Geli Raubal, sobrina de Hitler a la que éste amó, ha sido un personaje borrado prácticamente de la Historia pero esta joven, muerta en 1931, fue la primera víctima del aparato de propaganda nazi, asegura el escritor Fabiano Massimi, que bucea en esa relación que pudo haber acabado con la carrera del dictador.
El ángel de Múnich, editado en español por Alfaguara, es el thriller histórico que se acerca a este capítulo que Fabiano Massimi (Módena, 1977) cree que fue una de las «oportunidades fallidas» para haber parado su ascenso, señala en una entrevista con Efe.
Fue de casualidad como Massimi encontró esta historia, a través de una novela sobre la conferencia de paz de Múnich de 1938, en la que un personaje entra en la habitación donde murió la sobrina de Hitler. No sabía nada de ese episodio y cuando investigó, por curiosidad personal y por «vergüenza» de no conocerlo, se dio cuenta de que había poco escrito sobre este hecho real, lleno de «misterios y agujeros» y además, muchas contradicciones.
Ocurrió el 19 de septiembre de 1931, pocas semanas antes de que unas históricas elecciones otorguen el poder a los nazis, en el número 16 de Prinzregentenplatz de Múnich, donde vivían el entonces secretario del partido nacionalsocialista, Adolf Hitler, y su sobrina, Geli Raubal, que fue encontrada muerta en su habitación. Todo Múnich sabía de la relación entre Hitler y su sobrina, hija de su hermana, señala el escritor, que asegura que hay muy pocos documentos que hablen de forma concreta sobre la naturaleza de esa relación. «Desde luego, no era una relación sana, y Geli sufría y trataba de huir. Hitler estaba enamorado clarísimamente, y dijo varias veces que era la única mujer con la que podría casarse, y después de su muerte durante tres días y tres noches él desapareció, y ahora se sabe que tuvieron que vigilarle, porque se planteó no solo dejar la política sino incluso suicidarse, por el dolor que sufrió», relata Massimi. Y durante toda su vida, en todos sus despachos y habitaciones, Hitler quiso tener un retrato o un busto de su sobrina y la habitación en la que murió se selló y quedó como un mausoleo.
El escritor ha dedicado mucho tiempo a la investigación para construir esta novela y explica que uno de los documentos en los que se ha basado es los testimonios directos que existen en un libro que en la actualidad es casi imposible encontrar, Hitler et moi, que fue escrito por Otto Strasser, hermano del designado posible sucesor del dirigente nazi, y que huyó a Francia en 1940.
En la novela son el comisario Siegfried Sauer y el comisario adjunto Mutti Forster, policías y amigos con personalidades dispares, los encargados de esta complicada investigación, en la que todo apunta a un suicidio. Pero van descubriendo cómo la sobrina de Hitler es una víctima de un entorno perverso.
El desconocimiento que existe sobre este episodio responde, dice el escritor, a lo que califica de «paradoja» de Eva Braun, una de las diez mujeres más famosas de la Historia, pero prácticamente desconocida hasta su muerte, a pesar de ser la pareja de Hitler. Y por el contrario, Geli fue conocidísima porque el escándalo de su muerte fue muy grande, pero tras 1945 nadie volvió a hablar del tema: «Pudo ser por la «ley del silencio» que se impuso en la sociedad alemana. porque lo que ocurrió en esos años era tan enorme que la verdad aplastaba a la gente», considera Massini. «Geli fue la primera víctima de la propaganda nazi, de la «maquinaria del fango», como diría Roberto Saviano, que se puso en marcha justo el día de su muerte, porque ese escándalo hubiese podido desestabilizar el partido y a Hitler», insiste el autor.
Fabiano Massimi reconstruye en su novela también los momentos del ascenso del nazismo al poder y explica que en su investigación y en el proceso de escritura se ha dado cuenta «de lo fácil que puede ser que vuelva a ocurrir algo así». «Porque Hitler tomó el poder de forma democrática en el fondo, con una serie casi infinita de elecciones con coaliciones débiles, con trampas políticas y golpes de suerte. Y se aprovechó de una cosa muy importante que todos nosotros vemos ahora en nuestra vida todos los días: la distracción de lo cotidiano«, indica. Y es que, dice, «hace falta realmente muy poco para pasar de la normalidad a algo extremo. Lo que hemos vivido ahora con el coronavirus es muy esclarecedor, lo poco que ha sido necesario para que nuestros gobiernos nos encerraran en casa y nos hayan controlado. Y en otros países, afortunadamente no en Italia o España, ha faltado muy poco para que facciones políticas extremistas subieran al poder incluso sin votos». «Puede volver a ocurrir y hay que estar muy atentos, hay que vigilar, porque es cuando la razón está adormilada cuando se engendran los monstruos», destaca.
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