Los surcos de su cara trazan parte de su historia. La historia que nos deja ver, la historia que viste de contagioso entusiasmo. Los surcos de su cara son, por ahora, leves caminos por los que ha transitado el arte, la felicidad, el deseo, la ira, a veces también las lágrimas, las suyas y las de otros.
Por los surcos de su cara circulan miles de historias, algunas permanecen aletargadas durante años y él, afanoso, las rastrilla y trabaja con serenidad para que despierten a conciencia. Son las mil vidas abiertas que conserva el actor, sus primarias e indispensables herramientas de trabajo.
Las mil vidas abiertas de Ginés García Millán llevan décadas perfilándose en escena y en la pantalla. Entre bambalinas estas mil vidas esperan a que suba el telón. Entre rodaje y rodaje acuden las mil vidas a un tornado de entrevistas. Y en la espera, durante el entreacto, se adormecen y asisten a esa otra vida, la vida privada del hombre, la de Ginés, que conserva en la cara las vivencias de sus 53 años y las de tantos otros hombres por los que transitó sin pudor.
Ginés García Millán es, para muchos, el mejor Adolfo Suárez que ha llegado a la pantalla, para otros el mejor Don Juan joven en el año 2000 y el mejor Don Juan en su senectud en las representaciones que se hicieron en Alcalá de Henares en 2015. Arrasó el pasado otoño con un papel chejoviano y ahora recoge los frutos del duro y agradecido trabajo que ha realizado esta temporada.
Su último personaje sobre las tablas es fruto de la madera astillada: hacía falta un cuerpo lleno de vida para dar voz y alma al resquebrajado Tío Vania que propuso Daniel Veronese en Espía a una mujer que se mata (Centro Dramático Nacional, 2017). La propuesta vino ejecutada por un Ginés con hambre de teatro y cuyo trabajo en esta versión del clásico de Chéjov le ha traído una nominación como mejor actor protagonista de teatro en los premios de la Unión de Actores, así como el premio a la mejor interpretación masculina de 2017 de MadridEsTeatro (MET).
Ginés García Millán se estrenó para la pantalla de la mano del director Chumilla-Carbajosa. Es considerado heredero del talento de Francisco Rabal, con quien compartió rodaje en Nazca (dirigida por su hijo, Benito Rabal). Habitual de los cortometrajes, se le dan bien los papeles de malo, como Bernardo de la serie Herederos, Adam, de la película Vulcania, o Pacheco, de Isabel. Es Ginés un intérprete infatigable que no ha dejado atrás nunca los clásicos (se zambulle con éxito en el Tenorio cada vez que tiene ocasión), admirado por el resto de sus compañeros, galán de cine y defensor de su oficio.
García Millán iba para futbolista y debutó con los grandes en la Selección Juvenil española, pero la vida le tenía reservado un as distinto bajo la manga: sería actor; llevaría a su tierra, Puerto Lumbreras (Murcia), prendida con orgullo en la solapa; sería en escena un gran seductor, un fracasado, un hombre de la calle, un guía para la democracia o un déspota inigualable. Para sus amigos Ginés es un hombre sencillo, generoso, atento, divertido y buena gente. Es padre y hermano. Buen conversador, de mirada sincera, seductor en la distancia corta y gran amante de la literatura, Ginés no ha dudado en colaborar en presentaciones literarias de amigos de cuyas obras se empapa cada vez que tiene oportunidad.
En una pausa entre las promociones de las últimas series que ha rodado, Ginés García Millán atiende a Zenda en The Dash y descubrimos qué otros ases tiene escondidos uno de los mejores intérpretes españoles de las últimas décadas.
Comenzamos.
-¿Quién es Ginés García Millán?
-Varón, 53 años, natural de Puerto Lumbreras. Actor. Vivo de mi trabajo y pago con mi dinero.
-Está nominado a mejor actor de teatro en los Premios de la Unión de Actores por el trabajo interpretativo que ha hecho de Tío Vania. ¡Enhorabuena!
