La visita, de Macarena Fernández, y El banco de madera, de Susana Rizo, son el relato ganador y el finalista de nuestro concurso #palabrasalviento, dotado con 3.000 euros y patrocinado por Iberdrola. Según nuestro jurado, formado por los escritores Juan Gómez-Jurado, Juan Eslava Galán, Espido Freire, Lara Siscar y Paula Izquierdo y la agente literaria Palmira Márquez. que ha valorado la calidad literaria y la originalidad de las historias del viento enviadas, Macarena Fernández ha resultado ganadora de los 2.000 euros del primer premio, y Susana Rizo ha quedado finalista, y recibirá 1.000 euros.
Para participar, era necesario escribir un texto en internet en lengua española que incluyera la palabra VIENTO. Dicho texto debía ser publicado en internet mediante una entrada en un blog, una anotación en Facebook o un tuit en Twitter. Una vez los usuarios hubieran publicado el texto en sus blog, Facebook o Twitter, tenían que inscribirse, registrándose en el Foro de Zenda en el apartado https://foro.zendalibros.com/forums/topic/relatos-de-viento-en-zenda/ y difundir allí la dirección (la url) donde han publicado el texto.
Se han presentado más de 600 relatos, y este miércoles hemos publicado la selección de 20 historias que optaban a los premios.
A continuación reproducimos los relatos ganadores.
La visita
Macarena Fernández
Subió los ocho pisos que lo separaban de la azotea aprovechando que el abuelo sesteaba en su sillón. Depositó la jaula y la mochila en el rincón donde se escondía el único triángulo de sombra. Allí mismo, escondiéndose él también -no sabía de quién o de qué- se desvistió, se embadurnó de pies a cabeza con la levadura que encontró en la cocina -al fin y al cabo ya nadie la usaba- y se colocó a la espalda las alas del disfraz de ángel que su madre le cosió, hasta bien entrada la noche, para el belén de las últimas Navidades. Luego, abrió la jaula del canario, lo agarró con sus dos manitas para que no se le escapara antes de atarle el cordelillo que uniría su muñeca a la pata del pájaro. Se chupó el dedo y lo alzó buscando la dirección del viento, agarró fuertemente las alas y juntos se lanzaron a buscar la corriente de aire que los llevaría a las nubes, confiado en que allí, su madre, lo estaría esperando.
***
El banco de madera
Susana Rizo
Ya no quedaba nadie paseando por el parque cuando he pasado, de nuevo, junto al viejo banco de madera. El recuerdo me asalta a bocajarro, a traición. Ahí le encontré, frente a la fuente, aquella vez en que brillaba el sol. Durante un fugaz instante sentí la esperanza de que pudiera haber un comenzar, pero ésta se desvaneció en cuanto me topé con su mirada y su silencio. La certeza de que la vida se le escapaba estaba en su conciencia. Ya no cantan los mirlos, ya no zarandean sus alas las alondras, ni se escuchan las risas de los niños. Ya no hay un mañana banal y feliz.
Corre la brisa y observo cómo la hojarasca se desliza bajo las inertes tablas de madera del banco hoy vacío. La visión que se ha instalado en mí pesa, como si estuviera regida por leyes físicas. Un profundo zarpazo en el alma acaso tamizada por capas de tiempo.
Camino junto al viento y su susurro, dejando atrás aquel banco, y el recuerdo. Quiero hoy, más que nunca, que el aire implacable y etéreo me limpie, seque mis lágrimas, y me imprima un paso firme, haciendo frente a su caos que, sin embargo, hoy reconforta.
Lentamente la quietud se abre paso. Hoy he comprendido que los vientos en contra también permiten, misteriosamente, seguir avanzando.
A veces, incluso, hacia una atalaya desde donde mirar sin desmoronarse.
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