Inicio > Blogs > Ruritania > Francisco Gálvez: memorias de automitificación

Francisco Gálvez: memorias de automitificación

Francisco Gálvez: memorias de automitificación

Crea y recrea el poeta Francisco Gálvez (Córdoba, 1945) una ilusión lírica generosa en placeres verbales. El lenguaje de los poemas incluidos en Los rostros del personaje (Pre-Textos, 2018) conserva su propia mitología: “sin palabras/ es la angustia con sus mil ojos” (Lenguaje).

Su lectura desconecta y reinicia nuestro aparato perceptivo mientras miramos impasibles a las máquinas que imperceptibles nos descifran, ajenos a algo que “cruza en el cielo lejano:/ una estrella o camino siempre es fugaz” (“En el tiempo”).

A su vez, los argumentos del poemario La vida a ratos (La isla de Siltolá, 2019) se presentan a sí mismos como deidades para las que cualquier concepto o teoría universal es imposible, puesto que “muerte y albor tan naturales, sin muros se disuelven y se prestan hacia el agua” (“Una ciudad”).

Frente a la publicidad engañosa del artefacto lírico, el vocabulario inaudito de esta poesía describe epopeyas errantes unidas por recurrentes motivos. Anécdotas, retazos de pensamiento y filosóficas derivas surgen de continuo, a veces como meras repeticiones, a veces como irónicas contrapartes.

En la lírica del Premio Editorial Anthropos 1993, un poeta se revela a sí mismo con una habilidad especial para desaparecer y luego reaparecer con una personalidad distinta. Sus memorias de automitificación comparecen en la persona de carne y hueso que escribe, permaneciendo en las estrofas del poema no escrito, con una voz fantasmal, como un dispositivo poético redactado por un ángel guardián. 

Una revolución poética para nuestro tiempo

Estos poemas no tratan sobre la vida, observada desde lejos; estos poemas son la vida misma: distraídos, irritados, estresados, tiernos, desplazados, multitarea, “mientras las voces de la calle/ me desnudan de mi sueño” (“Álbum de fotografías”). Ambivalente, el poeta cordobés nos lleva a lugares que todos conocemos, pero habíamos olvidado, porque “ya no tienes ciudad/ ni lugar al donde regresar un día” (“Ciudad natal”).

"En esta era de algorítmicas repeticiones, nos asiste el automático placer de Francisco Gálvez"

De la mano de Los rostros del personaje (subtitulado Poesía 1994-2016) asistimos a un homenaje al amor y la amistad (“Caligrafía cálida y momento/ no tienen segunda lectura”; “Cartas de amor”), que el andaluz logra dibujar con la oblicuidad de “un poema sin voz por lo que pasamos y se queda para siempre en nuestros huesos” (“Tomando el sol después de comer”).

En esta era de algorítmicas repeticiones, nos asiste el automático placer de la lírica del Premio Ciudad de Córdoba Ricardo Molina 2004, donde “siempre hay ocasión de hacer lo que no hicimos, los demás lo recordarán” (“Café y poesía”). En parte manuscrito iluminado, en parte álbum de recortes cuidadosamente desordenado, recorremos esta selección aprendiendo a ver, porque “el mundo necesita poco espacio/ y nuestros pasos son sencillos” (“National Portrait Gallery”).

Gracias al prólogo de Vicente Luis Mora (1970), conocemos y reconocemos: “Gálvez toma al sujeto como una incertidumbre, y no como un risible sujeto firme y sólido”. Todo está representado con una idéntica fascinación observadora, que se ocupa lo mismo de los interiores cotidianos que de los bosques encantados que acechan en los sueños.

Si “cada revolución en la poesía es… un retorno al discurso común”, según el poeta, dramaturgo y crítico literario británico T.S. Eliot, al convertir la poesía en el lenguaje que compartimos, Gálvez inicia silenciosamente una revolución poética para nuestro tiempo, “anclada en la realidad mirada”, concluye el profesor de Literatura Española de la Universidad de Málaga, “trascendida, si se quiere, por el paso del yo al todo”. 

El trascurso fragmentario de la vida

El trauma no es el foco principal: “Bebo aguas agrias, ferruginosas, para una buena salud de hierro” (“Diario de campo”). Estos poemas tratan sobre la forma en que la poesía se apuntala mediante conceptos, “ruidos imperfectos” (leemos en “Yo solo”), “en afinidad conmigo y sin ningún herido, en el júbilo de una puerta siempre entreabierta”.

