Una investigación llevada a cabo por la profesora de Literatura Española en la Universidad de Girona (UdG) Eugenia Fosalba ha puesto al descubierto la poco conocida actividad del poeta del Siglo de Oro Garcilaso de la Vega como espía al servicio del emperador Carlos V.
Fosalba, junto con la investigadora Adalid Nievas, ha podido constatar esta actividad paralela del poeta en un documento manuscrito de 1534, conservado en el Archivo de Simancas, que, como ella misma recuerda en una entrevista con EFE, solo había sido mencionado por un estudioso en el pasado, «pero nunca nadie lo tuvo en cuenta, ni historiadores sobre la época ni biógrafos de Garcilaso».
Será en las próximas semanas cuando se edite por primera vez este texto, en una edición anotada y completada con un estudio preliminar y una reproducción fotográfica del manuscrito.
El documento lleva por título «La relación de las cosas de Nápoles y de la armada de Barbarroja y de las otras de Italia que ha dado Garcilaso» y, según los estudiosos de la UdG, «relata el famoso periplo errático y destructivo de las 70 galeras y doce fustas del pirata Barbarroja que aterrorizó a los habitantes de las costas mediterráneas» a principios de agosto de 1534.
Fosalba y Nievas han compulsado este texto con los usos caligráficos del poeta correspondientes a otras dos cartas para asegurar su autoría.
Los expertos en el Siglo de Oro de la UdG creen que Garcilaso no puso por escrito la información obtenida en su viaje hasta llegar a Palencia, a principios de septiembre del mismo año.
«Garcilaso fue desde muy joven gentilhombre del monarca, de manera que, a partir de muy pronto, se halla vinculado a la corte y en concreto al servicio del que pronto será emperador, así como de su esposa, Isabel de Portugal, que en las largas ausencias de Carlos actuaba como regente», ha explicado Fosalba.
Un asunto familiar desgraciado y en principio irrelevante como haber asistido a la boda de su sobrino no autorizada por el emperador hizo que Garcilaso cayera en desgracia, y «a partir de ahí, su vida transcurre siempre «en tierra ajena» como dice él mismo en la Canción III».
Pasó entonces a servir como «hombre de confianza» al virrey de Nápoles, Pedro de Toledo, que le encargó misiones diplomáticas en la corte, porque tenía una fe ciega en su valía y lealtad.
Además, continúa la investigadora, durante su estancia en Nápoles se hizo cargo de misiones de emisario de altas esferas en momentos especialmente críticos, como cuando el virrey Pedro de Toledo debió dar cuenta al emperador de los destrozos que había causado la razia de Barbarroja en el sur de Italia.
Fosalba detalla que «Garcilaso memoriza toda la información para no llevar cartas interceptables, recabada gracias a agentes de Atripalda, un marqués de origen albano, jefe de una red de espionaje con quien Garcilaso colaboraba; allega datos sobre los apoyos que tenía el emperador en Italia frente a su bestia negra, Francisco I de Francia; o sobre los movimientos sospechosos del sobrino del papa Clemente VII cuando comenzó su agonía».
«Que los detalles de estos sucesos se transportaran sin ser escritos, ni siquiera en cifra, solo en la cabeza de Garcilaso, pone en evidencia la extrema importancia del contenido del informe», afirma Fosalba.
El 4 de septiembre —ya en territorio español y, por tanto, a salvo—, Garcilaso transmitió oralmente toda la información al emperador Carlos V, e inmediatamente después, la puso por escrito.
El documento es una instantánea de «la compleja telaraña de tensiones que era, en ese momento, el tablero de la política imperial en Europa» en un momento especialmente crítico de la política de Carlos V, en el que Garcilaso, pese a haber caído en desgracia, cumple un papel gracias a la infinita confianza depositada en él por parte del virrey de Nápoles, «no solo como mensajero de las más altas esferas, sino también como espía, diplomático y estratega militar».
Aunque no se había documentado en el caso de Garcilaso, en aquella época era habitual que personajes de las letras participasen en asuntos políticos o de Estado: «Era frecuente, sobre todo si pertenecían a la nobleza, como en el caso de Garcilaso».
Según Fosalba, los humanistas y poetas si no heredaban gran parte del patrimonio familiar, como era el caso de Garcilaso, «debían ganarse de alguna manera el sustento, y el favor del poderoso, en la corte, devenía su fuente de ingresos».
Esta investigación se inscribe en la biografía que está preparando Fosalba y que publicará la editorial Cátedra, en la que, anuncia, habrá «muchas sorpresas que ya se han ido desvelando en varios artículos de investigación que han ido saliendo a la luz o están a punto de hacerlo».
Un avance de la investigación aparecerá en breve en el Boletín de la RAE.
La investigadora de la Universidad de Girona considera que falta conocer más precisamente toda la documentación implicada: «Hay mucho por desenterrar todavía».
A su juicio, resulta interesante precisar mucho más sus viajes y las consecuencias que estos tuvieron en su obra, sus difíciles relaciones con el emperador y el impacto que este malestar y frustración tiene a su vez en sus versos. «Falta mucho por contar y por descubrir».
Un estudio más exhaustivo de la documentación ha de permitir, según Fosalba, «entender su figura en el centro del contexto político y cultural europeo», porque «nadie como Garcilaso se encuentra en la zona de confluencia de todos los campos, político, militar, artístico y literario, en una época apasionante como es los comienzos del siglo XVI en Italia, que implica el nacimiento de la modernidad en la literatura hispánica».
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