, es lo que estamos viviendo cada día con la cosa política. Asumámoslo al fin sin más ambages: los partidos políticos son como clubes de fútbol.

"¿Somos individuos serios, somos votantes críticos, somos ciudadanos razonables? Ni hablar. Somos forofos"

Hace cincuenta años, Gerald Brenan decía, en su famoso libro El laberinto español, que España estaba formada por infinitas tribus que se pasaban la vida atizándose las unas a las otras. Y sí, se diría que aún poseemos un sentido bastante primitivo de lo social: más que una idea elaborada del espacio colectivo, nosotros tenemos metida la tribu o la horda en el cerebelo. Hay un grupito, el nuestro, que haga lo que haga tiene bula, y todos los restantes grupos son enemigos. Y así, somos capaces de denunciar la paja en el ojo ajeno mientras que nuestra propia viga nos deleita. Miren a los hinchas de los clubes de fútbol: su irracionalidad a la hora de defender lo suyo y execrar lo otro. Y mirémonos a nosotros mismos en nuestro comportamiento político. ¿Somos individuos serios, somos votantes críticos, somos ciudadanos razonables? Ni hablar. Somos forofos.

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Artículo publicado en El País el 13 de mayo de 1999

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Ricarrob
Ricarrob
5 meses hace

Estimada Rosa: lleva usted razón. Toda. En mi caso también odio el futbol. Es el deporte más aburrido que existe, si, hoy, se le puede llamar deporte. Se pasan hora y media llevando una pelotita de un lado al otro (dicen que son tácticas) y, del objetivo del juego que es meter goles, en ese espacio de tiempo se ven los mínimos o ninguno.

Pero yo no sé si usted ha hecho, con este artículo, una alegoría a la política. Tribus, no partidos. En los comienzos de la democracia en España una persona me dijo que realmente no habría tal, hasta que personas forofas de un signo político votaran contra su partido por causas objetivas. Igual que en el futbol, exactamente igual, vota la gente, con los hígados.

Futbol, política, sociedad, todo es lo mismo y todos somos lo mismo. La tribu de celtíberos encaramados en nuestra Numancia particular.

A estas alturas de mi vida, igual que siempre he odiado el futbol, odio la política, odio las elecciones, odio las encuestas y odio, sobre todas las cosas, a los políticos. Son los peores equipos futbolísticos de toda la historia.

Saludos, doña Rosa.

Javier
Javier
5 meses hace

Según la RAE: Deporte es: «Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas». El fúrbol cumple todas esas normas, luego es un deporte. Ahora bien, el fúrbol se ha convertido en el mayor instrumento de dominación política que existe (al menos por nuestros lares), ya que la gente llena los estadios de fúrbol para berrear y desfogar las frustraciones de sus pequeñas vidas, pero apenas pisa las calles para reclamar o exigir mejoras que pueden afectar precisamente a sus pequeñas vidas. Es el Circo romano actual, es un gran negocio, es un amansafieras, es caballo blanco (junto con el estamento militar), es un comecerebros… y más cosas que no tengo ganas de enumerar. Yo no odio al fúrbol, sino a la especie humana.

Borja
Borja
5 meses hace

Qué fácil y barato resulta escupir a los españoles y, por extensión, a toda España, especialmente para la izquierda y la extrema izquierda aliada con el secesionismo, esa mismo equipo de profesionales que considera que nuestro país es «facha», bárbaro, inculto, atrasado y por supuesto franquista. Franquista incluso antes de que existiera Franco. Por lo que -asegura- tiene que desaparecer necesariamente tras la conformación de una miríada de republiquetas ibéricas antagonistas entre sí. Al igual que ocurrió en América. En este caso el «desamor» de Rosa Montero no puede, no quiere, no es capaz de considerar que en, por ejemplo, Reino Unido, la pasión por el fútbol es no ya mayor, quizá, que en España, sino, incluso, mucho más peligrosa y mucho más cerril. Que se lo pregunte a Harry Maguire, sin ir más lejos, amenazado de muerte por los hinchas del United, su mismo equipo. O que se lo pregunte a la familia de Andrés Escobar, el defensa colombiano asesinado en Medellín como venganza por haberse marcado un gol en propia puerta durante el Mundial USA 1994. Ah, pero la barbarie sólo es española. Claro. Por supuesto.