-Gracias.
-¿Sentía usted que un papel como éste tenía que llegarle?
-Cualquier papel que me proponga Daniel estaré encantado de hacerlo, porque me entiendo muy bien con él y disfruto mucho trabajando, por su manera de entender el teatro y, bueno, esto es un proyecto que ya hace años que estábamos detrás de él. Este es un montaje que él hizo con su compañía argentina. Y desde que hicimos Mujeres soñaron caballos para el CDN, también hace diez años, quisimos volver aquí, a esta obra que para él es su trabajo más personal, aunque no sea una obra de él como Mujeres soñaron caballos, sino una adaptación o un montaje sobre Tío Vania de Chejov.
-¿Se acostumbra un actor a reconocimientos de este tipo?
-Bueno, esto de los premios y nominaciones si llegan hay que tomarlo con alegría y darle la importancia justa. Estos premios de la Unión de Actores tienen mucho que ver con el cariño de los compañeros. He estado nominado en varias ocasiones y lo he ganado otras. Así que de cariño voy servido y agradecido siempre.
-¿Cómo fue el proceso de creación de su Tío Vania?
-Es uno de los personajes que a cualquiera que hayamos estudiado teatro, o que tengamos una formación teatral, un personaje que, desde la primera vez que lo leímos, siempre volvemos una y otra vez. Y los personajes, con el paso del tiempo y con tu madurez como persona y como actor, los entiendes mejor. Es uno de los personajes que uno siempre quiso hacer. Es un disfrute.
Creo que además me ha llegado en un momento profesional y personal donde entiendo el personaje y donde he podido disfrutarlo a pesar de todo su dolor y el desgaste que supone para cualquier actor enfrentarse a este texto.
-En muchas ocasiones se le recuerda por su interpretación de Don Juan Tenorio, papel que ha llevado a escena en numerosas ocasiones. Sobre este papel se escribió —en el ensayo Versos y trazas de César Oliva— que usted representaba “la imagen más cercana al canon donjuanesco”. ¿Qué recuerdos tiene de aquella obra?
-Agradezco las palabras de César Oliva. Fíjate, yo acababa de hacer con Eduardo Vasco Los vivos y los muertos, de García May para el CDN. Después de esto, me propuso hacer Don Juan. Para mí fue una sorpresa, porque Don Juan es un texto que, aunque lo conocía desde la RESAD, no es un texto, una obra que me apasionara. Le tenía además cierto reparo.
Pero cuando Eduardo me contó el proyecto y su visión, que él quería hacer un montaje acercándose a la visión romántica —que es cuando está escrito Don Juan Tenorio—, esa idea romántica del personaje me atrajo. Para mí fue un viaje maravilloso. Guardo recuerdos de toda la compañía, de cómo lo pusimos en pie, de cómo quisimos contar esa historia y ese personaje a través del halo romántico. Fue una experiencia maravillosa, me alegro mucho de haberle dicho que sí y haber disfrutado esa propuesta.
-¿Qué personajes le gustaría interpretar? ¿Tiene alguna espinita clavada en ese sentido?
-Espinita no. He tenido la suerte de hacer personajes que me han gustado, otros que no conocía y he descubierto. Uno piensa siempre que el mejor personaje es el próximo.
Sí que hay personajes que alguna vez, más tarde que pronto, me gustaría hacer. Aunque hay algunos… Me habría encantado hacer Alatriste. Lear de Shakespeare y Cyrano de Bergerac son personajes que me gustaría interpretar en teatro.
-¿Suele volver a leer obras en las que ha trabajado? ¿Qué redescubre en esas lecturas?