Frente a la colectividad del proyecto poético La vida a ratos, la reacción del individuo o sus sentimientos inmersos en ver y experimentar, más allá de los límites de los propios prejuicios, “pues desde la sequía, / cada nuevo día no es solo claridad” (“Latitudes”).

Historia confesional, La vida a ratos enhebra retratos dolorosamente precisos de una contemporaneidad en crisis, en la que “residuos nos llevan/ de un tiempo a otro/ mientras algo se escurre/ entre frágiles dedos” (“Serrín”). Ahora que la estimulante conmoción de las redes sociales nos permite comunicarnos a través de múltiples plataformas y dispositivos, en estas páginas “esta tarde es de primeros pasos y el mundo está a punto de mudarse” (“Primeros pasos”).

"Inmenso es el legado de estos dos poemarios porque contienen casi todo lo que promete su título: viajes sin movernos del asiento a través de territorios que abarcan continentes"

Lo que realmente importa al fundador de la revista de literatura La Manzana Poética en 1999 es ocultar lo que tiene en mente, (“Seguid vuestra vida, sed felices, os amo, no lo supe decir”; “Vida después), sabedor de que son las cosas que dejamos sin decir, las palabras no pronunciadas, las que pueden cambiar el curso de nuestra existencia para siempre.

Babel de motivos, el del fundador de la revista de poesía “Antorcha de Paja” (1973-1983) es un libro sobre nuestro idioma, “de textos breves en prosa y verso, de apariencia inconclusa, en un registro ágil y cotidiano, próximo a la oralidad, y enraizados en una supuesta biografía del autor”, sostiene Celia Fernández Prieto en el prólogo, un guiso lingüístico que no se deja seducir por las tentaciones superficiales de la gloria.

Persigue el Premio «Cuadernos del Sur del Diario Córdoba 2024 lo que tiene valor real, (“el trascurso fragmentario de la vida”, concluye la profesora de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Córdoba), no lo que la sociedad nos dice que tenemos que privilegiar. 

Vacío en aparente exclusión de realidades

Inmenso es el legado de estos dos poemarios porque contienen casi todo lo que promete su título: viajes sin movernos del asiento a través de territorios que abarcan continentes. Nos piden que seamos soberanos de nuestros deseos, no esclavos de ellos. Nos instan a que no temamos a la desaparición, pues sólo los supersticiosos temen el castigo divino.

Guerras conceptuales se desdibujan y se funden en la memoria de estos versos; amores imborrables, pérdidas insoportables; sueños y canciones y delirios megalómanos. Por turnos lírica y sardónica, la moraleja es tan emocionalmente convincente como lúcida.

Si bien a muchos nos preocupa cómo la IA afectará a nuestra percepción de la realidad, Gálvez escribe Los rostros de personaje en conflictiva colaboración consigo mismo (“en una máquina con punta de diamante labra cantos en los anillos”, escribe en “Contenedores”, 23). Explora las posibilidades de la analógica sagacidad de “lo que somos como si fuéramos/ lo que quisimos” (“La vida útil”).

"¿Cómo retomar el camino? Satisfaciendo los deseos propios en vez de los ajenos"

Afanado en universalizar, en lugar de esencializar, en La vida a ratos se intercalan fragmentos de la actualidad; la inmediatez nos descubre al Director del Aula de Poesía Córdoba 2016 enfrentándose a los interrogantes, interrumpiendo las expectativas, “mientras leo tus palabras en un metro medio vacío en aparente exclusión de realidades” (“Otros mundos”).

Histórica es la sentimentalidad de este discurso en que lo real se mezcla con lo irreal. Una sombra se desprende del perfil que lo proyecta, para la que solo importa la religión del poema donde ocurren milagros. Textos sagrados de muchas denominaciones resuenan a lo largo de un periplo donde la posibilidad de perderse implica liberarnos de la indeterminación.

¿Cómo retomar el camino? Satisfaciendo los deseos propios en vez de los ajenos. Naturales o antinaturales, necesarios o accesorios los universos de Francisco Gálvez se preguntan por la rareza de nuestra familiaridad, para la que un estado de ánimo cualquiera puede tener una variedad infinita de nombres, todos ellos diferentes.

4.3/5 (9 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios