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Fuego celeste de juventud

Fuego celeste de juventud

Cabe preguntarse: ¿cuánto dura? La juventud es «la única fase aceptable de la vida humana», dice la cita de Gombrowicz recogida en la contracubierta del libro. Pero uno piensa que el definirla como fase y el calificarla de aceptable en absoluto es un acierto. Sí, se acepta que ocurra por su inevitabilidad, por ser etapa biológica indiscutible y después impresión que queda en el carácter humano. Pero la juventud es tan esplendente como fugitiva. En sus alas creemos estar montados, seguros de haber sabido domar su vuelo. Al instante, nos vemos en plena caída, pasando sin querer, sin sentir a veces, por la crueldad de lo que cambia, de que ya lo ha hecho y no hemos contado con su aviso.

El poeta y escritor Luis Antonio de Villena lleva décadas glosando las tentaciones que nos arriman a lo abismático, pero esto, a ojos del lector desconocedor de sus libros de poemas y novelas y ensayos, no debe sobreentenderse como una suma de pesares y negruras religiosas. Su literatura se ha caracterizado por el paganismo y la fogosidad del instante. Un segundo dura. Después, nada. Como un salto prendado del aire. Como un paso sujeto por el agua. En su lírica y su prosa, el sexo y la luz tornan placer el trámite de la cotidianidad de la vida. El exceso besa a la angustia y ambos ruedan por la pendiente que atrapa, pero también alza, formidable.

"La piadosa languidez se hermana con la brutalidad, con la amoralidad que permite más y recónditos juegos que ahondan en el viaje hacia la provocación de una fiesta interminable"

Dos novelas breves, especialmente la segunda, invocan una vez más dichas ansias vitales que galopan por necesitada búsqueda de ternura y belleza. La vida feliz de mis jóvenes ricos, que conoció una primera edición latinoamericana, aquí complementada con la segunda nouvelle, es la concatenación de esas fases aceptables que sus personajes saben exprimir hasta el vacío absoluto, ese al que deben llegar para darse cuenta de que es un pozo sin asomo ni fondo. Todo en él, ellos dentro de él, tienen iguales opciones de salvación y condena.

Desde los estudiantes en el Madrid de las postrimerías franquistas hasta el hijo malcriado envuelto en constantes viajes que aprietan —y casi ahogan— su cura de una supuesta inestabilidad nerviosa, los protagonistas de La vida feliz… y Leopardos montaña arriba, asisten y acechan a esas escenas de lujos y estallidos. Los días y las noches que recorren se salen de sí. La piadosa languidez se hermana con la brutalidad, con la amoralidad que permite más y recónditos juegos que ahondan en el viaje hacia la provocación de una fiesta interminable.

"Es forzosa la utilización de tanta imaginería y refuerzo verbal que puedan equiparar a uno con el negro corazón que late en todos los movimientos de este libro"

Si bien estas novelas para los asiduos de la literatura de Villena no serán novedad alguna por reiteración de los temas y escenarios y visiones que presentan, para los recién llegados y descubridores de su narrativa pueden extenuar por la superposición de estampas, por el bamboleo de descripciones, de sensaciones. Por lo físico que en el texto se llega a encarnar en versos que se intercalan —en el primero, en La vida feliz…, con la voz de Sito—, como si cada momento necesitase de una inscripción en piedra por ser consciente de su pronta desaparición. Su fuego expira. Los nombres y sus acciones son fatuos, aunque sus llamaradas prosiguen en el firmamento. Uno se impregna de esa grandiosidad celeste. Es forzosa la utilización de tanta imaginería y refuerzo verbal que puedan equiparar a uno con el negro corazón que late en todos los movimientos de este libro.

«La juventud seguiría tanto como el planeta, y no cabe suponer que su belleza descienda, sino todo lo contrario. Ese brillo seguirá para nuestro consuelo y también para nuestra envidia. Incluso para nuestra relativa desolación. Porque nosotros ya no seremos parte de esa tribu dorada. ¿Lo has pensado? No me he detenido demasiado en ello, pero siempre, de algún modo, lo he tenido presente, es decir, casi sin percatarme he sabido que esa es la verdad. Recuerdo un lema que sabrás: Iuventus ventus. La juventud es como el viento. Un amigo mayor me hizo caer, no hace mucho, en la sabiduría de esos versos tan conocidos de Rubén: Juventud, divino tesoro… Parece muy fácil, casi en exceso, eso de te vas para no volver. Pero recuerdo que me dijo: No hay otra. Ese es el desdichado tema […] y nosotros, mi querido, aunque jóvenes en sentido genérico, nos avecinamos a él. Come è bella giovinezza/ che si fugge tuttavia… La canción de Lorenzo de Medici que debió tener muy parejos sentires a estos que comentamos. Luego buscaremos la gerontofilia, el amor a la madurez, o la generosidad venga de donde venga. Pero aún hay una verde manzana entre los dedos. Aún. Pero a lo peor, no por demasiado tiempo…»

Finalmente, la vulnerabilidad por las dudas restantes. Qué hubiera sido de todo aquello si… No sirven las preguntas ni las suposiciones con gesto dolorido. El tiempo nos hace mendigos de nuestras propias nieves.

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Autor: Luis Antonio de Villena. Título: La vida feliz de mis jóvenes ricos. Editorial: Milenio. Venta: Todos tus libros.

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