-A alguno de los textos clásicos siempre uno vuelve una y otra vez según en qué momento estés de la vida, en qué momento profesional estés, siempre vas descubriendo cosas. Siempre digo que empecé la casa por el tejado, porque mi primer montaje profesional fue Hamlet con García May en el año 88. La visión que podía tener entonces del personaje era muy distinta a la que tuve después, hace algunos años, con Eduardo Vasco. El viaje es diferente. Entiendes esas obras de una manera diferente, porque tienes una experiencia vital y profesional que te da otros puntos de vista y siempre que vuelves a esos textos verás cosas que no habías visto antes y que te sorprenden incluso. Y te preguntas: ¿cómo no había visto esto antes? A veces para peor, porque en la primera lectura estabas más limpio, te acercaste al personaje de un modo más ingenuo.
-¿Cree que una adaptación teatral puede conseguir que la gente lea teatro?
-Sí. Creo que si una obra de teatro consigue emocionar, es para toda la vida. Eso va a hacer que el espectador, aunque haya leído alguna vez esa función, vuelva a ella y descubra cosas buenas.
A veces los buenos directores lo que hacen es abrirnos el corazón y abrirnos los ojos para entender cosas de textos que a lo mejor nos han pasado desapercibidas. Creo que los buenos directores, los grandes directores, también son, no sé cómo definirlo… guías emocionales.
-¿Le gusta trabajar con el autor del texto mientras prepara un personaje? ¿O hace suyo el texto desde el primer borrador?
-Con algunos me hubiese encantado. Si hubiese podido hablar con Chejov de Tío Vania hubiera sido fantástico (risas) o con Shakespeare…. ¡Qué buenas tardes o noches hablando de sus obras y de los personajes! Cuando lees un texto con cierta intuición y de una manera emocional sabes si ese texto te mueve cosas por dentro. Ése es el primer motor para empezar a trabajar un personaje. Y a partir de ahí, la idea del director y lo que va surgiendo en el día a día. Éste es el proceso teatral, es lo más hermoso de poner en pie una obra, una función de teatro, el proceso.
En Jugadores el proceso fue muy enriquecedor. Pau Miró era el autor, y también el director. Jugadores es una obra que ya puso en pie con actores catalanes y siendo la misma obra siempre surgen cosas nuevas en los ensayos que enriquecen los personajes. Son personajes que están escritos pero transitan a través del actor que los interpreta y creo que para un autor es una experiencia muy positiva, los textos teatrales están vivos en los procesos de ensayo. Esto mismo ocurrió con Veronese con la obra Mujeres soñaron caballos, que era un texto suyo que hizo con su compañía argentina. Ese mismo texto lo vi representado en México con elenco mexicano, también bajo su dirección. Los resultados son siempre distintos.
-Si uno repasa su trayectoria teatral, llama la atención la cantidad de clásicos en los que ha interpretado un papel, desde representaciones teatrales a lecturas dramáticas o radioteatro. ¿Qué afinidad tiene con un texto clásico? ¿Existe en usted un sí unánime al texto clásico?
-Textos clásicos hay unos que nos emocionan más que otros, o que tienen que ver más con nosotros, o nos descubren cosas nuevas de la vida que vivimos. Yo me acerqué desde la Escuela de Arte Dramático a los textos clásicos, la fortuna de empezar con un texto como Hamlet. Y a partir de ahí tengo cierta…, digamos que para mí algunos de los clásicos son amistades verdaderas…, te consuelan y también te dicen verdades como puños… Y siempre te ponen un espejo delante.
-¿Sigue algún ritual antes de salir a escena?
-Cada vez menos. Cuando era más joven solía hacer más cosas. Pero ahora cada vez menos. Creo que muy pocas.
Sí que intento, por lo menos en cada función, en cada proyecto, estar agradecido, dar las gracias por poder estar ahí encima de un escenario y por poder vivir de la profesión que amo.
