He aquí las memorias de un inglés sobre su estancia prolongada en La Alpujarra, entre Granada y Almería. Gerald Brenan se instaló allí por primera vez en los años 20 del pasado siglo. Después cambió de pueblo y también de provincia. Siguió viviendo allí en los 30, en los 40 e incluso en los 50, aunque a intervalos, claro, fundamentalmente por la guerra civil, que marcaría en todo momento su estancia. Llegó para adquirir una educación, la que debían proporcionarle los libros que portaba, clásicos griegos y latinos fundamentalmente. Así pues, leer, escribir, pensar, esos eran sus propósitos. Pero encontró uno más: comprender a aquellos que le rodeaban. Lo cual determinó una conclusión inesperada: conocerse más a sí mismo, pero sobre todo mejor. Buscaba leer, sí, pero también lo primitivo, y a fuer que lo encontró, porque también buscaba huir de todo lo aprendido, del rígido ambiente victoriano que dejó atrás, en su Inglaterra natal, por más que también viniera de una infancia en India y Sudáfrica, después de un nacimiento en Malta.
Nada en estos lugares le resultó tan exótico, atrayente y sugestivo como lo que encontró en La Alpujarra. Allí se integró entre las gentes sin perder ni un ápice de su original mirada. De ese cruce mágico son resultado estas memorias. No hay en ellas, desde luego, soberbia alguna, como a menudo acontece en narradores con sus mismos antecedentes, educados en los ambientes de la más refinada civilización. Tampoco paternalista fascinación. Sus descripciones, muchas veces ente la alucinación y la taxonomía, emergen a la luz de un revelador cruce entre la literatura y la antropología, en realidad como si esta fuera una rama de la primera. Sus narraciones resultan del tránsito de la primera a la segunda. O al revés. En ocasiones, es la aproximación antropológica la que en primer lugar resuena para, a continuación, emerger, con toda la inventiva que le es propia, la segunda. Pero inventiva para comprender, para iluminar las zonas a las que la nueva ciencia no llega, en ningún caso para mistificar.
Es, por lo tanto, el suyo, un viaje que nunca termina, por más que se pueda ubicar entre los rígidos márgenes del espacio temporal ya mencionado. Es un viaje que comienza cada mañana aunque él apenas se mueva. Es el viaje de una cultura a la otra, que como bien sabe el viajero curioso nunca termina. El viaje es o debe ser el intento de comprender, y ese propósito es el que en realidad vertebra cada uno de estos relatos. Incluso los centrados en las visitas del grupo de Bloombsbury, que le permiten viajar a su propia cultura desde su imperceptible aún, por recién adquirida, condición de alpujarreño.
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Autor: Gerald Brenan. Título: Al sur de Granada. Editorial: Tusquets. Venta: Todos tus libros.
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