Sí señor, alguien tenía que decirlo: ¡Arrinconemos de una vez al español, lengua de pobres, chusma y pedigüeños! Al césar lo que es del césar y postrémonos, abiertos de ingles, ante el Inglés
La idea la ha tenido Sebastián Albella, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, entidad cuya única función reconocida consiste en que alguien cobre un sueldo presidencial. El quídam se ha dirigido por carta a las empresas españolas que más trincan del erario público, alentándolas a realizar sus comunicaciones documentales en la lengua de Shakespeare (un escritorazo; no como Cervantes, Quevedo, Lope de Vega, y otros gualdraperos).
Albella sostiene en su misiva que se busca alentar a grandes inversionistas, fugitivos de Londres tras del brexit, a trasladar sus actividades criminales a estos lares. Más aún, el muy zonzo insta a las empresas a remitir sus balances financieros y palmarés contable en lengua inglesa, para que su entidad las reexpida adonde sea menester. Por si hubiera reticencias, el cacaseno añade: “el Gobierno se está planteando regular este trámite por ley”. Con seguridad, al tipo se le habrá hecho la luz, tras leer The complete idiot’s guide to Shakespeare de Laurie Rozakis.
La prueba de la sandez del presidente de la CNMV radica en su total contradicción con las acciones del órgano del cual depende. El propio ministro de Econosuya, Luis de Guindos, va por ahí diciendo que España permanecerá fuera del Sistema Europeo de Patente Unitaria, al haber sido excluido el castellano como lengua cooficial.
Tales declaraciones fueron hechas durante una sesión de control al Gobierno, donde Guindos precisó que el registro de patentes europeo puede hacerse en cualquier idioma, pero deben acompañarse de traducción en inglés, francés o alemán. Eso, añadió el areopagita, obliga a las firmas españolas a traducir todas sus patentes y las compele a leerse todas las inscripciones no traducidas al español, para evitar duplicidades.
Como aquí se trata de montar bulla, bronca, pifostio (¡fastídiate RAE!) y pollo; voy a más. ¿Por qué diantres la Unión Europea no ha eliminado ya el inglés como lengua oficial? Si la mayoría de los británicos decidió, en su completo derecho, largarse del chiringuito; dejemos que se vayan con buen viento y mar de leche (la que mamaron).
Otrosí: ¿Qué hace aún esa cofradía de murcios y tagarotes del UKIP, mamando sueldazos de la teta europea?… Recordemos aquel bochornoso espectáculo protagonizado por dos de sus birlos, liándose a mamporros en los pasillos de la Eurocámara, hasta quedar uno inconsciente. Si esa chusma abomina de la UE, denostándola con ahínco, cómo no se ruboriza embolsándose un suculento sobre cada fin de mes. Sólo cabe una explicación: los actuales europarlamentarios son un hato de chanceros, sea cual sea el país al que digan representar.
Lógico resulta que, entre tamaño ganado, Jeroen Dijsselbloem, a quién su propio partido político dio una patada hacia arriba y enchufó de presidente del Eurogrupo, haya dado en rajar contra la purria meridional. Los de su calaña siempre anduvieron al sol que más calienta. En la época del Flandes español, Dijsselbloem habría subsistido bien como chapero de jardín en campamento de Tercios.
Dado que el sinsubstancia de Albella puede no entender ciertas voces del español usado en este texto, le recomiendo vivamente la lectura de Rinconete y Cortadillo de ese tal Miguel Cervantes; y de la soberbia novela El comedido hidalgo del no menos magistral Juan Eslava Galán.
De paso y en plan escrache total, convendría recordarle las decenas de solventes autores que cuestionan la autoría de numerosas obras atribuidas a Shakespeare. Una reacción natural contra lo que se dio en denominar “bardomanía” (el término lo acuñó George Bernard Shaw).
Esa incertidumbre descansa en las sospechas generadas por un tipo del que existe constancia documental como cazador furtivo, borracho, mujeriego disoluto y explotador codicioso. Un menda sobre el cual un coetáneo amigo suyo, el comediógrafo, dramaturgo, poeta y actor Ben Jonhson; llegó a afirmar: “sabía poco latín y menos griego”.
Entrando ya a degüello: en la biografía del buen William existen numerosos “años perdidos”, donde sus andanzas las anega un mar de sombras. Un desafuero tal que incluso Mark Twain anotará, irónico, en el capítulo tercero de ¿Ha muerto Shakespeare?: “Qué curioso e interesante resulta el paralelismo, en lo referente a pobreza de detalles biográficos, entre Satanás y Shakespeare: es maravilloso, es único y está completamente solo. Nada hay nada que se les asemeje en la historia, nada que se les parezca en el romance, nada que se les acerque siquiera en la tradición. ¡Cuán sublime y cuán superlativa es su posición! Cuán asombrosa y cuán suprema. Los dos, Grandes Desconocidos; los dos, Ilustres Conjeturas. Son las personas desconocidas más conocidas que hayan alentado en el planeta.”
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