-Ha actuado en teatro de la mano de Veronese, Eduardo Vasco, Helena Pimenta, Pau Miró, Ignacio García May, Magüi Mira, Mario Gas, Juan Carlos Pérez de la Fuente, Miguel Narros; en cine con directores como David Cánovas, Gracia Querejeta, Federico Luppi, Antón Reixa, Chumilla-Carbajosa, Jaime Chávarri, Chus Gutiérrez, Santiago Lorenzo, Salvador García Ruiz, Javier Balaguer, Vicente Aranda, Manuel Palacios, Manuel Gómez Pereira; y en televisión con Jorge Torregrosa, Cesc Gay, Salva Calvo, Benito Rabal, Sergio Cabrera, Tito López Amado, Jordi Frades, Ignacio Mercero, Manu Sanabria, Rafa Monleón… ¿Con qué director le gustaría trabajar en cada uno de estos medios?
-Tengo buen recuerdo de casi todos los trabajos, con algunos he repetido: Narros, García May, Vasco, Veronese…
De todos he aprendido: con Vasco di un paso más, su Don Juan fue muy importante para mí; con Veronese siento que he crecido como actor y si antes amaba el teatro ahora lo amo mejor…
Cuando un director te vuelve a llamar es una alegría, significa que ha habido entendimiento y cree en tu trabajo. Cuando un actor siente la confianza de un director puede volar.
Me habría gustado hacer una segunda película con Luppi. Él tenía mucha ilusión con que Pasos, su primera película, saliera bien y no consiguió lo que esperaba. Ojalá hubiera podido dirigir su segunda película, para no tener la presión de la primera. Tengo muy buen recuerdo de aquello.
¿Con qué directores me gustaría trabajar? Con cualquier director que crea en mí y me conozca realmente como actor.
-Empezó en Madrid con Miguel Narros en el Teatro Español, ¿qué queda hoy del teatro de entonces? ¿En qué ha cambiado?
-Han cambiado algunas cosas, como hemos cambiado nosotros también. La esencia del teatro es y siempre será la misma. Cuando me enfrento a una nueva función, a un nuevo texto, está la misma ilusión y, a veces, los mismos miedos.
Mis primeros trabajos profesionales fueron un Hamlet de García May, con Teatro del Espejo, una cooperativa que creamos un grupo de alumnos de la RESAD; y en el Teatro Español con Miguel Narros, que fue mi profesor de interpretación en la escuela.
Quizá el teatro, al igual que nuestra sociedad, haya cambiado. Yo mantengo la ilusión y respeto a mi oficio y a mis compañeros cada vez que me subo a un escenario. Creía, desde la Escuela y en mis primeros años de vida profesional, que las condiciones de los artistas en nuestro país mejorarían, y ésa es la decepción…
-Sus primeros pasos en la televisión los dio hace más de 20 años. Es un medio que no ha dejado nunca, ha sido parte del reparto de series míticas como Periodistas, Motivos personales, Herederos, Isabel, Adolfo Suárez, Frágiles…, ¿qué tiene la televisión que no tienen otros formatos para un intérprete?
-Lo que ha conseguido la televisión en estos últimos años ha sido mantenerse como una industria que da trabajo a mucha gente. Creo que cada vez hacemos mejores series, hay mucho oficio, hay gente con muchísimo talento y que tiene un medio para expresarse.
Creo que tenemos que estar muy orgullosos y además nos da una continuidad en el trabajo que está muy bien para todos. Sobre todo la posibilidad de ganarnos la vida con este oficio que es tan difícil.
-En estos momentos, ¿qué le ofrece la televisión que no le ofrece, por ejemplo, el cine?
-En mi caso personajes más interesantes. En cine no he tenido la suerte de desarrollar todavía personajes más complejos, personajes en los que me pueda divertir, pero estoy seguro de que llegarán.
En televisión he tenido la suerte de hacer personajes con los que me he divertido, que he disfrutado mucho y me han aportado mucho.
-Tiene varias series en la recámara, a punto de ser estrenadas. Comencemos con La verdad (Telecinco). En ella interpreta a Fernando García, padre de una chica desaparecida. Un tema que, por desgracia, está de continua actualidad. ¿Qué tal fue el rodaje?
