La desproporción entre la cantidad de admiradores que, según parece, tiene Benito Pérez Galdós y el número de lectores con los que sus novelas cuentan es, simple y llanamente, descomunal. Con motivo del centenario de la muerte del escritor más importante de nuestra literatura decimonónica, los medios de comunicación están publicando una cantidad ingente de reportajes sobre la vigencia de su obra, y en todos y cada uno de esos textos se ensalza la importancia que ha tenido no solo en la reconstrucción de nuestro pasado, sino también en la constitución de eso que llamamos carácter nacional. Todos son, qué duda cabe, artículos de enorme belleza, pero, seamos sinceros, no se ajustan a la verdad. Y créanme que lo lamento. Soy galdosiano a muerte, pero no por ello maquillo la realidad.
La presencia de Benito Pérez Galdós en nuestras librerías es francamente residual. Tanto es así que les reto a que encuentren una que venda todos los Episodios nacionales. Se pueden localizar con facilidad los títulos más emblemáticos de la serie, pero no así el resto, lo cual demuestra que la gente aplaude tanto a Galdós que no le quedan manos para sujetar sus libros.
Actualmente, solo hay una editorial que, además de publicar los Episodios nacionales al completo, se esfuerce por distribuirlos: Alianza. Sin embargo, la serie es tan larga, ocupa tanto espacio y se vende tan poco que prácticamente ningún librero la oferta en su totalidad. De hecho, lo habitual es que dispongan de ejemplares en edición de bolsillo de Trafalgar, El 19 de marzo y el 2 de mayo y Bailén, y ninguno de los otros cuarenta y tres títulos. De manera que podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que hoy leemos a Galdós del mismo modo que leeríamos a Cervantes si vendieran El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha por capítulos y si, en tal caso, nos contentáramos comprando tan solo los que relatan el tropiezo con los molinos de viento, el desgobierno de la isla de Barataria y la derrota en la playa de Barcelona. Y el resto de la novela, qué más da.
Por fortuna, no todo está perdido. La Fundación Castro tiene una edición completa, supervisada por Ermitas Penas, que no abunda en las librerías pero que se puede adquirir a través de su web. Es el trabajo más completo que existe en la actualidad sobre la obra magna de Pérez Galdós, dado que las otras ediciones existentes en el mercado, como los cinco tomos de Destino, los facsímiles de JdJ Ediciones y las tiradas de bolsillo de Cátedra son bastante difíciles de encontrar. En cuanto a las ediciones anteriores, sobre todo la de Crítica y la de Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg, se puede decir que son ya chalets de lujo para los ácaros de las librerías de viejo.
Siempre se ha dicho que Benito Pérez Galdós no consiguió el Premio Nobel ni tampoco el reconocimiento que su obra merecía por tres motivos: primero, su ideología republicana y socialista, que llevó a los conservadores de su época a boicotear su candidatura al galardón sueco y a los franquistas de después a suprimir su lectura de los planes de estudios; segundo, el desprecio manifestado por algunos representantes de la Generación del 98, en especial por aquel Ramón María del Valle-Inclán que hizo que uno de los personajes de su Luces de Bohemia se burlara de un tal don Benito, el Garbancero; y tercero, la atribución de un carácter casposo a su obra por parte de algunos autores del tardofranquismo, como por ejemplo Juan Benet, que recuperó el concepto de garbanzo para referirse al trabajo del grancanario. Ha habido incluso quien ha acusado a Pérez Galdós de escribir mal, de carecer de estilo, de ser demasiado periodístico, y aunque aquí no rebatiremos lo que simplemente nos parece una estupidez, no podemos negar que estas críticas también han tenido quien las escuche. Sólo la Generación del 27 lo vindicó con pasión y en parte lo hizo porque, estando en el exilio, muchos de sus representantes acudieron a los Episodios nacionales para sentirse, ni que fuera durante un rato, de vuelta en su país.
Sea por lo que sea, lo cierto es que Pérez Galdós sigue teniendo menos lectores de los que sin duda merece, y su presencia en las librerías es tan escasa que no estaría mal que alguien se planteara reabrir la editorial que él mismo fundó tras ganar, en 1897, el pleito que mantuvo con Miguel Honorio de la Cámara, su editor de toda la vida. Fue el mismísimo Antonio Maura quien defendió al autor en una batalla legal que terminó con la recuperación de una buena parte de los ejemplares que Cámara guardaba en su almacén. Para vender esos libros, el novelista creó la editorial Obras de Pérez Galdós, cuya sede estuvo en el número 132 (hoy 104) de la calle Hortaleza, y puso a su sobrino al mando de la empresa. Y aunque el proyecto no duró demasiado tiempo, podemos suponer que sus novelas nunca estuvieron tan bien defendidas como entonces.
De todas formas, no parece que vayan a aumentar mucho los lectores del cronista. Hace poco, Francisco Cánovas Sánchez, autor de la reciente biografía Benito Pérez Galdós: Vida, obra y compromiso (Alianza), dijo que no confiaba demasiado en que el Centenario Pérez Galdós fuera a hacer mucho ruido. Y, pese al espejismo que estas semanas estamos viviendo, puede que tenga razón. Es cierto que tanto el gobierno de Canarias como el de Madrid han anunciado no pocos actos en torno a la efeméride, y puede que algunos de ellos incluso abran el apetito de quienes todavía no se han acercado a la obra del mayor escritor realista de nuestras letras, pero no podremos sentirnos satisfechos con el resultado de todas estas iniciativas hasta que no seamos capaces de encontrar en las librerías todos y cada uno de sus Episodios nacionales. Hasta entonces, mucho aplauso y poca lectura.
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