Una biografía sobre Tom Sharpe elaborada por Miquel Martín con motivo del décimo aniversario del fallecimiento en su residencia de la Costa Brava del autor de Wilt airea el drama interno del escritor londinense.
Martín y Verdaguer han acudido a la inauguración a pocos metros de un monumento en recuerdo del escritor con motivo del décimo aniversario de su muerte, en la que aparece la frase en catalán e inglés que él pronunció: «Aquí en Llafranc me siento libre y feliz». El autor de la biografía, editada por Navona y Anagrama en catalán y castellano, respectivamente, ha detallado que, cuando le propusieron el trabajo, le costó aceptarlo al ser él un escritor de ficción y algún ensayo, pero que lo hizo cuando vio toda la documentación de la que disponía, mucha de ella inédita. Con ese material, que incluye desde cartas a autobiografías, Miquel Martín ha reconstruido al personaje como si escribiese «una novela», un estilo que era el que Tom Sharpe deseaba. «No quería biografías solemnes, sino algo mucho más ligero», ha indicado Martín, que ha destacado de entre toda esa documentación la transcripción de once años de conversaciones de Montse Verdaguer con Sharpe.
Todo ese compendio resulta «caótico», y el biógrafo y Verdaguer han tenido «que hacer de detectives» en ocasiones para llegar a esa perspectiva del británico «más profunda». «Era un autor muy divertido, pero su vida no tenía gracia», ha indicado Miquel Martín, quien ha subrayado por encima de todos una figura paterna que «nunca se quitó de encima». Los padres, «muy mayores para la época», no deseaban el nacimiento de Tom, llegaron a regalarle «una escopeta que se disparaba casi sola», según Martín, y lo educaron «en los principios del nazismo». Todo ese componente, incluidas palizas del padre, se contraponían con que éste era «alguien brillante con una sensibilidad artística muy grande». Sharpe murió besando la fotografía de su padre, lo que Miquel Martín entiende como un «perdón», e insiste en que al británico «por momentos lo hubieses estrangulado, pero otras veces era entrañable, y cuando entiendes lo que había detrás comprendes mejor su reacción». «Coges Wilt y ves que es un pobre desgraciado», afirma Martín, que precisa añadir que en la obra del londinense hay «un compromiso moral contra las injusticias» que vehicula a través de un humor «que no es gratuito, es una herramienta». En su opinión, «el espíritu de sus novelas es de reírse, pero de cosas terriblemente tristes», algo en lo que coincide Verdaguer, para quien esta biografía permitirá «una reinterpretación más madura de su obra». «Su risa es como la máscara del llanto de un niño», ha señalado, para insistir en que, «bajo la comedia y la farsa, intentó decir alguna cosa».
Tom Sharpe dejó tres autobiografías, aunque dos de ellas muy breves, y llegó a un acuerdo con una editorial inglesa para publicarlas, pero le frenó, según Verdaguer, la obligación que conllevaba de escribir de la figura de su padre. Eso fue lo que derivó en el encargo a su amiga y doctora, asumido finalmente por Miquel Martín, que verá próximamente cómo su obra se publica en inglés y considera «lógico» que, en el futuro, se traduzca a otros idiomas ante la condición de Sharpe de escritor de alcance mundial.
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