-Ha sido un rodaje complejo. Es un rodaje que se alargó más de cinco meses. Fue un desgaste emocional para todos, porque empezamos…, es difícil explicarlo. Creo que cuando se empieza una serie hay mucha presión para una cadena. Todos queremos hacer una serie que esté bien, sobre todo el productor y la cadena que es la que paga el producto. En este caso la productora (Plano a plano) viene de un gran éxito, El príncipe. La presión es hacer una serie que esté a la altura de ese éxito. Esta presión, creo, a la hora de trabajar en ciertos casos o momentos puede ser negativa.
Creo que la serie se fue creando con nosotros. La serie empezó yendo hacia un lado, luego se pensó que no era lo mejor, había que ir hacia otro. Estas cosas que, también, en definitiva, está claro que las series están vivas. Pero nosotros a veces nos hemos sentido un poco perdidos. Ha sido complicado.
Pero después de todo, todos los que hemos trabajado en La Verdad hemos salido fortalecidos como actores. Creo que por el resultado final ha merecido la pena.
–La verdad es una serie que se rodó hace casi dos años y que, en el momento de iniciarse su producción, provocó que dejase de lado una obra teatral, La puerta de al lado, obra que después llevaría a escena el actor Pablo Chiapella junto a Silvia Marsó. ¿Le duele descartar trabajos? ¿Qué factores influyen para que se decante sobre un encargo u otro?
-Se pasa mal cuando tienes que tomar la decisión, antes de tomarla. Cuando la tomas, creo que siempre la decisión que se toma es la adecuada. Evidentemente no se puede hacer todo y tienes que elegir. No pasa nada.
-Además ha formado parte de la primera producción televisiva de Cesc Gay, Félix, en la que tiene un papel secundario junto a un coro de intérpretes de excepción (Pere Arquillué y Pedro Casablanc). ¿Qué siente cuando un director de esta talla le dice que le quiere en un papel de estas características?
-Me gustó mucho. Cualquier actor quiere trabajar siempre con Cesc Gay, por su prestigio y su categoría, su talento. En este caso me gustó mucho que hizo como los directores de antes. Recuerdo que en la peli que hice con Chávarri hace ya algunos años también: gente que te llama por teléfono para proponerte un trabajo, que te llama para hablar contigo, tomar un café… Eso está bien y en estos tiempos se ha perdido.
Me preguntabas antes qué diferencias hay en el teatro de cuando empecé a ahora. En cine y televisión podría ser que antes había un contacto más directo con los directores, antes de empezar a trabajar podías quedar a tomar un café o a una cena o a echar unas risas, eso ahora es más difícil.
A Cesc Gay le dije que sí sin saber de lo que iba la serie y sin saber nada de los personajes. Me contó un poco por encima, me dijo que quería que estuviera ahí y encantado.
De Cesc Gay me gusta, además, su escritura y su pulso como director y aunque en este caso sea un thriller de misterio, tiene su mirada poética y el trazo de personajes tiene su pulso.
-¿Qué nos puede contar sobre su papel de Mario en Félix?
-Le pregunté a Cesc, ¿es malo? ¿Va a morir? No, respondió. Pues entonces, bien. Ni es malo ni es corrupto (risas). Digamos que es un personaje como el policía clásico del cine negro clásico, correcto, calculador…, un policía bueno. Tenía como referencia a Ed Harris.
Mario es un policía honesto, serio y reservado, amigo de Félix (interpretado por Leo Sbaraglia), quizá una de las pocas personas que ha leído sus libros. Tiene una relación con la madre del hijo de éste y aunque al principio no le cree, finalmente le ayudará.
-Ha participado igualmente en una de las grandes producciones televisivas de la temporada, La catedral del mar, adaptación de Antena 3 de la famosa novela de Ildefonso Falcones. En ella interpreta a Grau Puig, el tío del protagonista. ¿Había leído la novela antes de comenzar en esta producción?
-No. Y era increíble porque todo el mundo al que le decía que iba a hacer la serie me preguntaba si había leído la novela. La leí después de leer los guiones. Me pareció que los guiones estaban muy bien, que eran muy fieles al espíritu de la novela. La historia se seguía con igual intensidad. Me pareció que estaba muy bien.
