Enfrentarse a la traducción de un texto literario, y más aún si se trata de un clásico de la literatura universal como es Madame Bovary, siempre supone un desafío relevante por múltiples razones, y una de las primeras es, sin duda, la importancia de encontrar el tono de la obra, saber mantenerlo a lo largo de todo el proceso de traducción, dar con un lenguaje que al lector de nuestros días le resulte fluido, familiar, que casi le haga olvidar que la obra que tiene entre manos no fue escrita en su propio idioma ni en su misma época. Mi objetivo al abordar la ardua tarea de traducir esta obra maestra ha sido precisamente intentar plasmar esa aparente naturalidad del relato original, y digo aparente porque sabemos que Flaubert corrigió innumerables veces el manuscrito original durante los cinco años que dedicó a la obra. Y para salir airosa del reto he debido viajar a la Normandía de mediados del XIX, casi siempre rural, un poco primitiva, ver físicamente a cada uno de sus personajes, ser Emma, ser Charles, Homais, Léon, Rodolphe, vivir en ellos. Y Flaubert me (nos) ha regalado, descritos con infinita belleza y minuciosidad, unos paisajes, unos hombres y mujeres tan reconocibles, tan humanos, y por eso mismo tan eternos, una historia tan actual, que a veces dudas de que tu traducción esté a la altura, lees una y otra vez el original, te obsesionas con un determinado fragmento de la obra… En lo que a mí respecta, la escena de la muerte de Emma me conmovió de tal manera que, cuando llegó el momento de traducirla, me di cuenta de que, en mi empeño por que el futuro lector se emocionara tanto como yo al leerla…, ¡estaba intentando mejorarla! Ya había sentido lo mismo en varias escenas anteriores, como la del coche de punto, cuando Emma y Léon recorren a toda velocidad las calles de Rouen; una escena cargada de erotismo en la que Flaubert tuvo que hacer filigranas para burlar la censura de la época. Estoy segura de que muchos traductores saben de lo que hablo. A veces uno se bloquea cuando aspira a mejorar lo inmejorable.
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Autor: Gustave Flaubert. Título: Madame Bovary. Traductora: Mercedes Noriega. Prólogo: Mario Vargas Llosa. Ilustraciones: Fernando Vicente. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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