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Furiosa: De la saga Mad Max, o el último gran blockbuster

Furiosa: De la saga Mad Max, o el último gran blockbuster

Parece mentira que hayan pasado nueve años desde el estreno de Mad Max: Furia en la Carretera. El tiempo corre más deprisa que los bólidos de la saga de George Miller, y es exactamente el que se ha tomado el siempre particular director australiano para concebir su precuela dedicado al personaje que interpretó Charlize Theron. Furiosa: De la saga Mad Max es, hay que decirlo, una película distinta de Fury Road. También una que arriesga por el camino, sin en realidad alejarse demasiado del aliento mítico que Miller impregnó a las anteriores películas, incluso a la original de ínfimo presupuesto que lanzó a la fama a Mel Gibson.

Furiosa es igual pero distinta, y lo es desde el principio de su dilatado metraje. Efectivamente, la película sigue los pasos de la joven que acabará convirtiéndose en Imperator Furiosa, cumpliendo con su naturaleza de spin-off y precuela, pero lo hace tomándose algunas licencias en su ADN: Miller se retrotrae a la infancia de la heroína mientras somos testigos de un mundo opresivo que causará que la sed de venganza de Furiosa no haga más que aumentar. Anya Taylor-Joy aparece bien pasados los cuarenta minutos de aventura, que efectivamente contiene muchas de las grandes secuencias de acción y violencia «cartoon» que cautivaron en Furia en la Carretera, pero las diluye —o las alterna— con un relato mítico y épico, sí, pero más expansivo y a la vez si cabe más sombrío.

"La intensidad, pese a la previsible decepción de cierto grupo de espectadores, va en crescendo a lo largo de los capítulos que componen su línea argumental... hasta que Miller decide conectar el modo Mad Max a media hora del final"

Miller aprovecha todos los momentos para enfatizar la paranoia de su alegoría mediante todos los recursos técnicos (abundantes) de los que dispone. En este sentido, la apuesta es apabullante, por mucho que en algunos momentos abandone la sucia y fascinante de las apuestas anteriores en favor de un cine digital, sí, pero a la vez tratado de una forma diferenciada. La banda sonora de Tom Holkenborg funde los efectos de sonido en la banda sonora, creando un clima agobiante mientras el australiano experimenta y modula la estructura de un film que, en ese particular sentido, bien poco tiene que ver con la apresurada «road movie» en la que Max y Furiosa cruzaron sus caminos. La intensidad, pese a la previsible decepción de cierto grupo de espectadores, va en crescendo a lo largo de los capítulos que componen su línea argumental… hasta que Miller decide conectar el modo «Mad Max» a media hora del final.

Quien mejor se lo está pasando en Furiosa es, sin embargo, Chris Hemsworth. El intérprete —también australiano— aprovecha cada instante para contonearse como Johnny Depp lo hizo con Jack Sparrow, convirtiendo al villano Dementus en el mejor aliado de Miller para enfatizar lo surrealista del relato en sus vertientes más políticas. Uno en el que el genial director de El aceite de la vida o Las brujas de Eastwick se permite experimentar con una enfermiza parodia de la novela tradicional de caballerías mientras dedica los abundantes medios para expandir el «world-building» de la serie, dejando atrás el sucinto esquema de serie B que movía las anteriores y dirigiendo sus miras hacia la ambiciosa novela de ciencia ficción en la que su idea original se ha convertido.

"Pese a sus desigualdades y sus apuestas fallidas, que alguna hay en la película, Furiosa debe ser saludada, abrazada, reverenciada, entre tanta mediocridad"

Lo mejor, pese a los cambios de ritmo y algunas caídas interés (por primera vez en la saga Mad Max, Furiosa se detiene en cierto e inesperado retrato psicológico) es la absoluta libertad con la que Miller ha logrado redondear un relato nihilista pero legendario que, como es habitual en él, depende de pulsiones destructivas entendidas en realidad como agentes de cambio. En tiempos recientemente despersonalizados, Furiosa: de la saga Mad Max funciona como un “blockbuster” digital excepcional en las dos acepciones de la palabra, la visión del cine espectáculo de un australiano de casi 80 años que ya en tiempos pretéritos actuó en Hollywood como un genuino extranjero en la corte del rey Arturo, léase directores como Coppola, Spielberg y otros tantos compañeros y amigos. Todos ellos ya, por si cabía alguna duda, elementos en peligro de extinción frente a franquicias a lo Marvel o DC. Pese a sus desigualdades y sus apuestas fallidas, que alguna hay en la película, Furiosa debe ser saludada, abrazada, reverenciada, entre tanta mediocridad.

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