El personaje de Grau es muy interesante para trabajar, porque comienza joven y acaba casi con ochenta y tantos años. Es un proceso muy bonito para trabajar.
-La trama se ambienta en la Barcelona medieval, un escenario que fue tablero geopolítico en Occidente. ¿Qué referentes históricos o literarios ha tenido para preparar este personaje? ¿Ha leído otros textos de la época o ha visto alguna película que retrate ese mismo periodo?
-Cuando vas a hacer una película de época siempre tratas de situarte en el momento histórico, las costumbres, los conceptos sobre la vida…. En este caso, bueno, casi siempre, lo que te marca, lo que es la guía, es el guion y la visión del director.
Evidentemente ¿a quién no le gustaría hacer El nombre de la rosa, y El Cid que es una película maravillosa?
-¿Cómo cree que va a recibir el público esta serie? ¿Satisfará a los lectores de la novela? ¿Existe un afán de que esta producción sea leal al texto de la novela o se permiten cambios en personajes o subtramas?
-¡Qué difícil es eso! Es que es muy complejo contar esta novela. Algunos personajes se han eliminado, o se han mezclado varios. Es muy difícil y cada uno tendrá una visión y cada uno querrá ver en la serie su visión como lector. Eso pasa siempre con las adaptaciones. El espíritu de la novela lo tiene.
Esperemos que guste, pero nunca se sabe. Nunca sabes qué puede pasar.
-Otra de las producciones en las que ha participado es la que han llamado “la Fargo española”, la serie Matadero de Antena 3. ¿Qué le hizo aceptar este papel?
-Daniel Martín Sáez de Parayuelo me dijo que estaba escribiendo un personaje para mí en una nueva serie para Diagonal dirigida por Jordi Frades, Matadero, un thriller ibérico con tintes de comedia negra y mucho humor… y que ¡era murciano! ¡Como para no aceptar!
Pero, sobre eso que me preguntabas antes acerca de decidir entre proyectos, estuve a punto de no hacerla porque finalmente coincidieron las fechas con los ensayos y funciones de Espía a una mujer que se mata. Gracias a un esfuerzo de la producción lo pudimos arreglar. Fue agotador para mí, pero me he divertido tanto con el personaje que el esfuerzo ha valido la pena.
-¿Cómo es Pascual, su personaje en Matadero?
-Es un sicario con corazón, si eso es posible (risas). Y murciano. Es la primera vez que trabajaré con mi acento en televisión, porque en cine sí lo he hecho. Me pareció un personaje muy divertido. Lo definiría como “Un sicario sentimental”. ¡Mira qué buen título para una novela! Te lo regalo.
-Dio vida también a Lope de Vega en la película Cervantes, la búsqueda de Javier Balaguer. ¿Se encuentra más cómodo interpretando en verso o en prosa?
-Uno se encuentra cómodo sobre todo si los personajes están bien escritos. Tenemos grandes clásicos que serían películas maravillosas, como demostró Pilar Miró con El perro del hortelano. A mí me encantaría hacer Don Juan en cine, creo que se podría hacer una película extraordinaria, como hicieron los franceses también con Cyrano…
-Me gustaría que hablásemos de Álvaro, el personaje protagonista de Regreso al horizonte. ¿Cree que nos hemos autodestruido como sociedad?
-¡Qué compleja es esa pregunta! Todavía no nos hemos autodestruido porque todavía estamos aquí. Creo que estamos todavía a tiempo de cambiar algunas cosas. Aunque si echamos la vista atrás, ha habido épocas peores.
-¿Qué esperanza queda al ser humano?
-Toda la que seamos capaces de pelear. Creo que hay que guardarse cierto optimismo, si no esto se haría muy duro.
-¿Cuál es su mejor papel?
-El próximo. Seguro. (risas)
-En los medios de comunicación se suele resaltar su fuerte ligazón con su tierra natal, Puerto Lumbreras, la lleva a gala en muchas de sus entrevistas. De hecho, le homenajearon en la última edición del Festival de Cante de las Minas. ¿Cómo era el Puerto Lumbreras en el que se crió?
-No me homenajearon en el Festival del Cante de las Minas, tuve el honor de ser pregonero y sí, me siento querido y respetado en mi tierra.
Puerto Lumbreras era un pueblo muy pueblo, donde jugábamos en la calle. Yo tuve la suerte de criarme en un negocio familiar, en un hotel, que era como una ventana abierta al mundo. Aparte de mi pueblo tenía esa película permanente donde pasaban todos, muchas maneras de ver el mundo.
Puerto Lumbreras era el cielo azul de mi infancia, jugar en la calle, la escuela, los amigos, mi gente, el hotel de mi familia…
-Sobre este negocio familiar ¿cree que le ha influido a la hora de crear personajes? ¿Alguna vez preparando un papel ha recordado a alguno de los viajeros que se hospedaron en El Tengo?
-Mi visión sobre las cosas del mundo tiene mucho que ver con la visión de aquel niño que descubría la vida en el hotel de su familia, el esfuerzo, el trabajo, el cariño de las personas que trabajaban allí, las maneras tan diferentes de entender el mundo de los personajes que allí se hospedaron, que parecían personajes de novela, parecían salir de las primeras novelas que leí: comerciantes, jugadores, obreros, artistas, vividores, marchantes, profesores, médicos, lunáticos, poetas, comunistas, falangistas…, aprendí de sus vidas, reí y lloré con sus historias. Todos ellos tienen que ver con la persona que soy y habitan también en mis personajes.
-Mucha gente no sabe que usted jugó al fútbol, y que llegó a ser convocado por la Selección Nacional juvenil mientras jugaba en el Real Valladolid. ¿Cómo fue ese paso del fútbol a la interpretación? ¿Por qué colgó las botas?
-Es que en mi pueblo pocas cosas más podíamos hacer que jugar al fútbol. No teníamos ningún otro divertimento. Se me daba muy bien, la vida me llevó allí… Pero yo realmente lo que quería ser era actor. Era lo que me gustaba desde niño. En Valladolid tuve la oportunidad de llegar allí y disfrutar de la Seminci, las primeras grandes películas que vi, las vi allí. Y también teatro. Tuve claro que era lo que quería hacer, y por eso peleé.
-¿Qué recuerdos conserva de su periodo como portero?
-Guardo muy buenos recuerdos de los amigos que conocí, amigos que todavía mantengo. Algunos de los momentos más bonitos de mi vida, ¡la mejor juventud! Y con algunas de las personas que conocí allí después hice una película: con Santiago Lorenzo rodé Mama es boba [Nota de la entrevistadora: película que fue nominada al Premio FIPRESCI en el Festival de Cine de Londres]. Nos conocimos en el instituto donde hicimos una revista literaria.
-¿Qué relación tiene hoy día con este deporte? ¿Ve o acude a partidos? ¿Echa de menos calzarse las botas?
-(Risas) Lo veo porque me gusta. Soy del Barça y me encanta ver los partidos. Ya no los veo todos, solo veo los más importantes. Pero sí, me gusta. Y todavía cuando huelo el césped, si voy a un partido, siento cierta emoción.
-En la interpretación juega en Primera, ¿hay algo que se le dé mal?
-Seguro. Muchas cosas.
-Le hemos visto en algunas ocasiones participando en presentaciones de libros. Interpretó a un escritor en la obra Kathie y el hipopótamo. Hace tiempo en Zenda entrevistamos a Antonio Resines que escribió una biografía en la que repasaba toda su trayectoria. ¿Se animaría a llevar a cabo un proyecto similar?
-No lo sé, de momento creo que no. Quizá algún día… Los recuerdos del Hotel Salas (el Tengo, como le llamaban las gentes del pueblo) dan para mucho y también una vida entre rodajes y escenarios por estos mundos de Dios.
-¿Cuál es el último libro que le ha emocionado y por qué?
-Me gustó mucho Patria. Me gustó, me emocionó.
Uno de los últimos libros que me ha emocionado ha sido Big Time, la gran vida de Perico Vidal, novela biografía de Marcos Ordóñez sobre la vida de Perico Vidal, que fue ayudante de dirección de David Lean en Lawrence de Arabia y Doctor Zhivago, y también de Orson Welles y Mankiewicz, una crónica emocionante sobre aquel tiempo y también una poderosa historia de amor, de alcohol y de amistad.
-¿Ha leído algún libro del que haya pensado: “Esto tiene que adaptarse”? ¿Podría decirnos cuál?
-Sí. Precisamente Patria. Y además no tocaría nada, cada capítulo del libro es un capítulo de la serie que van a hacer. Además una sorpresa, cuando leí y pensé esto sería estupendo adaptarlo y luego me enteré que ya habían comprado los derechos, y que la va a hacer Aitor Gabilondo, que precisamente es uno de los creadores de La verdad, lo cual me alegró mucho, seguro que va a hacer una muy buena serie.
-¿Qué lecturas tiene sobre la mesilla? ¿Qué autores ha descubierto en los últimos tiempos? ¿Alguna lectura que desee compartir con los lectores de Zenda?
-En la mesilla tengo normalmente bastante poesía, me gusta leer poesía antes de dormir: Machado, Salinas, Carver, Hernández, Sabines… Los clásicos a los que uno siempre vuelve, los que han sido importantes y nos han despertado a muchas cosas.
Ahora mismo estoy leyendo a Menchu Gutiérrez, me gustan mucho esos ensayos con pulso poético. Siete pasos más tarde, su último ensayo publicado, me ha entusiasmado. Un reencuentro con una novela de la que tenía una vaga memoria y me ha encantado (y ahora estoy otra vez con ella) es Reencuentro y un alma valerosa de Fred Uhlman, me parece una novela deliciosa.
-¿Qué proyectos tiene ahora en marcha? ¿Podría adelantarnos alguno?
-Estoy en un periodo de descanso necesario y…, bueno, muy ilusionado porque al final vamos a hacer gira con Espía a una mujer que se mata. En principio no iba a ser así, porque era una producción del CDN, pero hemos negociado con PTC Producciones Teatrales y vamos a hacer gira el último trimestre del año y el primero del que viene.
Nos quedamos todos con ganas de hacer más y realmente estamos muy ilusionados, por poder seguir disfrutando de este texto.
-¿Qué sueños tiene para el futuro?
-Seguir viviendo de una profesión que amo.
Ha jugado muchas cartas de la baraja del teatro en los últimos años. García Millán vuelve a tener la baraja en la mano, a punto de abrir. En el cine las pantallas reservan la alfombra roja para el estreno nacional de Regreso al horizonte de Chumilla-Carbajosa, donde interpreta a un indigente, Álvaro, con una dura historia personal tras él. Un posible trasunto de la situación de muchos españoles a quienes la crisis económica torció la partida. Lleva a sus espaldas la mochila del trabajo bien hecho –esas mil vidas abiertas– y del respeto de la profesión y del público. Lleva tatuada la sonrisa agradecida hacia quienes valoran su dedicación y el gesto, innato en él, de ilusión y sorpresa. Su día a día se sitúa a medio camino entre la pasión y el compromiso innegables por el oficio y la necesidad de dar voz y cuerpo a personajes y textos que le dejen poso.
Dentro de años su voz grave se alzará en teatros como un requiebro único para el espectador. La generosidad y la entrega son marca personal de García Millán. En cada reto se ha ido dejando la piel, ha ido perfilando nuevos surcos en el rostro, manteniendo intactos la capacidad para el asombro, el interés por aprender de los personajes escritos sobre el papel y el amor perenne por los clásicos.
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